Carlos Gaviria Díaz. Los desafíos de un legado
Carlos Gaviria Díaz. Los desafíos de un legado
«La afortunada circunstancia de tener la biblioteca personal del maestro y poder acceder a ella conjuntamente con materiales inéditos —cartas, fichas, separadores, fotos y otros—, ofrece la oportunidad para comprender cómo se han forjado nuestros letrados y de qué modo ese conjunto de lectura y pensamiento se desdobló hacia la construcción cívica de nuestra sociedad y nutrió los ideales de la democracia. Una biblioteca que priva, restringida y restrictiva, también mata, aniquila y destruye los bienes humanos, el saber y el conocimiento, como bienes públicos».
«Supo bien aquel arte que ninguno supo del todo, ni Simbad, ni Ulises, Que es pasar de un país a otros países y estar íntegramente en cada uno» —J. L. Borges a A. Reyes, In memoriam—
La generosa cesión de la biblioteca personal del maestro Carlos Gaviria Díaz por iniciativa de la familia a nuestra Universidad constituye un acto de bondad invaluable de sus allegados y compone un legado que, con el tiempo, será un acervo patrimonial, cultural y, en especial, un erario intelectual alcanzable para las futuras generaciones. El acceso público de dicho material es una de las mejores defensas de la universidad pública, porque la conservación, la clasificación, la ordenación, la catalogación y la disposición bibliográfica de esos materiales personales, entre otras vicisitudes, de nuestros letrados y letradas, quienes con su pensamiento, obra y opiniones incomodaron lo establecido y al establecimiento, es lo que honra y garantiza que el pensamiento se torne vivo, que no perezca y caiga en el letargo del tiempo, y nos invita a pensar que esos luchadores ilustrados no hagan parte del inexorable olvido, de la peste que carcome nuestros recintos, que es una de las formas más expeditas de privatización y de destrucción de la Alma Máter.
Las bibliotecas personales al servicio de la ciudadanía constituyen un antídoto contra despotismos y tiranías, porque ese material hecho público, accesible y libre —no oculto y restringido— es una actitud que alienta la democracia. Estos archivos, en especial de letradas y letrados quienes incomodaron lo establecido y los establecimientos rancios y retrógrados; lucharon por la defensa de los derechos y las libertades; defendieron el saber y el humanismo como bienes universales; y por sus lecturas animaron y nutrieron visiones alternativas y divergentes frente a los lacerantes problemas que nos azotan continuamente, enaltecen y enriquecen el sentido y el significado de la universidad pública, revitalizan el mito y el espíritu de lo que se entiende como Alma Máter.
De modo que la entrega oficial de la biblioteca personal del maestro Carlos Gaviria, el 14 de mayo de este año, constituye un desafío, porque estimula, por un lado, a indagar con ética y responsabilidad la existencia vital e intelectual de ese maestro íntegro y a carta cabal como fue el insigne liberal Gaviria. Él extendió el aula —como espacio y espíritu— a otros escenarios públicos donde se batió, lo que lo hace un maestro muy diferente a esos burócratas incrustados en las oficinas y en los escritorios de la universidad, esos que fungen como profetas y demagogos en las aulas, pero que, de manera habitual, son los protagonistas que han destruido el espíritu universitario. Por el contrario, el maestro Gaviria tuvo la osadía y el talento de hacer de esos otros espacios públicos —decanatura, vicerrectoría, senado, magisterio constitucional y candidatura presidencial— los lugares donde precisamente deben ser iluminados, con otra luz, con aquella llama del eterno enseñar, del siempre desaprender lo aprendido, consigna que es una entre otras que dirigieron los valores del inigualable abogado de nuestra Universidad.
El cuerpo de nuestras muchas letradas y letrados ha desaparecido de este plano material, pero, como contracara, sus trayectorias existenciales e intelectuales, sus ideas y pensamientos, sus opiniones perviven plasmados en esos materiales editados. Cada libro es testimonio de una parte esencial de la existencia vital e intelectual; y es un trazo de la vida intelectual, es una huella indeleble de quienes dedicaron su vida no solamente a la lectura y al pensamiento, sino, además, a pensar e imaginar aquello que no tiene lugar y, no obstante, se puede ubicar, tiene existencia en algún momento y en algún espacio, es decir, le dieron sentido y significado real a la utopía. Es tan terrible el peso de ciertas cosas humanas.
