Fríjoles nativos y criollos, el tesoro de Peque
Fríjoles nativos y criollos, el tesoro de Peque
El Centro de Desarrollo Agrobiotecnológico de Innovación e Integración Territorial —Cedait—, de la Universidad de Antioquia, trabajó durante más de dos años con las comunidades de algunas veredas de ese municipio del occidente del departamento, donde se creó un banco de semillas y una red de custodios, para garantizar la conservación de 20 variedades propias o adaptadas de manera natural a la región.
Las familias trabajaron durante cuatro meses en el predio dispuesto por la Administración Municipal de Peque, donde se comprobó la viabilidad de las semillas nativas o criollas de frijol. Foto: Cortesía Diana Vanegas / Cedait
La recuperación de especies vegetales nativas y criollas es fundamental para la soberanía alimentaria, es decir, para no depender de los insumos, las semillas y las técnicas desarrolladas por la industria privada, que en muchas ocasiones da prioridad a la producción masiva por encima del cuidado ambiental. Además, porque las semillas nativas y criollas de frijol son alimento básico nutritivo para el ser humano y los animales, contribuyen a reducir la pobreza, a enriquecer los suelos y a preservar la diversidad genética.
Por eso, desde el Centro de Desarrollo Agrobiotecnológico de Innovación e Integración Territorial —Cedait—, de la Universidad de Antioquia, se trabaja con las comunidades, para conocer sus procesos de cultivo, aprender de ellos o mejorar las técnicas productivas, proteger y conservarlas las semillas, en especial las nativas —propias de un territorio— o criollas —adaptadas durante años o siglos de siembra—, con alto potencial de productividad, sin afectar el suelo y el medio ambiente entorno a la zona de cultivo.
Uno de estos proyectos se adelantó en Peque, occidente de Antioquia, donde miembros del Cedait, con investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UdeA, liderados por las profesoras Diana Marcela Vanegas Villa y Aura Inés Urrea Trujillo, quienes se unieron a campesinos de algunas veredas y de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria —Umata— de esa localidad, para desarrollar estrategias de recuperación, protección y conservación de semillas de distintas variedades de fríjoles.
Diana Marcela Vanegas, directora de Calidad y Sanidad del Cedait, señaló que en 2022, cuando empezó el proyecto, «logramos identificar unas 30 accesiones diferentes —muestras diferentes de semillas, no necesariamente de variedades distintas—de fríjoles, algunos con características parecidas, que venían de Peque y sus alrededores, son materiales que en campo muestran una alta resistencia natural a las plagas, capaces de subsistir en condiciones agroclimáticas difíciles, por su adaptación durante años a la región, algo muy diferente a las especies mejoradas en laboratorios e introducidas en la región».
La docente e investigadora añadió que los campesinos sabían de esas cualidades de las plantas nativas o criollas y por eso ya pensaban en la necesidad de preservarlas. «Lo que hicimos como universidad fue visitar varios agricultores, caracterizados por la Alcaldía de Peque, recogimos las semillas y las llevamos a un proceso de multiplicación en un terreno del municipio, bajo protocolos internacionales para bancos de germoplasma, donde sembramos cien semillas de cada variedad».
Participación de los campesinos
Campesinos de diez veredas de Peque se vincularon al programa de semillas nativas y criollas de frijol, algo que el Cedait espera replicar en otras regiones del departamento, sea con esta u otras especies de plantas alimenticias. Foto: Cortesía Diana Vanegas / Cedait
Floresmira Posso Higuita es, desde hace varios años, un referente del cuidado ambiental y de las prácticas agrícolas limpias en la vereda Las Faldas, a una hora de la cabecera de Peque, donde se concentran la mayoría de las actividades de este proyecto. Ella y otros habitantes de la zona notaron que algunos campesinos solo cultivaban semillas mejoradas de frijoles llevados de otras partes y despreciaban las plantas que conocían desde niños, por ser de granos más pequeños —algunas de ellos— y considerarlas poco rentables.
«Vimos que esas variedades se podían y debían sembrar, entonces hace unos tres años empezamos a hacerlo en nuestras huertas y, por eso, el municipio al ver esta iniciativa nos entregó este proyecto a nosotros», destacó Floresmira Posso, presidenta de la junta de acción comunal y una de las diez custodias de semillas de frijol en Peque.
