Odontología: entre el desconsuelo y la decepción
Odontología: entre el desconsuelo y la decepción
«Esta profesión nació dentro de la medicina. Fue una especialidad más. Hoy es un apéndice amputado, sin relación con el resto del cuerpo, sin diálogo interdisciplinar, sin conciencia biológica. El mundo de este profesional es otro: el de las luces blancas, los gabinetes llamativos, las metas mensuales impuestas por un gerente, los sobrecostos disfrazados de modernidad. Y así, la odontología se volvió mórbida y acéfala».
Hace un siglo, la odontología en Colombia era oficio de «barberos-cirujanos» —sacamuelas—. En 1918, la Escuela de Odontología de la Unal marcó el inicio; para 1940, ya había graduados y colegios regulando la práctica. De oficio rudimentario pasó a ciencia y servicio. Hoy, con vergüenza, debo decirlo: hemos vuelto a la barbería. No podemos seguir ignorando que el primer derecho del paciente es a no ser sobretratado.
La odontología actual ha perdido su rumbo, se ha desfigurado. Tomó el rumbo de una práctica mercantilista, acrítica, vistosa y vacía, disfrazada de innovación, sin ética ni propósito. Hoy se vende salud bucal con las mismas estrategias que un concesionario vende seguros: «consulta gratis», «devolvemos tu dinero si no te gusta tu sonrisa», «blanqueamiento sin dolor». ¿De verdad esta es la evolución que imaginábamos? Nuestra federación lo llama Uberización.
Este es ya un problema sistémico de causas claras: Colombia gradúa en promedio 1000 odontólogos anuales —42 facultades—, pero el sistema solo absorbe 400. Un exceso que hunde salarios y satura ciudades, mientras zonas rurales siguen sin acceso. Y por si fuera poco, el Conaces confirma el desastre: de 42 facultades de Odontología, solo 18 cumplen estándares de calidad —57 % incumplen— y el 70 % sin condiciones mínimas. Afirman además que: «gradúan odontólogos sin habilidades y Min Educación sigue autorizando nuevos programas». Según la OMS se necesitaría máximo 16 000 odontólogos, pero hay más de 64 000 —cuatro veces más—. Esta crisis aumenta todos los semestres sin garantía de empleo digno, ni impacto en salud.
Aunque los gremios médicos exigen cerrar facultades para evitar saturación, la Acfo guarda silencio y promueve hipócritamente el «emprendimiento» como salida —aún si implica migrar o aceptar salarios bajos—. Su inacción expone su doble discurso y un posible conflicto de intereses, dada su financiación por empresas como Colgate o 3M.
A pesar de que el presupuesto para salud bucal cayó del 18 % (1980) al 1 % actual, los gremios callan y no actúan... mientras el 89 % de los niños sigue con caries, igual que en 1965. Las EPS privilegian implantes sobre prevención en tanto 12 000 millones de pesos para fluorización «desaparecen» en 2015 sin consecuencias. Sumando a la incongruencia, Min Salud invierte 60 veces menos en prevenir caries que en extracciones (OPS, 2023).
La mayoría se quedan en las grandes ciudades —más del 80 %—, compitiendo entre sí, subvalorando sus servicios y sometiéndose a jefes que los fuerzan al sobretratamiento. Entonces, ¿Cuál salud pública? ¿Cuál prevención? El modelo los empuja a vender «diseños de sonrisa» en lugar de prevenir. La salud no es un modelo de negocio, pero hoy se negocia.
Los planes curriculares aún predican «mística profesional», pero recortaron un 11 % las ciencias básicas: la deserción ahora es tabú. El odontólogo ya no conecta con otros especialistas médicos. Y pese a que el sistema estomatognático vincula todo el cuerpo, hoy solo importa la estética: como si fuera su monopolio. Como si la belleza no viviera también en una flor silvestre, en una palabra honesta, o en la pisoteada ética.
La ortodoncia se vende como la cura de todos los males. Blanqueamientos tóxicos, carillas e implantes —ahora «mejores que los dientes», dicen— florecen en este mercado de dismorfofobia. Se extraen piezas sanas, se fuerzan huesos, se trata lo que no duele... solo porque «no luce perfecto». Pero, los índices de salud bucal estancados hace 40 años. Todos miran hacia otro lado: gremios, ministerios, universidades. El problema es estructural: una profesión sin planificación, ahogada en graduados sin empleo digno ni espacio para la prevención. Al final, cada odontólogo descubre la amarga paradoja: para sobrevivir, debe vender lo innecesario... traicionando su vocación.
La sobrepoblación de odontólogos no es una casualidad. Es un resultado directo de la negligencia estatal y la complicidad de las universidades. Desde la Ley 30 (1992), la educación superior se desreguló con el pretexto de la autonomía, y las facultades de odontología brotaron como franquicias de comida rápida —creciendo 1000 %—. Funcionan como fábricas de producción intensiva... de desempleados. No les importa si hay trabajo, cobertura o ética. Solo importa seguir llenando cupos... y cobrando matrículas.
¿Dónde está la advertencia seria al joven que quiere estudiar odontología? ¿Dónde se le dice que si no está dispuesto a irse a la Colombia profunda, con vocación real de servicio, terminará frustrado, precarizado y empujado a vulnerar pacientes para sobrevivir? Esta profesión ya no permite la movilidad social, porque ya no es factor de desarrollo. Egresados formados para ciudades saturadas, con deudas impagables y sin opciones éticas para ejercer. No cargarán un arma, pero estarán igual de sometidos: al mercado.
