Listado

Por: Armando Montoya López

Soren Kirkegaard, planteaba que lo importante no son tanto las imágenes que vemos como si lo es “desde dónde las vemos”. Esto implica ver no solo con los ojos, sino también con el cuerpo en un horizonte óptico-corporal (el ojo ligado al cuerpo que se desplaza); ver, además, con los ojos de la cultura, incluidos todos los matices de la experiencia vital: lo íntimo, lo social–político, lo narrativo, lo onírico, las creencias, entre otros. 

En este sentido, la visualización de una imagen religiosa está circunscrita a los credos imperantes en los estamentos gubernamentales, según la fe de sus creyentes, que durante mucho tiempo han consagrado su devoción a ellas y las aceptan como expresiones de algo que está más allá de nosotros para ver en este caso, la advocación de la virgen María con siete puñales que hacen referencia a los siete episodios de la vida de Jesucristo, motivos de su dolor. Los creyentes encontraron en la adoración de esta imagen un vínculo directo con situaciones traumáticas de su vida y de esta manera potenciaron su resignación. 

El 24 de septiembre de 1955, el Consejo Directivo de la Universidad de Antioquia reconoció su devoción a la Virgen de los Dolores y la declaró su santa patrona, razón por la cual se emplazó, en lo que antes fue el Liceo Antioqueño -hoy Ciudadela Luis Javier Arroyave Morales, Campus Medellín-, un monumento en su honor (1965), realizado por el maestro Octavio Montoya, quien la representó de pie con las manos entreabiertas, ya no con siete puñales sino con siete llamas que abrasan su corazón. Por supuesto, el tratamiento de las formas hábilmente modeladas por el artista pasó inadvertido para muchos devotos que solo veían con los ojos de la fe aquello que por sus creencias religiosas querían ver. 

Frente a la libertad de cultos proclamada en la Constitución de 1991, la imagen de cuerpo entero recuperó su plasticidad y en su visualidad aguzada, pasó a ocupar un lugar importante como obra de arte en el contexto universitario.