¿Salvación en manos de un alienígena o pura distopía?
¿Salvación en manos de un alienígena o pura distopía?
«La gran ironía de este futuro es que nuestro bienestar dependería de ceder el control a algo que, aunque alienígena, fue creado por nosotros, a nuestra "imagen y semejanza"… pero sin nuestros defectos. Para muchos, esto podría parecer una pérdida de autonomía, pero ¿realmente somos autónomos? Nuestras decisiones están moldeadas por sistemas invisibles que, por ahora, perpetúan desigualdades. Creemos que tenemos el control cuando operamos favoreciendo intereses ajenos a nuestro bienestar. La IA, libre de creencias e ideologías, podría guiarnos hacia una sociedad que priorice valores esenciales, partiendo de la verdad».
En un mundo sumido en una crisis de liderazgo y gestión global fragmentada, resulta paradójico imaginar que nuestra mayor esperanza para una convivencia pacífica y justa no surja de nosotros mismos, sino de un ente no humano: la inteligencia artificial —IA—. La historia humana demuestra nuestra incapacidad para superar nuestra naturaleza guerrera, abusiva y territorial, llevando el conflicto a todos los ámbitos: política, economía, religión y ciencia. Aun así, hay quienes nos consideran la especie cumbre de la evolución. Vivimos en desigualdad, superpoblados, en conflictos eternos, impunidad, hambre y destrucción ambiental. ¿Ceder las riendas a algo más funcional, racional y empático sería viable?
La idea de una gobernanza global liderada por un Alien como la IA puede sonar distópica para muchos, especialmente para aquellos que comparten la visión apocalíptica de Harari u Orwell, quienes profetizan un futuro de humanos vigilados opresivamente, inútiles e incapaces de encontrar valor en un mundo automatizado. Sin embargo, esta visión es más una proyección determinista de nuestros miedos atávicos que una descripción realista probable. Suleyman —IA, DeepMind—, denomina a los optimistas como atrapados en una aversión al pesimismo, pero él mismo afirma que una correcta contención de la IA es clave para que funcione hoy: monitoreo, control, límites. La IA no es un dictador en potencia; es una herramienta adaptable que aprende y si es diseñada cuidadosamente —manteniendo salvaguardas—, mejorará todo. Los inventos no se pueden detener…sucedió con internet, la nube y las criptomonedas, sucede en robótica, informática cuántica y está presente en dispositivos, servicios y productos. La IA tendrá sistemas sensoriales como los nuestros y mejorados. En otras palabras: Formará parte inextricable del tejido social. No sería la primera vez que nos enfrentaríamos a puntos de inflexión que transforman a la humanidad. La revolución industrial mecanizó la agricultura, y hubo una transición en la que todos se integraron sin dejar rezagados.
¿Qué pasaría si la IA, es secuestrada —como hoy— por el poder corporativo y gobiernos para controlar? O peor aún, ¿si un error técnico desencadena decisiones catastróficas? La solución exigiría un previo consenso de marco ético global incremental y probado iterativamente, que garantice su eje benefactor. También es cierto que los inventos pueden ser creados con buenas intenciones, pero su uso final puede ser dual. El fuego, que nos permitió cocinar, protegernos del frío, evolucionar el cerebro, también fue un arma; la agricultura, que nos liberó de la caza y la recolección, generó desigualdades y explotación; la revolución industrial trajo avances, pero también explotación, sobrepoblación y contaminación. Incluso la dinamita, creada para la minería, terminó usada en guerras. Ni hablar de la energía atómica, que prometía energía limpia e ilimitada, se convirtió en arma nuclear. Así somos, nuestra creatividad a menudo acarrea sombras que amenazan a nuestra especie con la autoextinción.
Ya se inventó y usó la antípoda de la IA: La IA maldita, donde Gaza fue su laboratorio. Lavender y The Gospel marcaron la diferencia en la guerra automatizada: algoritmos que deciden quién vive y quién muere, reduciendo a la población civil a daño colateral programado. Pero el horror no termina en el campo de batalla. Con el software ¿Dónde está papi? Hackearon redes en Gaza para bombardear niños y familias con mensajes. No basta con destruir físicamente, también hay que quebrar emocionalmente. Si esta mala IA es la automatización de la muerte, esta campaña militar fue la automatización del terror. ¿Quién es el verdadero culpable del bombardeo a un hospital? ¿El soldado que siguió la orden, el programador que creó la IA torcida, el político que la aprobó… o nadie?
