Opinión

Recientemente varios medios de comunicación dieron a conocer un episodio en el que un candidato al Concejo de Medellín, quien había anunciado su visita a la Universidad de Antioquia como parte de su campaña «Medellín sin capuchos», tuvo que salir del campus en medio de rechiflas y expresiones de rechazo de varios estudiantes. Luego, el representante a la Cámara por el partido Centro Democrático, Miguel Abraham Polo Polo, atizó el malestar de la comunidad universitaria al afirmar que la Universidad de Antioquia era una «Cloaca llena de terroristas urbanos» (1). 
  
Quiero expresar mi más firme rechazo a las palabras del representante Polo Polo, quien no solo ha aprovechado su posición de poder para promover un discurso de odio en contra de quienes piensan diferente, sino que reproduce prácticas de estigmatización que han causado mucho daño en el pasado. Igualmente, lamento que el candidato mencionado haya pretendido instrumentalizar la universidad pública como estrategia de campaña. Con el fin de proponer una reflexión, quiero resaltar dos asuntos que comienzan a emerger en época de elecciones: la estigmatización de la universidad pública y la construcción de nuevos enemigos como mecanismo de apoyo electoral.
 
Con respecto a la estigmatización, recientes investigaciones, entre las cuales se encuentra el Informe de la Comisión de la Verdad, han permitido hacer memoria sobre la violencia que se desplegó en contra de las universidades públicas en nuestro país. Recordemos que, en nombre de la seguridad promovida por el Estado, se configuró la idea de un enemigo interno que había que combatir y que no incluyó solo a los actores armados, sino también a sectores sociales como sindicatos, partidos de izquierda y a las universidades públicas. En desarrollo de esta nefasta doctrina, organismos de seguridad y, posteriormente, grupos paramilitares, persiguieron, amenazaron, retuvieron, torturaron, obligaron al exilio, desaparecieron o asesinaron a empleados, profesores y líderes estudiantiles, ya fuera por su militancia con sectores de izquierda, o ya fuera por su compromiso en la defensa de derechos humanos. Recomiendo prestar atención al siguiente material (2)

Igualmente, múltiples medios de comunicación contribuyeron a crear representaciones negativas que aún persisten en contra de la comunidad universitaria. Y tampoco se puede negar que diferentes grupos armados quisieron usar la universidad como espacio de disputa política. Todos estos hechos deben ser reconocidos y debatidos para que no vuelvan a ocurrir. Por tal razón, en un momento en el que estamos tratando de reflexionar sobre el pasado, duele que haya sectores políticos que, no solamente se oponen al conocimiento de la verdad, sino que recurren nuevamente a la estigmatización de la Universidad de Antioquia como forma de obtener réditos políticos.

Pero además de la estigmatización, encontramos el uso recurrente de la construcción de enemigos con el fin de exaltar pasiones negativas y obtener apoyos electorales. Queda muy difícil creer que el candidato en mención no supiera que la acción anunciada, de la manera en que lo hizo, era una provocación. Más bien, se trata de la elaboración de una narrativa basada en la autorrepresentación de un «hombre valiente y salvador» que, a la manera de un superhéroe de Marvel, se enfrenta al «mal» para librar a la ciudad de los «capuchos». Esto no es más que una táctica mediática para ganar visibilidad y simpatía en algunos sectores sociales a costa de la instrumentalización de la universidad pública. 

Con el abuso de estas prácticas de estigmatización, de construcción de enemigos y de instrumentación de la universidad pública, lo único que se genera es fragmentación social, desencuentro y reproducción de violencias físicas y simbólicas. Los políticos en mención construyen discursivamente al «capucho» como el nuevo enemigo a quien hay que acabar, sin indagar las condiciones que dan lugar a las protestas sociales y a las expresiones de malestar. Si estos políticos contaran con una mejor formación democrática y les interesara resolver los problemas sociales, se preocuparían más por conocer la raíz de los conflictos, comprender a quien piensa diferente y promover diálogos transformadores con múltiples actores sociales.  

Es hora cualificar el debate público y exigir mayor responsabilidad a quienes buscan ocupar cargos de elección popular. Por nuestra parte, en la universidad pública y, particularmente en la Universidad de Antioquia, continuaremos haciendo lo que mejor sabemos hacer, contribuir a la construcción de una sociedad más justa mediante la producción de conocimiento transformador y la formación de ciudadanxs sensibles y con vocación democrática. Recordemos, finalmente, las palabras del maestro Carlos Gaviria, quien, en su última conferencia, sostuvo: «La tarea de la universidad entre nosotros no es la de formar profesionales, la tarea de la universidad es formar buenos ciudadanos, formar personas para la convivencia, y formar personas para la convivencia es formar personas para la democracia»(3). 

Referencias: 

1 Ver, https://www.elcolombiano.com/colombia/miguel-polo-polo-defendio-a-candidato-a-concejo-medellin-sacado-de-la-udea-BH22254353 

2 Ver, Comisión de la Verdad. Disponible: https://web.comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/universidad-de-antioquia-50-anos-violencia-y-resistencia 

3 Ver, Carlos Gaviria. Disponible: https://www.youtube.com/watch?v=ilrtGNQLOPY

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Notas:

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