Le damos preponderancia a la tumba —y hay que hacerlo con razón—, pero en el caso de nuestros pensadores, no le rendimos culto a sus libros, a sus notas adyacentes de las páginas que recorrieron palpando con sus manos, que son trazos indelebles de la existencia. Esos libros leídos por nuestros maestros no significan nada para muchos, pero ¿para qué idolatrar la tumba oscura y vacía si la luz de la existencia y del pensamiento quedó sellada y se irradió como torrente de vida en cada una de las páginas quizás subrayadas y anotadas? En los párrafos leídos se expandió la vida y la existencia. Revisando al vuelo su biblioteca —hoy disponible al público en la biblioteca de nuestra Universidad— se evidencia que el maestro Gaviria fue un lector heterodoxo —De Pico de la Mirandola a Wittgenstein, de E. de la Boétie a I. Berlin—, y que no usó la lectura para la llenura intelectual, para la apariencia, para lo ornamental y para rendir culto a las banalidades como es lo habitual de los docentes de hoy, lectores para la servidumbre y el sometimiento, para el rendimiento, la rentabilidad y los resultados, lectores prestos a claudicar, que es lo corriente hoy de la vida universitaria.
La lectura no fue para el maestro liberal consecuente y coherente un aditamento para pensar, para reflexionar y para analizar; la lectura constituyó no solamente placer y entretenimiento, fue más allá, la lectura fue para el inigualable magistrado un desafío moral y ético, una exigencia pública y cívica. Lectura y polis, las páginas que pasaron por las manos del maestro constituían un alimento nutricio para poder descifrar el enigma de la vida y de la polis. La lectura heterodoxa del insigne maestro fue en doble vía de desacralización; desprejuiciarse a sí mismo y destruir los prejuicios de los demás. Uno de los rasgos más significativos del maestro fue concebir esa actividad superlativa y desterritorializar la enseñanza, llevando el aula a otros espacios de la vida personal y pública. El maestro llevó el aula a muchos otros espacios de la vida social, en especial a aquellos donde cumplió con ética sus responsabilidades, al punto que asumió en sus últimos años ser candidato presidencial y, pese a que fue enjuiciado, fustigado y hasta vituperado por ello, no le restó a su textura vital e intelectual; por el contrario, su decisión lo elevó a ser uno de los universitarios más coherentes y consecuentes, más íntegros, porque precisamente el desafío que asumió —tener una injerencia en lo público y político, no enclaustrarse como es lo usual de los universitarios— le otorga un lugar inobjetable como un intelectual íntegro, el intelectual comprometido, el intelectual público y cívico por excelencia.
Un intelectual adelantado, en el aula y en lo público, con ética y coherencia, con una visión plural y diversa. Ello se podrá constatar hurgando su biblioteca personal, y será probable indagar sobre sus preocupaciones y sobre sus permanentes inquietudes existenciales e intelectuales: ¿qué leía?, ¿cómo leía?, ¿qué obras y autores forjaron su médula analítica y reflexiva? Es plausible que al acceder a la biblioteca del maestro se pueda investigar cómo esas lecturas que hizo le permitieron forjar unas imágenes sobre nuestra Universidad, sobre la sociedad, sobre los problemas políticos y jurídicos de nuestra nación.
De modo que la afortunada circunstancia de tener la biblioteca personal del maestro y poder acceder a ella conjuntamente con materiales inéditos —cartas, fichas, separadores, fotos y otros—, ofrece la oportunidad para comprender cómo se han forjado nuestros letrados y de qué modo ese conjunto de lectura y pensamiento se desdobló hacia la construcción cívica de nuestra sociedad y nutrió los ideales de la democracia. Una biblioteca que priva, restringida y restrictiva, también mata, aniquila y destruye los bienes humanos, el saber y el conocimiento, como bienes públicos. Los desafíos para poner a circular la biblioteca del maestro Gaviria no son pocos; no basta conservar, ordenar, catalogar, clasificar y organizar bibliográficamente. La divulgación y su apropiación son fundamentales, más aún cuando lo que se debe propender es que llegue al ciudadano, a la gente de a pie y que no se convierta en el acervo de expertos y especialistas, de unos pocos sabios —sería absurdo y una afrenta para quien luchó por los derechos individuales y por los desvalidos, marginados y subyugados—.
