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Ciencia Sociedad

«Hay enfermedades desatendidas en personas olvidadas»

03/10/2022
Por: Carlos Olimpo Restrepo S. - Periodista

Las enfermedades desatendidas se registran desde hace décadas, en su mayoría en zonas rurales o selváticas, aisladas, en países ubicados en las regiones tropicales y subtropicales, con el potencial de contagiar a unos 350 millones de personas en el mundo. 
 

Medica entrega medicamentos a paciente con leishmaniasis
Centros universitarios de investigación, como el Pecet de la UdeA, son fundamentales en la lucha global contra contra las enfermedades tropicales desatendidas. Foto Dirección de Comunicaciones UdeA / Alejandra Uribe F. 

Con la pandemia de la covid-19 en 2020, los gobiernos del mundo y las grandes farmacéuticas destinaron gran cantidad de recursos a encontrar pronto una solución que frenara los contagios de este virus, algo muy diferente a lo que sucede con enfermedades como la leishmaniasis, el dengue, el chagas y otras que llevan décadas, y hasta siglos, matando personas sin que hasta hoy se haya encontrado una medicina para prevenirlas o curarlas

El doctor en biología Oscar Daniel Salomón, director del Instituto Nacional de Medicina Tropical de Argentina y uno de los mayores expertos del mundo en enfermedades tropicales olvidadas o desatendidas, lleva más de cuarenta años investigando algunos de estos males que se desarrollan en su país, lo mismo que en Paraguay, Brasil y Uruguay. El investigador estuvo en el congreso WorldLeish7 en Cartagena, organizado por el Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (PECET) de la Facultad de Medicina de la UdeA, y habló con UdeA Noticias sobre este problema global que no despierta tanto interés como otras enfermedades. 


¿Cómo se puede definir la categoría de enfermedades olvidadas o desatendidas? ¿Cuáles son las más destacadas? 

La categoría de enfermedades tropicales desatendidas fue creada hace décadas por la Organización Mundial de la Salud —OMS—y a ella se fueron incorporando diferentes enfermedades. El concepto establece que son enfermedades que afectan en forma desproporcionada a poblaciones marginadas, minorías, indígenas, porque es evidente que algunas de ellas atacan más a algunos grupos e influyen en la vida de estas comunidades. Algunas son un legado histórico, incluso desde la época de la esclavitud en América, como la filariasis —también llamada elefantiasis—, la lepra, la esquistosomiasis —enfermedad parasitaria producida por gusanos que afecta piel, vejiga, sistema pulmonar—, etc. Es claro que se producen y reproducen hace tiempo y están relacionadas con la marginalidad socioeconómica de diferentes grupos humanos. 
 

¿Hay alguna razón para que la mayoría de estas enfermedades se ubiquen geográficamente en zonas tropicales y subtropicales del planeta? 

Hay un factor biológico que contribuye a la reproducción de vectores, y un factor socioeconómico, puesto que la zona intertropical del mundo es la que carga la mayor inequidad en la distribución de la riqueza. Y al hacer las intervenciones necesarias sobre estas enfermedades —mediante estrategias, diagnósticos, medicamentos— encontramos un problema que nuclea casi todas esas enfermedades, que es el de las condiciones socioambientales. Si se puede avanzar en aspectos como el agua, el saneamiento, los ingresos, los conflictos, indudablemente no solo vamos a avanzar en la prevención de estas, sino de otras enfermedades. 


Las empresas farmacéuticas muestran poco interés en desarrollo de productos para atenderlas. ¿Hay alguna estrategia para lograr que se involucren en la investigación? 

