Z7_NQ5E12C0L8TD2062GLS4O6GJ84

Teclas de Ayuda de acceso Rápido

ALT + 1 Inicio

ALT + 2 Noticias

ALT + 3 Mapa de sitio

ALT + 4 Búsqueda

ALT + 5 Preguntas frecuentes

ALT + 6 Atención al ciudadano

ALT + 7 Quejas y reclamos

ALT + 8 Iniciar Sesión

ALT + 9 Directorio telefónico

Letra:

Contraste:

Clic aquí para ir a la página gov.co
domingo, 28 de abril 2024
28/04/2024
Síguenos
Z7_NQ5E12C0L8TD2062GLS4O6GB01

Unidad Especial de Paz

Z7_NQ5E12C0L8TD2062GLS4O6GB03
Z7_NQ5E12C0L8TD2062GLS4O6GJO5

El peso de toda una vida - Parte 1

Publicado 31 may. 2023

Ella es Magdalena Calle, lideresa de Yarumal, Antioquia, defensora de los derechos de víctimas del conflicto armado en Colombia, y la protagonista de este reportaje que a lo largo de tres entregas contará su vida cronológicamente; tres relatos que, a partir de la historia de una mujer que ha dedicado toda su vida a la construcción de paz, no solo se pueden contar cómo la violencia ha marcado a Colombia, sino también cómo hombres y mujeres han luchado por décadas por construir un país con condiciones para todos.

Por: Luisa Fernanda Martínez Arenas
Sergio Ramírez Zuluaga
 

Foto Magdalena Calle Londoño, tomada del Facebook de Magdalena. 
 Foto Magdalena Calle Londoño, tomada del Facebook de Magdalena.

Devuelve la mirada una mujer de afables y cansados ojos ocultos tras unos pequeños lentes. Su pelo grisáceo y su serena sonrisa revelan atisbos de sabiduría acumulada tras décadas de vida. No se afana en posar para la foto, solo se para ante el lente con los brazos pegados al cuerpo. Es difícil decir si esa posición viene de una solemnidad conferida por años de experiencia, o solo incomodidad. Probablemente ambos.

Resulta sorprendente que los delgados hombros de esta tímida mujer que siempre ha rehuido la atención de las cámaras no solo carguen el enorme peso de toda una vida marcada profundamente por la violencia, sino también los sueños de distintas generaciones que esperan, algún día, vivir en un país en paz.

Ella es Magdalena Calle, lideresa de Yarumal, Antioquia, defensora de los derechos de víctimas del conflicto armado en Colombia, y la protagonista de este reportaje que a lo largo de tres entregas contará su vida cronológicamente; tres relatos que, a partir de la historia de una mujer que ha dedicado toda su vida a la construcción de paz, no solo se pueden contar cómo la violencia ha marcado a Colombia, sino también cómo hombres y mujeres han luchado por décadas por construir un país con condiciones para todos.

Primera parte: La voz que nació en medio de la violencia

Cuando Magdalena tuvo la oportunidad de conocer a un guerrillero, no dudó en tomarla. Hasta ese momento, ella era incapaz de imaginar siquiera el rostro de uno. Visualizaba una silueta, una cabeza con cuerpo, pero falto de cualquier rasgo en donde debería ir su cara. Veía un vacío, una hoja en blanco.

Quizá esa imagen era un remanente, un fantasma de sus recuerdos; el cómo se imaginaba a la personificación de la maldad que enviaba amenazas a su padre, en papeles amarillentos adornados por el símbolo de un par de fusiles, que se imponían ante la silueta del país: el símbolo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

Sin embargo, aquella manifestación de violencia no era nueva en Yarumal. Durante años, los yarumaleños han sido testigos de múltiples abusos en contra de los derechos humanos.

En términos de cantidad de acciones, Yarumal es uno de los municipios con más incidencia del conflicto, debido a la posición estratégica territorial y la dinámica económica del norte antioqueño.