La divulgación democrática y popular de la biblioteca del maestro Gaviria dependerá fundamentalmente de cómo se haga, con ética y con valor cívico, como correspondería con el insigne letrado liberal. Para ello es obligado —y se ha hecho— un orden de los materiales, pero, ante todo, una consagración y un cuidado en la lectura que permita conocer seriamente y con minuciosidad lo que implica un proyecto de estudio a largo plazo de los libros y de sus variadas intervenciones orales y escritas, es decir, invertir en estudiosos que organicen el pensamiento del maestro, se hagan publicaciones editadas con estudios sencillos y pedagógicos, se proponga y alienten cátedras, foros, seminarios, tertulias, encuentros y, en especial, que se digitalice. Esto, además de otras actividades que permitan que las estanterías donde reposan los libros y otros materiales del maestro puedan circular en la comunidad universitaria y por fuera de ella; de contario se enmohecerán, se plagaran de hongos, se irán deteriorando, carcomidos por la tiranía implacable del tiempo.
El modo de dignificar y honrar la entrega oficial de la biblioteca personal del maestro Gaviria es divulgarla al ciudadano de a pie, darle propiedad a cada uno de los ciudadanos de la obra, lecturas y pensamiento de nuestro maestro liberal, excelso lector cívico y moral, quien con su cátedra, su labor en la administración universitaria, su papel de senador, de magistrado y de candidato presidencial, siempre supo que en el leer y los libros yacen los trazos testimoniales de nuestras existencias, pero ante todo, quedan las huellas registradas de nuestros avatares existenciales. Sin duda los desafíos por la custodia y la divulgación de la biblioteca personal planteará desafíos a nuestra Universidad, porque como el mismo maestro lo plantearía en sus diversas exposiciones: la defensa de la universidad pública depende de la calidad del saber; del pensamiento, que depende de los libros; de las lecturas que se hagan; y depende, en esencia, de lo que se entienda por humanismo, de lo humano y cómo irradiarlo del aula a la cátedra, del hogar a la plaza pública.
Es importante recordar que en el año 2003, al cumplirse los doscientos años de nuestra universidad, el maestro brindó una conferencia que se publicó en la obra conmemorativa (1), en la que luego de citar a Eduardo Caballero Calderón, quien dijo que en Madrid se sentía mejor que en su casa, replicó el maestro que él, en la Universidad de Antioquia, se sentía como en su casa. Dignificar y honrar al lector maestro, exigirá afrontar los desafíos que hoy implican conocer y divulgar sus libros que yacen en el segundo piso de la Biblioteca, justamente llamada Carlos Gaviria Díaz, corazón y nervio de nuestra Alma Máter, espacio que cumple, este año, 90 años de existencia.
Referencia: (1) Memoria de una efeméride. Medellín: Universidad de Antioquia. 2003. Carlos Gaviria Díaz. La responsabilidad social del egresado de la Universidad de Antioquia. pp. 407-415.
- Para compartir esta columna, le sugerimos usar este enlace corto: https://bit.ly/4kulWQu
Notas:
1. Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.
2. Si desea participar en este espacio, envíe sus opiniones y/o reflexiones sobre cualquier tema de actualidad al correo columnasdeopinion@udea.edu.co. Revise previamente los Lineamientos para la postulación de columnas de opinión.
Portal U de A - Redes Sociales - WCV(JSR 286)
Portal U de A - Datos de Contacto (Noticias) - WCV(JSR 286)
Portal U de A - Comentarios de Facebook - WCV(JSR 286)
Listado Lo más popular
-
Academia Sociedad Cultura
Biblioteca de la UdeA se enriquece con herencias de intelectuales
19/05/2025