Las empresas no son oenegés ni organizaciones sin fines de lucro, y aunque siempre van a tener su visión empresarial, también tienen una responsabilidad social. Hay fundaciones y organizaciones internacionales que son paralelas a las empresas y han ayudado bastante en este aspecto. Algunos de estos grupos impulsaron el primer encuentro de Londres sobre enfermedades desatendidas (2012), y recientemente, apenas en junio pasado, en Kigali, Ruanda. En dicho encuentro se habló de acciones globales para enfrentar estas enfermedades. Lo que más se destacó fue la presencia de un hub de empresas farmacéuticas que se visualizan mucho en la educación y en poder dar precios preferenciales de medicamentos y donaciones para zonas olvidadas del mundo, a cambio de mantener ciertos precios en otras regiones del planeta donde el público tiene recursos para acceder a esos medicamentos. Esto solo cubre la parte de comercialización, no la de investigación, en la cual están más comprometidos los gobiernos y algunas universidades, pero aquí también tenemos asuntos de cultura política que se deben resolver. La articulación en red todavía nos cuesta. 
 

En términos de políticas públicas de los gobiernos nacionales, ¿qué buenas prácticas se pueden señalar o destacar en la atención a estas enfermedades? 

Hay un documento orientador de la oms que es la Hoja de Ruta 2021-2030. Llama a acelerar la aplicación de los programas sobre enfermedades desatendidas e intensificar las acciones transversales, y pide modificar los modelos y la lógica de los países para facilitar su implementación, lo cual requiere de acciones multisectoriales. No es fácil hablar en general, hay algunos países que han avanzado más, por ejemplo, en la articulación entre sectores de la salud humana y la salud animal, para que trabajen en forma conjunta entre ellos y con el sector ambiental. Hay ejemplos exitosos como los de Argentina, Brasil, Colombia, pero nos falta mantenerlos en el tiempo, que no se vean afectados por las gestiones de los gobiernos de turno. 


Investigador de enfermedades desatendidas en entrevista
Oscar Daniel Salomón, director del Instituto Nacional de Medicina Tropical de Argentina, durante su participación en el séptimo Congreso Mundial sobre Leishmaniasis, que fue organizado por el Pecet de la UdeA. Foto cortesía Pecet.

¿Cómo afectan las migraciones, los desplazamientos humanos y los conflictos armados la expansión y la atención a estas enfermedades? 

Son enfermedades desatendidas en personas olvidadas, o como dice Zygmunt Bauman, poblaciones descartables por el sistema. Las migraciones masivas son un gran reto para el área de prevención, no solamente por la mayor exposición de estas personas durante el tráfico, y no solo a las enfermedades desatendidas, sino también a otros problemas como la violencia y la desnutrición, que potencian esas enfermedades. También hay que tener en cuenta que una población migrante no es trazable, lo mismo que los trashumantes que viven en zonas de frontera —comunidades indígenas en su mayoría—, porque las autoridades no tienen la capacidad para hacerles seguimiento sanitario y los sistemas de salud no tienen cómo atenderlos debidamente. Y si estas poblaciones pasan por zonas selváticas, el problema se agrava mucho. 


¿El cambio climático puede incidir en el incremento de las enfermedades olvidadas? 

Hay una tendencia a que las migraciones aumenten si los fenómenos climáticos continúan en la dirección en que están. El cambio climático nos afecta hoy por la frecuencia de eventos extraordinarios y para muchas enfermedades aumenta el ciclo de exposición, porque, por ejemplo, se incrementa la temporada de reproducción de los insectos; tenemos también la extensión de las fronteras de las enfermedades por el aumento de las temperaturas, y si este cambio climático genera más situaciones de refugiados, por inundaciones, sequías, deslaves, menos posibilidades de acceso al agua potable, posiblemente vamos a tener una explosión mayor de estas enfermedades. 
 

A propósito del WorldLeish7 que se hizo en Cartagena, ¿qué tan útiles son las redes de conocimiento e investigación? 

