Un lagarto semiacuático y una polilla de vibrantes colores: nuevas especies descubiertas por investigadores UdeA
Un lagarto semiacuático y una polilla de vibrantes colores: nuevas especies descubiertas por investigadores UdeA
Echinosaura embera y Tigridania magdalenae, un lagarto y una polilla respectivamente, son las dos nuevas especies que habitan en Colombia descubiertas por biólogos de la Universidad de Antioquia. Un aporte al conocimiento de la diversidad biológica del país con sello UdeA.
El nombre Echinosaura embera deriva del nombre de los pueblos indígena Emberá que habitan en Panamá y Colombia. Foto: Cortesía / Daniel Vásquez Restrepo
«El que tiene mucho pero no sabe lo que tiene, no tiene nada», comentó Daniel Vásquez Restrepo, magíster en Ciencias Biológicas —recordando las palabras de uno de los profesores con quien se cruzó a lo largo de su carrera en la UdeA— al narrar cómo llegaron al descubrimiento de la Echinosaura embera, un lagarto espinoso semiacuático que habita en la cuenca del Atrato, norte del Chocó, y en la región del Darién, entre Colombia y Panamá.
Echinosaura es el género de lagartos que estudió el biólogo de la Alma Máter para su trabajo de pregrado en Biología y el primer acercamiento que tuvo a lo que siete años más tarde, tras su graduación, se convertiría en el descubrimiento de una nueva especie para Colombia.
«En el Chocó encontramos unos especímenes que no concordaban con la especie que creíamos —Echinosaura palmeri—, y por un estudio que habíamos hecho con anterioridad, sabíamos que podría tratarse de una especie nueva, pero no teníamos suficientes datos para comprobarlo. Así que realizamos análisis evolutivos y genéticos y, con la información que obtuvimos, confirmamos que, en definitiva, se trataba de una nueva especie de lagarto», contó Juan Manuel Daza, curador del Museo de Herpetología Universidad de Antioquia —MHUA— y coautor de la descripción de Echinosaura embera.
De acuerdo con Daza, fue gracias a los análisis filogenéticos que los investigadores lograron establecer que la historia evolutiva de los especímenes estudiados era independiente una de la otra. «Con análisis minuciosos encontramos que los lagartos del norte del Chocó hasta Panamá tienen una historia evolutiva diferente a los especímenes que habitan la parte sur del Chocó y hacia el Valle. Encontramos que los ancestros de cada grupo son diferentes y distantes el uno del otro», explicó.
Para llegar al descubrimiento de la Echinosaura embera se estudiaron un total de 130 especímenes de todas las especies del género, resguardados en la colección del MHUA y otros museos herpetológicos de Colombia y Estados Unidos.
En cuanto a su morfología, esta especie de lagarto espinoso se diferencia de sus congéneres principalmente por la forma en que las escamas de su cola están dispuestas. El arreglo de las escamas de embera es en forma de «V», mientras que los de palmeri, en forma de dos puntos. Además, los machos en los hemipenes —órganos reproductores— carecen de espinas agrandadas en forma de gancho en los costados.
«Hacer registros de estas nuevas especies es importante para nutrir el catálogo de biodiversidad del país. Esto nos permite entender mejor el territorio que habitamos y comprender cómo han sido los procesos que dieron origen a todas esas cosas que nos maravillan ahí afuera, con el fin de protegerlas y preservarlas», expresó Vásquez.
Origen indígena
Echinosaura es el género y el epíteto embera deriva del nombre de los pueblos indígena Emberá que habitan en Panamá y Colombia, de la región del Darién, a lo largo de la costa del Pacífico en el Chocó.
«Elegimos este nombre para reflejar la nueva distribución de especies, que se asemeja mucho a parte del territorio histórico ocupado por el pueblo Emberá. En particular, entre los emberá del occidente de Colombia, existe un subgrupo étnico conocido como Emberá Dobidá, a los que se les conoce como “gente del río”. Así, el nombre no solo refleja la superposición geográfica, sino que también traza un paralelo poético entre la “gente del río” y este lagarto que habita en los arroyos», explicó Daniel Vásquez.
Tigridania magdalenae, la polilla-avispa más grande de Colombia
Pareja de Tigridania magdalenae en cópula. Foto: Cortesía / Camilo Flórez Valencia
Amarillo y rojo vibrantes son los colores de la Tigridania magdalenae —del género Tigridania Kaye y de la familia Erebidae—, la polilla descubierta por el biólogo Julián David Alzate Cano, con el acompañamiento de la investigadora Marta Wolff Echeverri, doctora en Ciencias Biológicas y coordinadora del Grupo de Entomología Universidad de Antioquia —Geua— y el entomólogo francés Michel Laguerre.
