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Paz con mayúscula II

Apuntes de Paz #9 - octubre 2 de 2020

¿Cómo hablar de Paz a partir de la polarización que promueven los grupos que se manifiestan de forma directa y en diferentes entes institucionales y redes sociales en contra de los acuerdos de paz, firmados en el gobierno de Santos y con un gobierno que invierte en publicidad para mejorar la imagen del presidente, favorece la inversión de la empresa privada y abandona a las comunidades con profundas dificultades, económicas, culturales y sociales?

A pesar de los perfilamientos a influencers, youtubers, periodistas independientes y medios alternativos, para filtrar sus mensajes y clasificarlos entre buenos y malos de acuerdo con lo que opinen o digan a favor, o en contra del gobierno actual, existe una continua manifestación y resistencia política con humor y argumentos contundentes para demostrar la falta de liderazgo del legislativo, el gobierno, los sectores armados ilegales y también por los dirigentes políticos.

A pesar de que los gremios y líderes empresariales, incrementan sus intereses económicos con inversiones financieras y el apoyo del gobierno, en detrimento de la mayoría de la población, Colombia cuenta con una sociedad civil que cada día se siente con la responsabilidad social de luchar y movilizarse contra esas prácticas corruptas que impactan la estabilidad política del país. La misma que devela los discursos y actos disfrazados de democracia de sectores autoritarios y violentos –características de las dictaduras maquilladas–, con los que publicitan y negocian con falsas evidencias y equivalencias y que tergiversan los hechos con una retórica deliberada. En otras palabras, grupos especializados en el engaño, y pregoneros de falsas verdades en redes sociales y medios de comunicación masiva. Ya lo ha dicho el escritor Pablo Montoya “… ser colombiano es, más bien, portar sobre los hombros el peso de múltiples ignominias”.

Se estigmatiza a los defensores de los derechos humanos, y con ello son declarados enemigos, como objetivo militar sobre el que se puede o tiene que disparar, desaparecer, desplazar o masacrar; en lugar de considerar y valorar al otro como adversario, que se le vence con la fuerza de los argumentos. No más historias oficiales y maquilladas, se requiere insistir en la equidad social en todos los campos de la vida de los colombianos, como bien inviolable.  Esta apuesta por la equidad social se trata de enamoramos como sociedad con la vida y resentidos –con toda la fuerza y el potencial colectivo– con la muerte. Se puede decir con Hugo Mujica “A la vida no se le da sentido, se la siente, se deja uno tocar por ella, y ese roce, esa caricia o esa herida es el sentido, es ponerle el cuerpo en carne viva, arriesgar la sensibilidad. No lo ponemos ni damos el sentido: lo recibimos, lo acogemos, y el poeta lo hace con palabras y eso es poesía” (Hugo Mujica. Poeta argentino).

Algunos ciudadanos afirman que, en Colombia “los buenos somos mas”, pero se olvidan que los pocos “malos” ejercen el poder con las armas y mantienen el control de ciertas zonas del país, con amenazas, desplazamiento, violencia y masacres de jóvenes humildes en diferentes regiones del país. Sobre esta estela de muerte que se recicla esquizofrénicamente, la periodista Yolanda Ruiz nos recuerda las implicaciones en el potencial transformador de las generaciones más jóvenes, que se mutila con el miedo y la muerte: “las masacres de entonces buscaban, como las de ahora, meter miedo, generar terror, paralizar a las comunidades. Nada justifica que sigamos contando masacres, que sigamos enterrando jóvenes. Los necesitamos vivos para que cuestionen al poder, para que pregunten y critiquen lo que hicimos los que vamos de salida. Los necesitamos vivos para que cambien esto y encuentren la manera de acabar las guerras que les hemos heredado”.

María Mercedes Carranza, en su libro, El canto de las moscas, deja inscrita en la memoria, el horror de los asesinos.

Canto 8. Doncello

El asesino danza

la Danza de la Muerte.

A cada paso suyo

alguien cae sobre su propia sombra. 

Hoy, es necesario e ineludible construir el país de la Paz, con mayúscula. Una paz que disuelva y suprima el dolor, la violencia y la sombra de la muerte, a través de la esperanza en los actos de protesta continua de los movimientos sociales, la vida de los líderes sindicales, la actitud crítica y beligerante de los maestros, la creatividad y resistencia de los artistas y de los demócratas de corazón y razón, para que con sus actos, cosechen y consigan la confianza de la sociedad colombiana en la posibilidad de un futuro en donde se pueda ejercer el derecho a la vida de forma libre, plena y segura.

Carlos Humberto Arredondo
humberto.arredondo@udea.edu.co 

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