Los congresos tienen la potencialidad de generar redes, porque si no todo se quedaría en conocimientos personales o de grupos pequeños. De ahí la importancia de un evento como WorldLeish —que este año se realizó en Cartagena, Colombia—, porque además de hablar de temas comunes da la posibilidad de generar relaciones personales o consolidar redes de trabajo. Y un papel fundamental en estos encuentros es el de las instituciones, tanto por sus desarrollos, como equipos diagnósticos, vacunas, cremas, tratamientos, entre otros, como por las nuevas estrategias que pueden generar para afrontar enfermedades, en este caso la leishmaniasis, y también pueden ayudar a liderar políticas públicas en torno a ellas. 

¿Cómo estamos en las metas de erradicación propuestas por la oms? 

Estamos en una situación muy dispareja, hay asimetrías entre regiones del planeta y entre países, e incluso entre comunidades de esas naciones. Cuando se presentan informes y se hacen promedios, uno dice que son mentirosos, uno se pregunta qué significa realmente ese promedio cuando hay niveles tan diferentes entre países, por eso es muy difícil hablar del mundo en general. En la reciente cumbre de África se llamó a aplicar más recursos para incentivar la investigación de los institutos, para la recolección de datos, el monitoreo, para mejorar el acceso a los sistemas de salud y la transparencia en el uso de recursos en cada uno de los países. 
 

Para las personas afectadas, ¿cómo está la atención en los sistemas de salud pública? 

En América Latina tenemos la ventaja de que cuando se generó el sistema de atención primaria en salud —conferencia de la oms en 1978 en Alma Ata, Kazajistán— quienes llevaron los textos y lideraron el debate eran de esta región. Y de ahí nacieron unos agentes intermedios en zonas rurales, postas de salud, puestos rurales de salud, en cada país se llaman diferente; ese tipo de personas que están en las zonas rurales son una de las herramientas más fuertes que tenemos. Hay ocasiones en que cuentan con muy pocos insumos y mucha voluntad, por eso creo que desde los grupos de investigación debemos apoyarlos y como sociedad debemos valorarlos y reconocerlos públicamente, porque son nuestra mejor forma de acceder a las poblaciones rurales y aisladas. 


¿Cómo se afecta la calidad de vida y la salud emocional de los pacientes? 

En lo individual tienen un impacto enorme. Por ejemplo, en el caso de la leishmaniasis que genera lesiones en el rostro, hemos visto que es causante, entre los jóvenes, de muchos suicidios, a veces como un problema de mortalidad mucho más alto que la enfermedad misma, esto porque la estigmatización social es muy elevada. Ni hablar de lo que hay en el imaginario colectivo sobre la lepra. Por eso no son enfermedades que requieren solo de intervención médica, sino de acciones sicológicas, sociales, ambientales. 


¿De la pandemia de covid-19 se puede sacar alguna enseñanza para atender las enfermedades olvidadas por parte de los sistemas de salud pública? 

En América Latina se dieron el 37 % de los casos de covid-19 en el mundo y el 45 % de las muertes, cuando apenas solo somos el 13 % de la población mundial. Cuando hay estas desproporciones llegamos a la conclusión que estamos ante un problema que se concentra en algunas enfermedades que no solo afectan a grupos marginados por razones socioeconómicas, sino que las enfermedades se reproducen por problemas de inequidad. Sin embargo, destaco algunas enseñanzas. En primer lugar, que la comunidad científica está dispuesta a trabajar en red, aunque las empresas farmacéuticas aún no se muestran con la misma velocidad para atender las enfermedades olvidadas. En segundo lugar, la asimetría entre países y culturas nos puso a pensar cómo vamos a afrontar en el futuro estas enfermedades, si lo hacemos como una comunidad global o cada uno aislado. En tercer lugar, creo que los países son conscientes de que se deben tener todos los sistemas preparados para hacer frente a los problemas disruptivos, que es seguro que se van a repetir con mayor frecuencia. 
 

La clasificación de la OMS 

Según esta organización internacional, las enfermedades desatendidas son veinte, entre ellas, enfermedad de Chagas, dengue, chikungunya, leishmaniasis, lepra, rabia, sarna, envenenamiento por mordeduras de serpiente y teniasis.  

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