«Se trata de una polilla —del orden lepidóptera—relativamente grande; entre sus congéneres es la más grande que hay en el país. Su envergadura es de alrededor de 6 a 7 cm con las alas extendidas. Es muy robusta, el grosor del tórax se asemeja al de un dedo meñique. Sus alas son transparentes con venas negras al igual que el tórax y la cabeza, mientras que el abdomen está cubierto de escamas amarillas en la región anterior y rojas en la región posterior», explicó Alzate.
El orden lepidóptera, en el que se incluyen las mariposas y las polillas, contiene alrededor de 160 000 especies conocidas, con una cantidad similar que aún no han sido descritas. Aunque no existen cifras exactas, se estima que en Colombia podrían habitar hasta 30 000 especies diferentes de mariposas y polillas. Entre esta gran diversidad se encuentran las polillas avispa, caracterizadas por sus vivos colores y formas que mimetizan principalmente a las avispas y de las cuales en el país existen cerca de 265 especies, incluyendo este nuevo descubrimiento.
De acuerdo con la investigación y el lugar donde fueron recolectados los tres ejemplares estudiados —dos hembras y un macho—, esta polilla habita áreas del Magdalena Medio antioqueño, razón por la que se le otorgó el nombre de Tigridania magdalenae.
«Lo mínimo que se necesita para apreciar o tener cierta conexión con algo es que ese algo tenga un nombre. Hay una frase que me marca mucho del libro de Cien Años de Soledad. “El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo” y es increíble que en biología eso todavía pase, y, seguramente, seguirá pasando. Entonces poder darle un nombre a ese ser es muy valioso porque a partir de allí se abren las puertas a más estudios para entender la especie a mayor profundidad», comentó el investigador Alzate.
Los especímenes estudiados se encuentran en la Colección Entomológica Universidad de Antioquia. El más antiguo fue recolectado en 1986 en Río Claro, entre los municipios de Puerto Triunfo, San Luis y Sonsón, en Antioquia, y los otros dos fueron recolectados en cópula en marzo de 2012, en El Prodigio, corregimiento del municipio de San Luis, del mismo departamento.
Los investigadores tienen la hipótesis de que los colores vívidos de la especie se deben a que casi todas las polillas de este grupo —conocidas como polillas-avispa precisamente porque se asemejan a avispas y abejorros—, cuando son orugas se alimentan de plantas que tienen sustancias tóxicas que generan mal sabor, por lo que básicamente los colores serían una forma de advertir a sus depredadores que su sabor es desagradable.
Determinar que se trata de una nueva especie requirió de una minuciosa investigación, estudio de especímenes, verificación en la literatura existente y consulta con especialistas para corroborar que, en efecto, aún no se había documentado este descubrimiento.
«Es complejo reconocer una especie nueva, entre muchas otras, en organismos tan diversos y abundantes como los insectos, ya que se requiere de un amplio conocimiento de ese grupo de organismos y de la búsqueda exhaustiva de individuos similares, tanto en la literatura como la revisión de especímenes en colecciones y catálogos ilustrados. Finalmente, requiere de un trabajo descriptivo minucioso en el cual se tiene que demostrar cuáles son esos caracteres que lo hacen diferentes a las demás especies conocidas, lo cual, de acuerdo con el Código Internacional de Nomenclatura Zoológica, debe ser validado por pares, o sea por expertos mundiales en ese grupo, y debe ser publicado en una revista científica replicable y de amplia difusión y que, por último, esos individuos sean depositados en una colección reconocida. En el caso de Tigridania magdalenae, cumple con todos los requisitos para ser reconocida mundialmente como una nueva especie», explicó la profesora Wolff.
Registrar el descubrimiento de una nueva especie no solo es un aporte al conocimiento sobre la biodiversidad, es además una razón más para que se tome conciencia por su cuidado y preservación.
«Cuando se describe una especie nueva para el mundo no solo se está contribuyendo al conocimiento de la diversidad biológica, sino que, al mismo tiempo, se está informando del entorno en el cual esa especie puede existir: la altura sobre el nivel del mar, el clima, el tipo de vegetación, de suelo, humedad, entre otros. Toda esta información en su conjunto es tan valiosa como la especie en sí misma, ya que son estos datos los que pueden orientar sobre la protección de esos ambientes», agregó la investigadora Wolff.
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