Bajo Cauca

La elegancia del pato Pisingo —con su pico largo y delgado y sus alas cortas— se pasea por los cielos de una subregión que aunque conserva en su ADN la cultura antioqueña es, a su vez, una frontera abierta, una puerta de entrada al Caribe colombiano que nos enlaza con otras culturas, otros sabores, otros paisajes. Desde hace más de 25 años, con el sabor de una buena sarapa o una refrescante patillada, estudiantes, profesores e investigadores de la Universidad de Antioquia son parte de esa mixtura de identidades que caracteriza a esta región. La Alma Máter es también allí la casa de todos: cordobeses, antioqueños, sucreños; y en ella se conjuga una misma identidad: la que busca el conocimiento y el desarrollo regional. El Bajo Cauca antioqueño es un arco iris de costumbres que nace en la textura del sombrero vueltiao —símbolo de la etnia Zenú—, y enmarca la reverberancia de ese sol incandescente que rebota en las montañas antioqueñas, esas que se convierten en planicies para confundirse con las inmensidades de los ríos Cauca y Nechí.