Según la Organización Madres por la Vida, en su libro Libro Blanco de Yarumal (ver aquí), este municipio “es receptor de conflicto político armado interno, y receptor de población afectada como es el hecho de casi 8.800 víctimas de desplazamiento forzado, tanto del área rural como de los municipios cercanos”. Además, en el Libro se resaltan las amenazas y las extorsiones sufridas especialmente por el gremio de comerciantes, empresarios y ganaderos, sobre las cuales se intuye que el número de víctimas reales es por mucho mayor que el reportado.

Hasta el 2022, de acuerdo con La Red Nacional de Información, se reportaban un total de 16.995 víctimas de diversos delitos, entre ellos, homicidio, desaparición forzada y secuestro.

En este poblado nació, creció, lloró, luchó y envejeció Magdalena Calle Londoño, lideresa social y política, y promotora de paz y la defensa de los derechos humanos. Magdalena, ha hecho de su vida y obra el trabajo por la comunidad. Yarumal le pertenece a Magdalena tanto como ella a Yarumal.

Hija de Carlos Calle y Magdalena Londoño, y segunda de cinco hermanas y un hermano. Una familia de ocho, de la que, por azares de la vida, ahora solo viven cuatro. Recuerda a su padre como un comerciante con una vida social y política muy activa, lo que lo llevó a sufrir constantes amenazas y extorsiones en el año 1987, una de las épocas más álgidas del conflicto armado en Yarumal: “él nos advertía que nos cuidáramos, nos decía ‘cuídense y cuiden los niños’, porque no se iba a dejar llevar vivo”, recuerda Magdalena.

Carlos Calle y Magdalena Londoño (a la parte de derecha de la imagen), Maria Eugenia Calle, hermana de Magdalena Calle (a la izquierda). Tomada del Facebook de Magdalena Calle).

Descripción y créditos: Carlos Calle y Magdalena Londoño (a la parte de derecha de la imagen), Maria Eugenia Calle, hermana de Magdalena Calle (a la izquierda). Tomada del Facebook de Magdalena Calle).

Dos años después, su padre murió a causa de un infarto, y mientras Magdalena revisaba algunos documentos en el que era su escritorio, encontró aquellas amenazas: “No las leí. Al abrirlas me impresionó mucho ver el símbolo que esas cartas tenían en la parte superior: el mapa de Colombia con dos fusiles cruzados. Se las mostré a mi mamá y las quemamos”.

Sobre su madre, menciona que: “fue ama de casa, una persona muy familiar, muy querida por toda la familia y otras personas”. Tras la despedida de su padre en 1989, su madre los acompañó hasta el año 2000, cuando falleció a causa de una enfermedad cardiovascular.

En su niñez, hizo parte de la infancia misionera en la Escuela Rosenda Torres, y luego estudió en el colegio Normal Superior de La Merced, donde participó activamente en los consejos estudiantiles y grupos juveniles de la región.

Precisamente, en un grupo llamado Ola Juventud conoció a Luis Alonso Jaramillo, quien sería su futuro esposo. Con el grupo, pasaban gran parte de su tiempo, asistían a actividades deportivas y tertulias académicas.

En 1973, una vez se graduó del colegio, Magdalena se dedicó al mismo quehacer de su padre, una tradición que se consolidó por más de 65 años: la venta de materiales de construcción y productos agropecuarios. El negocio estaba ubicado en la “Calle Caliente”, como coloquialmente era llamada la calle principal de Yarumal, la más concurrida y repleta de negocios.

 

Foto de Yarumal alrededor de esa época. Tomada del Facebook de Magdalena Calle
Foto de Yarumal alrededor de esa época. Tomada del Facebook de Magdalena Calle

En la misma calle estaba el almacén del Banco Caja Agraria, ahí trabajaba Luis Alonso, por lo que sus gustos volvieron a coincidir, pero ahora en el gremio agropecuario. En 1975 contrajeron matrimonio, y fruto de este tuvieron tres hijos.

