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No se puede hablar de paz sin encarar la guerra

Conclusiones como esta dejó el intercambio de cartas entre hijos de las víctimas de las extintas FARC en Nariño Antioquia y firmantes del Acuerdo de Paz, que ocurrió en el 2022 como parte de una investigación realizada por la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia. El proceso se materializó en el libro Cart(a)grafías de la memoria; tejidos de reconciliación presentado el 30 de mayo en el Museo Casa de la Memoria de Medellín.

Sergio Ramírez Zuluaga, practicante de periodismo
Equipo de comunicaciones de la Unidad Especial de Paz
 

El pasado martes 30 de mayo tomó lugar en el Museo Casa de la Memoria de Medellín el conversatorio Poner las cartas sobre la mesa, Jóvenes de Nariño conversan con Firmantes del Acuerdo de Paz, un evento en el que se compartieron las comprensiones que posibilitó el intercambio epistolar entre hijos de víctimas de las extintas FARC en Nariño y firmantes del Acuerdo de Paz.

En el evento también se presentó el libro Cart(a)grafías de la memoria; tejidos de reconciliación, una obra que recopila las cartas escritas durante el ejercicio de acercamiento entre ambas comunidades.

El intercambio se dio como parte de una investigación adelantada por la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia que tenía el objetivo de conocer los procesos de memoria intergeneracional en el municipio de Nariño, en el Oriente lejano de Antioquia.

En julio de 1999, cerca de 300 integrantes de cuatro frentes de las FARC tomaron el pueblo de Nariño en un ataque contra el Comando de Policía que segó la vida de 16 personas. Además, fueron secuestrados 8 policías, de los cuales 7 fueron liberados.

un explosivo fue detonado en el Comando de Policía. Créditos: imágenes del documental No había nacido, pero escuché la bomba, realizado por el IPC y que habla sobre el proceso de memoria que comenzó con el intercambio de cartas.

20 años después, a raíz del Acuerdo de Paz, surge la necesidad en el municipio de que los jóvenes se hicieran herederos de las memorias de su territorio, pues la juventud “desconocía el dolor y las historias de sus familias”, como lo explicó al inicio del evento Daniel Posada, uno de los docentes de la Facultad de Educación que estuvo detrás del proceso, junto con las profesoras Diela Betancur, Mariana Palacio y la joven investigadora Estefanía Bedoya.

El trabajo de campo de la investigación comenzó en marzo de 2022 con estudiantes de la Institución Educativa Inmaculada Concepción, “realmente el proceso y la idea era comprender cómo se estaban dando esos procesos de memoria intergeneracional”, comentó Mariana Palacio, “cómo los papás, los abuelos le estaban transmitiendo su historia, su herencia cultural a sus hijos”.

Se propuso un ejercicio de escritura sobre historias relacionadas con la memoria familiar como excusa para que padres e hijos hablaran, a veces por primera vez en más de 20 años, sobre el conflicto armado y cómo los afectó. Pero el interés y la iniciativa de los estudiantes llevaron a que la escritura de historias se convirtiera en un intercambio de cartas con los firmantes del Acuerdo de Paz que participaron en la toma guerrillera en 1999.

“Los muchachos pusieron sobre la mesa las preguntas por el daño a su pueblo y a sus familias”, explicó Daniel, “tuvieron la valentía de sostener en firme sus lápices y sus inquietudes para tensionar los relatos dominantes sobre el conflicto y, de paso, preguntar por cuáles fueron los caminos que tiempo atrás los llevaron a alzarse en armas”.

En el conversatorio se llegaron a varias conclusiones a través de las intervenciones de cuatro de los firmantes de paz y tres jóvenes nariñenses, todos participantes del proyecto. Entre esas conclusiones destacan dos que fueron resumidas por la profesora Diela Betancur en un par de frases: “es imposible reconciliarse si no reconocemos al otro en su humanidad” y “no se puede hablar de paz sin encarar la guerra”.

“¿Cómo son las personas que vivieron la guerra?”

En el conversatorio estuvieron, por un lado, los jóvenes Alejandra Marín, Andrea Panesso y Juan Diego Dávila, que compartieron lo que significó para ellos y sus familias confrontar a través de la escritura, a los excombatientes por los actos que tomaron las vidas de sus familiares; y por el otro, y los firmantes de paz Marcos Urbano, Alejandro Posada, Francelly Arias y Mónica Zuluaga quienes respondieron ante los hijos e hijas de las víctimas por el sufrimiento ocasionado.

Foto: Alejandro Posada, Francelly Arias, Marcos Urbano, firmantes de paz que participaron en intercambio de cartas.

“Eso es un remolino cuando uno ve la destrucción que causó”, comentó Marcos Urbano, “nos lleva a reflexionar en qué estábamos pensando en el momento que planeamos esa acción”.

“Yo sentía mucha rabia la primera vez que nos entregaron las cartas”, explicó Alejandra Marín, “pero luego me comencé a preguntar: ¿cómo son las personas que vivieron la guerra? Y me di cuenta de que son como nosotros. Ellos hicieron mucho daño, pero todas esas cartas y esos encuentros me hicieron darme cuenta de que ellos también sufrieron y perdieron muchas cosas, y yo ya no siento rabia”.

De acuerdo con Mariana Palacio, ese intercambio de cartas y esos encuentros implicaron un primer paso, una muestra de que sí hay voluntad de escucharse y de entender a los demás y sus circunstancias, “porque si lo estamos viendo como el enemigo, como el que hay que eliminar, no hay manera de que nos reconciliemos. Es imposible reconciliarse si no reconocemos al otro como humano”.

Y ese intercambio de cartas, de acuerdo con lo expuesto por la profesora Mariana Palacio durante el evento, les permitió a las víctimas acercarse a la humanidad de los firmantes de paz, “a quienes les hemos negado la humanidad porque una vez se alzaron en armas por un ideal de un país distinto, un error que ellos ya han reconocido muchas veces”.

Y a su vez, las cartas para los firmantes “fueron el espejo de las consecuencias de sus acciones, ver ese sufrimiento que fue causado por ellos”, explicó la profesora Diela Betancur.

Cart(a)grafías de la memoria; tejidos de reconciliación, el libro donde se recopiló ese intercambio entre firmantes y jóvenes, “es la demostración de que la literatura epistolar, las cartas, guardan una de las posibilidades de superar tal vez uno de los mayores flagelos de nuestra sociedad: el dogmatismo con sus expresiones fanáticas, la idea del pensamiento único y la negación y violencia hacia lo distinto, lo diferente”, aseveró en el evento el director de la Unidad Especial de Paz de la Universidad de Antioquia, Hugo Buitrago.

“No se puede hablar de paz sin encarar la guerra, sin encarar esas memorias dolorosas trágicas tristes, eso hace parte también del proceso de sanar y de pasar la página”, concluyó la profesora Betancur.

 

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