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Opinión

La normalidad es el problema

05/05/2020
Por: Sara Yaneth Fernández Moreno, Profesora Facultad de Ciencias Sociales y Humanas UdeA

«...  llamo la atención sobre la lección de humanidad que tenemos pendiente; estos largos días, inciertos para muchas personas, cómodos para otras, resueltos en lo básico para algunos sectores, críticos y dramáticos para otros, pueden ser la oportunidad que tenemos como seres humanos de revaluar el presente y de pensar en el futuro...»

He agradecido mucho la invitación para escribir en este espacio, en parte por la coyuntura global que ocupa nuestra atención en este momento, en parte por el paréntesis que se ha abierto para el mundo entero este año que no ha querido arrancar desde el principio como todos los demás.

De un lado, luego de mucho tiempo de saberlo, la crisis ambiental es incuestionable y ha llevado a la ciudad de Medellín y al Área Metropolitana, ¡al fin!, a iniciar acciones parciales para afrontar el problema de la calidad del aire declarando la emergencia ambiental;1 por el otro, la movilización nacional originada, en esta última etapa, el 21 de noviembre del año pasado y que se mantuvo activa el fin de año y el comienzo de este, mostrando el descontento ciudadano por las decisiones erráticas de un gobierno inexperto e improvisado, pero confeso partidario del empresariado y del capital financiero, en un contexto donde los derechos elementales se ven directamente afectados con las medidas más impopulares de los últimos tiempos.

Baste recordar el manejo del tema de los contratos de trabajo, la precarización y terciarización del escaso mundo del trabajo formal en un país que vive de la informalidad y del trabajo diario y a destajo, o de la indiferencia dolorosa del incremento de los asesinatos de líderes y lideresas sociales, defensores y defensoras de derechos humanos,2 reclamantes de tierras y víctimas sujeto de reparación colectiva en la total impunidad e inercia del gobierno de turno, cuyo gabinete y algunos de sus funcionarios cuestionan la existencia misma del conflicto armado en Colombia, desconocen sistemáticamente los acuerdos de paz firmados por el gobierno anterior con las FARC-EP, y niegan, incluso, la existencia de más de siete millones de víctimas, según el último Registro Único de Víctimas con que actualmente se cuenta.

Es en este contexto donde, además, se hace presente la amenaza global de la COVID-19, inicialmente conocida como coronavirus, un virus que por lejano y distante, geográficamente hablando, fue subestimado por varios de los países de la región; Colombia no fue la excepción y entramos de forma tardía al aislamiento voluntario, también llamado cuarentena sanitaria y distanciamiento social. En muy poco tiempo, las instituciones educativas entraron en receso y se fueron declarando en funcionamiento virtual, de la presencialidad a la virtualidad en cuestión de semanas; las empresas grandes y pequeñas, las no prioritarias con la emergencia, los centros comerciales, los centros nocturnos, los restaurantes, los teatros, los cines y las plazas fueron cerradas preventivamente, sin garantías a mediano plazo de abrir y con unos largos puntos suspensivos sobre el funcionamiento básico de la economía y del transcurrir de miles de familias cuya fragilidad ha quedado inevitablemente expuesta.

La vida cotidiana de miles de hogares ha sido tocada, se han desentrañado esas otras diferencias, esas otras inequidades, esas otras realidades: los espacios de convivencia están marcados notoriamente por la condición socioeconómica, los accesos a los bienes y servicios enfáticamente diferenciados señalando de manera contundente la disimilitud entre derecho y privilegio, como lo registra el profesor Julián de Zubiría en su columna

“La educación en tiempos de cuarentena”3 con reveladoras cifras como estas: tan solo el 4 % de los municipios tiene buena conectividad, el 63 % de los bachilleres del 2018 no tenía acceso a Internet desde sus hogares y, en las zonas rurales, tan solo el 9 % de los jóvenes disponen de computador. Efectivamente, como dice el profesor, la pandemia vuelve a mostrarnos las inmensas inequidades de nuestro país, o lo que es peor las otras pandemias no registradas como el maltrato infantil, la violencia intrafamiliar, la violencia de pareja, cuyo aumento ha desbordado la capacidad de respuesta de las líneas de atención de la ciudad, con un aumento sin precedentes de hasta un 70 % de llamadas de auxilio en lo que va corrido de la cuarentena, y el registro de dos feminicidios.4