El devenir de su vida ha estado profundamente permeado por su padre, quien dedicó su vida al trabajo con las comunidades, acompañó la creación de juntas de acción, los encuentros navideños, la construcción de escuelas en alianza con la Federación de Cafeteros, y la formación de convites mediante los cuales se inició la pavimentación de vías.

Trabajar en este almacén le permitió estar en contacto permanente con las comunidades rurales y urbanas. Su interés por ellas la llevó a liderar el comité empresarial, donde velaba por los derechos de los comerciantes y asistía en la formalización y legalización de esos negocios.

En el mismo almacén, tuvo la oportunidad de entablar lazos con el programa de Hogares Comunitarios en 1989, durante la presidencia de Virgilio Barco, plan que tenía como fin, el garantizar a los niños la atención de sus necesidades básicas.

En Yarumal, el programa se implementó inicialmente en 60 familias, 60 madres con las que Magdalena posteriormente inició un plan de mejoramiento de viviendas gracias al conocimiento que adquirió en su almacén.

Con esta organización participó también en la formulación de la constitución de 1991. Además, estuvo en la desmovilización de un grupo del M-19 gracias a la invitación de una de las madres comunitarias que era hermana de uno de ellos, y a su propia curiosidad que cultivó durante años: “yo no tenía la imagen de quién era un guerrillero, cuando imaginaba un guerrillero, lo veía como una persona sin rostro. Yo veía un cuerpo, pero yo no veía el rostro de una persona”.

Magdalena comenta que se sorprendió al encontrarse tan solo con otra persona: “me impresionó mucho, yo no sé cómo tanta maldad la hace un ser humano”.

Su labor se enfocaba en la defensa de la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres, y al cumplimiento de la constitución y las leyes.

En 1993, cuando las madres comunitarias conformaron la Asociación de Mujeres del Norte, su papel de gestora de paz se hizo aún más activo. Más tarde, en 1996, incluyeron a las madres cabeza de familia, y a partir del 2001 se constituyeron legalmente como la Asociación de Mujeres Campesinas Cabeza de Familia y Empresarias del Norte de Antioquia.

A pesar de los avances en la construcción de paz en Yarumal, a manos de la comunidad y grupos de desmovilizados, la década de los noventa y los inicios del dos mil fueron marcados por la violencia.

Como resultado de las victimizaciones perpetradas por grupos guerrilleros, comenzaron a surgir movimientos paramilitares que tomaban como bandera una consigna: acabar con esos movimientos insurgentes, y limpiar su territorio de extorsionadores y secuestradores.

Entre 1992 y 1995, a través de panfletos amarillentos con una letra impresa desdibujada y con mayúsculas sostenidas, uno de estos grupos declaraba:

Panfleto de las Autodefensas del Norte Lechero. Cortesía de Hacemos Memoria
Panfleto de las Autodefensas del Norte Lechero. Cortesía de Hacemos Memoria

 “La Policía y el Ejército son incapaces de controlar el orden público. Estamos siendo extorsionados por la guerrilla y nos sentíamos indefensos ante esta grave situación. Por eso hemos constituido las Autodefensas del Norte Lechero”.

Las Autodefensas del Norte Lechero ahora son más conocidas por otro nombre, uno que llegó a adoptar su brazo armado en la zona urbana de Yarumal: Los Doce Apóstoles.

Como esta, otras agrupaciones se formaron con objetivos similares, en una campaña que lejos de proteger a la ciudadanía, la dejó atrapada en una ola de violencia. Entre 1992 y 1995, a tan solo Los Doce Apóstoles se le han adjudicado más de 30 homicidios en Yarumal, y más de 500 en el norte de Antioquia.

La mayoría de esas víctimas (comerciantes, vendedores ambulantes, dueños de propiedades), fueron raptadas, torturadas, asesinadas y desaparecidas bajo la acusación de colaborar con la guerrilla.