Agregó que de la siembra en su parcela de cuatro kilos de semilla de una variedad llamada mortiño sacaban entre 200 y 250 kilos de grano para su consumo y de los vecinos, así como para la obtención de nuevas semillas, lo cual demostraba que era un cultivo viable. Por sus conocimientos, Floresmira fue una de las encargadas de liderar talleres para la gente de su comunidad y de veredas cercanas como Las Lomas, Jerigua, San Julián, Popal, Guayabal, Los Llanos, Toldas y El Agrio, donde históricamente se ha cultivado este grano, fundamental en la alimentación humana.
Luego participó en el banco de germoplasma comunitario, cerca de la cabecera municipal y a una hora de su casa, donde trabajó por varios meses, en una parcela adecuada técnicamente por la Umata y la UdeA, donde se cosecharon más semillas de las 20 variedades seleccionadas. «Durante tres meses mi esposo, mi hijo y yo madrugamos para estar en el cultivo del municipio a las 7:00 de la mañana y nos devolvíamos a las 4:00 de la tarde para la comunidad, nos organizábamos para no abandonar los cultivos y los animalitos de la parcela», precisó.
Los investigadores de la UdeA y los campesinos de Peque recolectaron, clasificaron y georreferenciaron más de 40 variedades de fríjol, de las cuales seleccionaron 20 para llevar a un banco de semillas, que también son cultivadas y cuidadas en las parcelas de 10 campesinas y campesinos custodios.
Investigación y custodia
Las semillas de frijol cosechadas en el predio municipal fueron divididas en tres grupos por las investigadoras de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UdeA, para analizarlas y garantizar su preservación. En la Umata se adaptó un espacio para garantizar la conservación en frío, en un ambiente similar al de un banco de semillas, actividad complementada con una capacitación para el manejo postcosecha, los métodos de prevención de enfermedades y presencia de insectos en el almacenamiento, así como de secado y almacenamiento.
Otra parte se entregó a las familias participantes en el proyecto, las cuales se comprometieron a asumir el papel de custodias, para conservarlas y cuidarlas en sus veredas. «La idea es que cada familia se encargue de dos o tres variedades, para que si en una parcela se pierde alguna, se pueda volver a obtener de sus vecinos y garantizar así que no desaparece», aseguró Diana Marcela Vanegas, del Cedait.
Y otra parte fue destinada para análisis en laboratorios de la UdeA, con el fin de conocer con precisión el contenido de proteína cruda, de grasa, de fibra cruda y de otros minerales en esos fríjoles.
«En las parcelas tomamos fotografías para establecer sus características fenotípicas —observables a simple vista— y en el laboratorio analizamos su contenido nutricional y de esta manera podemos decir que son semillas muy buenas, entonces lo que toca a futuro es adelantar proceso de multiplicación a gran escala», dijo la investigadora del Cedait.
«En Peque los campesinos interiorizaron que tienen un tesoro que todos deben cuidar y ese ejemplo es para replicar. Tenemos semillas nativas o criollas de tomates, pimientos, entre otros, y nos gustaría trabajar sobre ellas y con las de frijol en otras regiones, porque no se trata solamente de seguridad alimentaria, sino de soberanía alimentaria, no podemos depender de una multinacional para cultivar, cuando tenemos un país tan biodiverso», enfatizó Diana Marcela Vanegas.
Las variedades en custodia
En el proyecto se determinó que las 20 variedades de fríjol para incluir en el estudio, así como para llevar al banco de semillas del municipio y entregar a los custodios son arrocito, blanquillo, cabecita negra, caitome, catalino, chocho, citara blanco, citara rojo, cuarentano, diablito, güífaro rojo, huevo de pinche, lima, limoneño, mocho, montenegro, patetórtola, sangretoro, uribe rosado y venezolano.
Todos ellos tienen un porcentaje de germinación de entre 80 y 95%, y en su contenido nutricional se destaca la proteína, que oscila entre 13,9 y más de 21,6 gramos, todos por encima de algunas de las variedades más comerciales.
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