Lo mismo podemos decir de la salud. Es ahora cuando nos damos cuenta de que en este país la salud está disponible para quienes acceden por capacidad de pago a sus servicios; la distorsión de la noción de derecho reducida a su mínima expresión: capacidad de pago vs tipo de derecho concedido, o debemos decir adquirido, con un talón de Aquiles inmenso para el contexto de la pandemia que nos ocupa: la salud pública, la salud colectiva, la medicina social que se vuelca sobre poblaciones enteras, no solamente individuos, no solamente personas y que ponen en evidencia las carencias de agua potable, saneamiento básico, higiene, medio ambiente, alimentos sanos o balanceados.

Es aquí cuando hemos descubierto que existen miles de familias, en el casco urbano de Medellín, desconectadas de los servicios públicos básicos; que muchas se ganan la vida en la calle en la informalidad, una de las actividades más castigadas por la cuarentena; que el hacinamiento se hace dramáticamente evidente con familias migrantes e indígenas expulsadas de inquilinatos que funcionan como pieza por familia y por pago diario que ya no tiene cómo sostenerse por el aislamiento preventivo de la gente en sus casas. Sin mencionar la alta precarización y terciarización del personal de salud que, aparte de mal pago, está afrontando la atención en salud sin las elementales medidas de protección y de bioseguridad básicas.

En este contexto, llamo la atención sobre la lección de humanidad que tenemos pendiente; estos largos días, inciertos para muchas personas, cómodos para otras, resueltos en lo básico para algunos sectores, críticos y dramáticos para otros, pueden ser la oportunidad que tenemos como seres humanos de revaluar el presente y de pensar en el futuro. Este confinamiento, esta soledad curiosamente acompañada de diversas formas, trae aprendizajes de mucho tipo que tocan lo que hasta ahora era normal, era cotidiano, sencillamente porque ya dejarán de serlo. Habrá que mostrar qué aprendimos de todo esto, más allá del hecho que el planeta descansó sin la gente en la calle y tuvo un respiro en el mejor de los sentidos.

Habrá que seguir tercamente esperanzados en que vamos a salir adelante de esta con muchos aprendizajes, a reconocer las carencias, debilidades y contradicciones, pero, también, a reivindicar la solidaridad, la alegría, lo humano y la humanidad como posibilidad viable porque hay que parar para seguir. No podremos seguir haciendo las cosas como siempre las habíamos hecho, porque si algo ha quedado claro es que no podemos volver a la normalidad, a esa, porque justamente, esa normalidad es parte del problema.

__________

Notas

1   Se sabe que el 10 % de las muertes de Medellín y del Valle de Aburrá, están relacionadas con problemas respiratorios por la calidad del aire.

  En cuya alta vulnerabilidad me cuento, como sobreviviente a un atentado contra mi vida el pasado 4 de marzo, luego de haber recibido un panfleto de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia el 2 de marzo donde declaraban objetivo militar a varias agremiaciones universitarias, colectivos, estudiantes y profesores de la Universidad, donde yo ejerzo como Secretaria de la Junta Directiva de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia.

3   De Zubiría, J. (2020). “La educación en tiempos de cuarentena”, en: Revista Semana, abril 6, disponible en línea: https://www.semana.com/opinion/articulo/la-educacion-en-tiempos-de-cuarentena-columna-de-julian-de-zubiria/661969.

  Información en redes de la Ruta Pacífica de las Mujeres de Antioquia y de la Secretaría de las Mujeres de Medellín en sus páginas.
 

Este texto fue publicado en la última edición de la Agenda Cultural correspondiente al mes de mayo de 2020


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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