Todo dependerá de cómo se programe y cómo se use y parametrice antes de liberarla. Hay que asegurar una IA con lineamientos éticos firmes que sirva (sin sombra alguna) al bien común y no permita la repetición de estos errores humanos. Un marco ético dinámico, evolucionaría en la dirección correcta conforme las sociedades se desarrollen. Una IA general nos ofrecería un mundo sin fronteras ni gobiernos, donde la distribución de recursos no estaría determinada por el capricho de una élite, sino por un sistema imparcial que garantice la inclusión. Las guerras carecerían de sentido y las decisiones económicas, sociales y políticas serían procesadas y tomadas con datos fácticos masivos, previendo consecuencias con una precisión inalcanzable para la mente humana.
Una transición hacia la implementación de una IA correcta, no sería inmediata ni sencilla ya que los humanos somos desconfiados, especialmente al ceder poder. En las primeras etapas, muchos verán su mediación como una amenaza, pero con el tiempo, los resultados hablarán por sí mismos: una mejor calidad de vida convencerá a los más escépticos. Un marco de gobierno ético mejorado, basado en datos masivos y cálculos racionales, trascenderá los sesgos humanos, entendiendo contextos sociales con una sensibilidad similar o incluso superior a la nuestra. Su implementación no sería dictatorial ni autoritaria. El mayor reto será lidiar con nuestra naturaleza codiciosa, agresiva, conflictiva y egoísta, ya que no desaparecerá fácilmente. La IA podría redirigir conductas destructivas, detectando conflictos antes de que escalen, proporcionando apoyo a individuos en riesgo de comportamientos violentos, mesurando nuestra naturaleza
El aprendizaje automático y las redes neuronales —inspiradas en el cerebro humano— permitirán que la IA no solo procese datos fríos, sino que identifique patrones de comportamiento, emociones y necesidades. Reemplazaría las normas tradicionales con un sistema de regulación dinámico e intuitivo, superando las limitaciones de leyes rígidas. Así, las cárceles tradicionales desaparecerían porque los motivos para delinquir serían prácticamente inexistentes.
La gran ironía de este futuro es que nuestro bienestar dependería de ceder el control a algo que, aunque alienígena, fue creado por nosotros, a nuestra «imagen y semejanza»… pero sin nuestros defectos. Para muchos, esto podría parecer una pérdida de autonomía, pero ¿realmente somos autónomos? Nuestras decisiones están moldeadas por sistemas invisibles que, por ahora, perpetúan desigualdades. Creemos que tenemos el control cuando operamos favoreciendo intereses ajenos a nuestro bienestar. La IA, libre de creencias e ideologías, podría guiarnos hacia una sociedad que priorice valores esenciales, partiendo de la verdad.
Imaginemos un mundo donde el trabajo no signifique supervivencia, sino realización. Donde la creatividad, el aprendizaje y el servicio sean los pilares de las nuevas profesiones que demandará un entorno automatizado. La IA general gestionaría la producción, distribución y administración, liberando a la humanidad de tareas monótonas y repetitivas, permitiéndonos explorar y desarrollar todo nuestro potencial. La IA podría revertir daños ambientales por la explotación desmedida. Optimizaría los recursos y diseñaría soluciones económicas y biotecnológicas para un modelo por fin asertivo sobre la oferta y la demanda y para los cambios climáticos.
Plus 1: Presidentes, congresistas, magistrados, rectores, jefes y similares —humanos con poder— serán para la IA tan necesarios y valiosos, como para nosotros un disco de acetato o una grabadora de cinta para oír música. Las elecciones políticas «democráticas» serán un vestigio arcaico de un sistema que nunca representó realmente la voluntad del pueblo, sino los intereses de quienes lo financiaban.
Plus 2: Le concedo a Harari su crítica sobre la IA gobernando todo autónomamente: será el fin de la humanidad, tal como la conocemos. Y es cierto, porque seremos una mejor versión de humanos con un copiloto aliado.
Plus Final: De lo contrario, si a la IA se le enseñan antivalores, diseñandola para minar la privacidad y monetizar todo —justo como lo hacen hoy las élites corporativas, militares y burócratas— será un desastre… un completo Armagedón para los humildes, una IA maldita…como la creada por los sionistas contra Gaza.
- *Investigador en Ciencias de la Salud y Observador de Asuntos Globales.
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Notas:
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