Abajo el embargo
Abajo el embargo
«El embargo de EEUU a Cuba es inmoral. Y no solo es inmoral per se, sino que también demuestra la terca corrupción estructural del estado estadounidense. Ahora, se podría hacer el argumento que cualquier "embargo" de una nación a otra es inmoral; esta es una práctica, o más bien un conjunto de prácticas, que apuntan directamente a perjudicar personas del común con el fin de ejercer presión "económica" y así lograr un cambio político determinado».
En el contexto de la última crisis económica que actualmente arrasa a Cuba, donde la alta inflación y un declive considerable de los ingresos por exportaciones subraya la lenta recuperación de la pandemia, y del renovado estrechamiento de relaciones económicas entre Cuba y Rusia, después de un momentáneo alejamiento debido al estallido de la guerra en Ucrania, es importante reflexionar sobre un factor contribuyente y siempre constante —más no el único— en la economía cubana: el bloqueo estadounidense a Cuba.
Ahora, lo que voy a abordar el siguiente articulo ha sido argumentado repetidas veces, posiblemente de manera mejor, por personas ideológicamente alineadas conmigo pero, a pesar de todo esto, todavía considero necesario, y correcto, repetirlo con la esperanza de quien no lo haya escuchado anteriormente pueda tomar lo que voy a decir en consideración y, con mucha suerte, que logre compartir mi opinión.
El embargo de EEUU a Cuba es inmoral. Y no solo es inmoral per se, sino que también demuestra la terca corrupción estructural del estado estadounidense. Ahora, se podría hacer el argumento que cualquier «embargo» de una nación a otra es inmoral; esta es una práctica, o más bien un conjunto de prácticas, que apuntan directamente a perjudicar personas del común con el fin de ejercer presión «económica» y así lograr un cambio político determinado. Esto en abstracto suena muy estéril, casi inocuo, pero en realidad esto conlleva una cantidad de trauma y violencia a escala masiva sobre personas que a menudo no tienen agencia, y aun menos responsabilidad, del devenir político e institucional de su país. Y aunque si lo tengan, esto equivale a torcer de manera paternal, imperialista, y sangrienta el brazo de una nación usualmente más débil.
Pero bueno, más allá de que solo la idea de un embargo, a priori, sea terrible y posiblemente genocida, aunque esto sea mentira, y los embargos irrefutablemente hagan parte de un arsenal estratégico importante para una nación que definitivamente no está regida por ocho fondos de inversión una gabardina, su valor estratégico, en toda seriedad, ya caducó. Si alguna vez esta estrangulación reaccionaria tuvo algún valor para Estados Unidos —y por «Estados Unidos» me refiero a una agrupación de empresas americanas dedicadas a la explotación de recursos guiadas por una fervorosa afición a la ganancia— este ya ha acabado. Han pasado 60 años desde el inicio del embargo y ni la actitud del gobierno frente a EEUU, o más bien el mismo gobierno, ha cambiado ni las querellas petulantes han sido resueltas. Cada día que pasa muestra la falta verdadera de carácter e integridad e, irónicamente, de estrategia de negocios por parte de los gobiernos americanos.
Pero esto no es de extrañar. ¿Qué incentivos verdaderos tienen los gobiernos de Estados Unidos para levantar el embargo? No solo significaría admitir que han sido los perpetuadores de lo que equivale a terrorismo económico por más de cincuenta años, sino que también significaría confrontar de manera directa su legado histórico de opresión global; y esto sin mencionar el simultaneo reconocimiento de la torpeza monumental necesaria para que discutiblemente el país más fuerte del mundo no pueda cambiar satisfactoriamente el rumbo de una pequeña isla caribeña de 11 millones de habitantes —hay que reconocer aquí la resistencia épica de los cubanos—. Ningún presidente americano podría, o querría, realmente ofrecer un cambio frente a este asunto: es inimaginable que algo así fuera hecho por los cristo-fascistas republicanos que experimentan éxtasis sexual con solo pensar en cuerpos oscuros sufriendo. Y la gran mayoría de demócratas estarían perfectamente contentos en alegar que a pesar de sus mejores intenciones los republicanos y los «moderados» presentan un obstáculo insuperable que implica ceder terreno; todo mientras comparten con los republicanos las donaciones de campaña de conglomerados corporativos y su habitus neoliberal elitista. En ultimas los demócratas terminan siendo una oposición «controlada», financiada por grupos económicos cuyos intereses solo yacen en la presentación ilusoria de conflicto para la continuación del estatus quo.
Y no es como si todavía hubiera, si es que alguna vez hubo, un consenso internacional que respalde las acciones estadounidenses. En cada año desde 1992, treinta años y contando, la asamblea general de las Naciones Unidas, donde se reúnen los delegados de 193 países, ha reafirmado su posición contra el bloqueo a Cuba, donde lo ha tachado de «castigo unilateral». El único miembro que ha votado consistentemente apoyando al embargo, fuera de EEUU, ha sido Israel, el estado apartheid cuya actual existencia depende del apoyo financiero, militar y económico de los Estados Unidos. Todos los otros países, en su heterogeneidad cultural, ideológica e histórica, votan regularmente en contra de este. Pues es que la magnitud y arbitrariedad de la crueldad es tan evidente, y tan reconocida, que es casi universal el repudio internacional frente al bloqueo.
Pero bueno, si todo esto no es suficiente para pintar una escena clara de opresión, y si acaso queda duda alguna de la veracidad de lo que planteo aquí por mi incompetencia retorica o mis sesgos evidentes, quiero al menos incitar incertidumbre sobre el embargo, e invito calorosamente al lector a leer aún más sobre tema y a preguntarse sobre el porqué de tal tragedia; a dejar atrás pretensiones sobre Cuba, su gobierno, o su ideología, para por fin entender la escala de la injusticia, y honestamente melancolía, que produce y debería producir el asunto.
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