La familia de Magdalena fue una de muchas en perder múltiples miembros en poco más de cinco años.

El primero fue su cuñado, el mecánico Danilo Londoño Rodríguez. De su desaparición, en febrero del 96, Magdalena recuerda escuetas explicaciones dadas por las autoridades.

“Él tenía un taller de mecánica en la estación”, comenta Magdalena. “Lo que decían las autoridades en ese entonces es que había un muchacho que le confeccionaba uniformes a los paramilitares. El muchacho le hizo una invitación para un trabajo en el puerto. Él se fue en el carro de ese sastre a hacer ese trabajo”.

En algún momento del camino, fueron detenidos por un grupo de hombres con uniformes camuflados, “el sastre, en el momento que les cogieron el carro, lo señaló a él, a Danilo”, recuerda Magdalena.

Su familia tardaría años en conocer que su rapto fue organizado por el Bloque Minero de las AUC, y una desaparición producto de tan solo una confusión, un nombre mal dado, una descripción física imprecisa de algún otro mecánico anónimo. Danilo, o al menos su cuerpo, continúa desaparecido.

En septiembre de 1997, la víctima fue el esposo de Magdalena, Luis Alonso Jaramillo López. Los motivos detrás de su desaparición revelaban lo ajenos que eran los intereses de los paramilitares al bienestar de los habitantes y comerciantes de Yarumal que decían proteger.

“Él tenía una finca por los lados de la vereda Tobón”, explica Magdalena, una finca en un punto estratégico de un municipio que ya de por sí es paso obligatorio para llegar a Medellín y al Bajo Cauca. “Ahí está el camino por donde se une el norte, Yarumal, con el Bajo Cauca, y ellos, los paramilitares, querían que él les entregara esa finca para poner su centro de operaciones”.

Su desaparición se sentenció con su negativa a ceder ante los paramilitares, lo que les valió al grupo armado como prueba para acusarlo de colaborador de la guerrilla. Por 13 años, lo único que supo de él fue que “lo asesinaron, y lo desaparecieron”, afirma Magdalena,

Él último fue su sobrino, el hijo de Danilo Londoño, también portador de su nombre, y también desaparecido, esta vez en el 2002 por una banda criminal de Yarumal.

“Aquí había una banda manejada por un policía retirado que colaboraba con otros grupos armados”, menciona Magdalena. “En la esquina de la casa de mi hermana, puso una tienda para poder hacer vigilancia a los vecinos, y en ese entonces secuestraron a dos de ellos”.

Uno de esos era su sobrino, quien fue asesinado y enterrado poco después en la misma casa donde lo mantuvieron cautivo en Yarumal. Pasarían años antes de que su familia supiera de su destino.

La violencia final del siglo XX marcó profundamente a Yarumal, y a cada uno de sus habitantes. Marcó a Magdalena y a su familia. La violencia dejó tras de sí ausencias, tristeza y preguntas sin respuestas.

Estas cargas, sin embargo, no lograron impedir que algo cuajara dentro de Magdalena. Su largo camino apenas iba a la mitad, y para Magdalena, todavía había muchos silencios por romper.

Z7_NQ5E12C0L8TD2062GLS4O6GJO7
Z7_NQ5E12C0L8TD2062GLS4O6GJ44
Z7_NQ5E12C0L8TD2062GLS4O6GJ43
 
Universidad de Antioquia | Vigilada Mineducación | Acreditación institucional hasta el 2033 | NIT 890980040-8
Recepción de correspondencia: calle 70 No. 52 - 21 | Apartado Aéreo 1226 | Dirección: calle 67 No. 53 - 108 | Horario de atención
Conmutador: [57 + 604] 219 8332 | Línea gratuita de atención al ciudadano: 018000 416384 | Fax: [57 + 604] 263 8282
Peticiones, quejas, reclamos, sugerencias, denuncias, consultas y felicitaciones
Política de tratamiento de datos personales
Medellín - Colombia | Todos los Derechos Reservados © 2020