Hoy se ha desdibujado la frontera entre salud y enfermedad: todo paciente es tratado como un caso rentable... un intervencionismo adrede. El paciente sano ya no se respeta, ni se le pregunta por el Motivo de Consulta; se le diagnostican defectos estéticos inexistentes y se le venden «soluciones» innecesarias, como si se ofreciera maquillaje o seguros. Esto no es salud, es abuso... pasamos de profesión liberal a oficio libertino. La iatrogenia se normaliza: se interviene sin indicación clínica, solo por demanda del mercado.
El discurso médico ha sido reemplazado por el comercial; ya no se habla de diagnóstico diferencial, sino de «paquetes premium», donde el marketing y la moda dictan las decisiones clínicas. Nada de práctica empática y de servicio tutelar y protector, mucho menos un enfoque epidemiológico o al menos crítico. Aunque esta profesión ocupa por periodos los primeros tres puestos de morbi-mortalidad en el país, algunos creen que esa responsabilidad no es del odontólogo sino del Estado.
Y los pacientes, confundidos, terminan siendo clientes mal informados, seducidos por promesas absurdas: «sonrisa perfecta sin dolor», «microcirugía plástica de las encías», «terapia invisible». Todo sin bases sólidas. Disparates tremendistas y efectistas. Pero ¿quién regula y pone freno? Nadie. El que denuncia es tachado de «incómodo» y es excluido. Y mientras tanto, los verdaderos problemas siguen igual: caries, periodontitis, pérdida dentaria, apnea y ronquido, dolor craneofacial, cefaleas, resequedad oral, nutrición, digestión... y sin mencionar las comorbilidades sistémicas que produce su omisión.
Esta profesión nació dentro de la medicina. Fue una especialidad más. Hoy es un apéndice amputado, sin relación con el resto del cuerpo, sin diálogo interdisciplinar, sin conciencia biológica. El mundo de este profesional es otro: el de las luces blancas, los gabinetes llamativos, las metas mensuales impuestas por un gerente, los sobrecostos disfrazados de modernidad. Y así, la odontología se volvió mórbida y acéfala.
No todo lo que se puede hacer, debe hacerse. Un esmalte sano y natural vale más que cualquier carilla o químico tóxico blanqueador. Un diente vivo vale más que cualquier implante. Un paciente confiado y agradecido vale más que cualquier «cierre de venta». Pero esa es la verdad, en este momento, no se enseña, celebra ni defiende. Al contrario, se pontifica sobre estética y modelos de negocio en una profesión supuestamente de vocación de servicio. Entonces, con respeto —pero con firmeza—, me pregunto: ¿Se puede dejar de hacer daño a los pacientes sanos y abandonar el modelo obsceno del sobretratamiento para centrarse en los indicadores de salud bucal que siguen estancados?
Yo, sinceramente, creo que no porque el sistema está cómodo y prefieren seguir callando. Pero sé que hay quienes sí lo ven, los que aún creen que esta profesión puede volver a ser digna, los que saben que una sonrisa sana empieza por una conciencia ética despierta.
Plus: Benjamín Herazo Acuña: «La odontología es hacer el bien». Tuve el privilegio de estudiar con este maestro que enseñaba a prevenir, conservar y cuidar con procedimientos simples. Hoy, ese legado se pierde ante el ruido vacío de la «cosmética» bucal.
Referencias bibliográficas:
- Registro Único Nacional del Talento Humano en Salud - REUTS (Ministerio de Salud, 2023)
- Observatorio Laboral del Ministerio de Educación (2022-23): Hay 2.5x más graduados que demanda.
- Ley 30 de 1992 (diciembre 28) por la cual se organiza el servicio público de la Educación Superior en Colombia. Diario Oficial No. 40.700. Articulo 20 y Articulo 28.
- Asociación Colombiana de Facultades de Odontología (ACFO). Congreso de Medellín, 2023.
- Ministerio de Salud y Protección Social (2023): Necesidades de Talento Humano en Salud.
- Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (SNIES) (2015-24).
- CONACES 2023 (Comisión Nacional de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior): Calidad de los programas de Odontología en Colombia.
- Federación Odontológica Colombiana (2023): “Uberización de la profesión”. “La odontología low-cost” no es innovación”.
- Sindicato de Odontólogos (SINODONTO) (2020-23): Desempleo y precarización.
- Contraloría, Informe de Gestión Fiscal 2016.
- Informe de La Silla Vacía (2022): El negocio de las facultades de odontología que está dejando sin futuro a miles.
- Universidad Nacional (2020, 2021): Sobreexplotación laboral en odontólogos jóvenes: entre la deuda educativa y el subempleo.
- OCDE (2023): Colombia tiene más odontólogos per cápita que México o Chile, pero con menor cobertura en salud bucal.
- Encuestas Nacionales de Salud Bucal: ENSAB IV (2014), ENSAB III (1998), ENSAB II (1993-94), ENSAB I: Evaluación Nacional de Salud Bucal (1980), Pre-ENSAB: Universidad Javeriana + Ministerio de Salud (1960-1980), Cendex, 2009.
- Análisis de Situación de Salud Bucal (ASIS) 2022.
- ENDES 2022 (Encuesta Nacional de Demografía y Salud).
- Estudios de la OPS/OMS en Colombia (2023).
- Investigador en ciencias de la salud y observador de asuntos globales.
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