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Academia Sociedad

Rita Almanza: un ejemplo de servicio que la UdeA exalta

27/10/2025
Por: Sergio Alejandro Ruiz Saldarriaga. Periodista de la Dirección de Comunicaciones UdeA

Por más de veinte años el trabajo de Rita Elena Almanza Payares ha tejido una red de cuidado basada en prevención. Su nombre se hizo visible liderando la estrategia epidemiológica con la que Medellín enfrentó la pandemia por la covid-19. La Universidad de Antioquia, en el marco de su Día Clásico 222 años, le otorgó a esta epidemióloga la Orden al Mérito Universitario «Francisco Antonio Zea».

Actualmente se desempeña como líder de Epidemiología del Distrito de Medellín, dirige un centenar de profesionales y su equipo se prepara para la transición hacia las nuevas competencias de vigilancia en salud que asumirá la ciudad como Distrito Especial a partir del 2027. Foto: cortesía.

En el mapa de la salud pública en Medellín hay nombres que, cuando se pronuncian, resguardan también respeto y admiración. «Rita Almanza» es uno de ellos. Su historia no ha sido producto de titulares, entrevistas o momentos de fama, sino que se cuenta desde las salas de crisis, las comunidades que ha recorrido y las enseñanzas que ha transmitido: ha dedicado su vida profesional al cuidado de las personas a partir de los datos, las hipótesis y las estrategias de mitigación. 

Al enterarse que la UdeA le otorgaría la Distinción Orden al Mérito Universitario Francisco Antonio Zea quedó sorprendida: «Siempre pensé que mi trabajo era muy anónimo», dice esta enfermera de profesión, quien se desempeña como líder de programa en epidemiología del Distrito de Medellín. 

Y aunque siente un profundo amor por las montañas antioqueñas y su gente, su origen está en su natal Buenavista, un pueblo de 8000 habitantes ubicado en el departamento de Sucre, donde los escenarios deportivos y los servicios sociales eran un lujo, y las referencias profesionales, una rareza. Proveniente de una familia campesina, ella y sus tres hermanos son la primera generación en asistir a la universidad. 

«Mi papá solía decir que tenía en su casa cuatro floreros que no los tenía ningún rico de Buenavista: sus cuatro hijos profesionales. Esa fue su obsesión. Nos repetía que la educación era la única herencia que podía dejarnos, porque lo que lleváramos en la cabeza nadie podría quitárnoslo», recuerda Rita Elena Almanza Payares. 

A los 15 años viajó lejos de su casa para estudiar Enfermería en la Universidad de Cartagena. «Tengo un gran amor por la universidad pública porque es el instrumento que nos permite cerrar las brechas de inequidad», dice. Su año rural en Mompox, Bolívar, trabajando con poblaciones vulnerables, le mostró que la epidemiología era la herramienta para intervenir y transformar comunidades enteras.  

Su camino la llevó a Caucasia, en el Bajo Cauca antioqueño, donde durante nueve años trabajó en vigilancia en salud pública y ejerció un voluntariado con personas que vivían con VIH, derribando mitos y enfrentando tabúes. Con una década allí, un trabajo estable y una hija pequeña, recibió una oferta desde la Gobernación de Antioquia: un contrato de tres meses. Para muchos un riesgo; para ella, un sueño. «Muchos me decían que era un simple ‘contratucho’, pero para mí era una pasantía con la gente más tesa en epidemiología del departamento». Lleva más de 20 años en Medellín. 

Entre la academia y el servicio público 

Su experiencia ha estado al servicio de instituciones públicas como la Gobernación de Antioquia y el Distrito de Medellín. Ha sido reconocida por el Instituto Nacional de Salud con el honoris causa en el Programa de Capacitación en Epidemiología de Campo —FETP por sus siglas en inglés—, una formación internacional que fortalece las capacidades de los organismos de servicios de salud.  

Además, ha tejido puentes entre la academia y las instituciones públicas. Ha participado en investigaciones con la Facultad Nacional de Salud Pública —FNSP—, la Facultad de Enfermería y la Escuela de Microbiología, todas estas de la UdeA. 

Para Doracelly Hincapié, docente de la FNSP, Almanza ha sido un puente vital para los estudiantes de la Maestría en Epidemiologia. «Ha abierto las puertas de su equipo para que los futuros epidemiólogos salgan al campo, vean la realidad de la vigilancia y aprendan a mejorarla desde el diálogo. Quienes han pasado por sus manos saben que en ella tienen una aliada para seguir aprendiendo y disfrutando la epidemiología como un ejercicio de vida», destaca la investigadora. 

Durante la pandemia, su voz fue fundamental en las «Charlas Covid-19», una estrategia de la Escuela de Microbiología de la UdeA. Participó en más de 100 encuentros, ofreciendo información rigurosa y construyendo confianza colectiva en la ciencia, labor que el Consejo Superior Universitario destacó en la Resolución Superior 2665 que le concede la distinción. 

El rostro humano de la epidemiología 

En los primeros seis meses de la pandemia, su equipo no tuvo relevo y trabajaba hasta 20 horas diarias en la sala de crisis. Foto: cortesía.

En los meses más duros de la pandemia, cuando el miedo se respiraba en las calles y las cifras parecían desbordar toda certeza, la voz de Rita Almanza se volvió un punto de equilibrio. Desde la Secretaría de Salud de Medellín orientaba equipos, analizaba datos y, sobre todo, ofrecía serenidad. 

«Rita no solo lideró equipos: abrió el diálogo entre la ciencia y la vida real. Escuchó a modeladores, epidemiólogos y comunidades y convirtió cada cifra en una oportunidad para entender el avance del virus», afirma la profesora Hincapié, quien participó con Almanza en el desarrollo del modelamiento matemático para Medellín y Antioquia, sobre el comportamiento del virus. 

Su realidad cambió radicalmente durante la covid-19. En los tres primeros meses trabajó durante 20 horas al día. Para ella, hacer parte del equipo que atendió la emergencia significó ser parte de una red más grande, sostenida por profesionales, familias y comunidades. Y en el centro de su red personal estaba su madre, Sonia Payares, quien se encargó de cuidar del hogar y sus hijas. «Mi mamá fue la heroína silenciosa detrás de mi trabajo durante la pandemia», reconoce Rita. Esa frase resume su mirada del mundo: detrás de cada epidemiólogo visible hay una red invisible de cuidado. 

La familia es su raíz y motor. Su hija mayor, María Camila, es médica egresada de la UdeA y se doctoró recientemente en la Universidad de Groningen. Asher, la menor, cursa Ingeniería Aeroespacial en la Alma Máter. Precisamente, María Camila Trillos la describe como «una mujer fuerte, alegre y profundamente humana. «Mi mamá es mi ejemplo. Siempre ve el lado positivo de las cosas, todo lo hace con amor. Ella me enseñó el legado de la mariposa: uno tiene que saltar para que aparezcan las alas». 

Rita recuerda que la salud pública no se sostiene solo en protocolos, sino en personas que creen en el valor de cuidar. Su legado se expresa en las generaciones que ha formado y en la confianza que despierta. 

«La vida no se queda con nada —dice con una sonrisa—. Siempre devuelve justicia a quienes sirven con el corazón». Por eso, para ella es un acto de justicia poética que fuera su madre, Sonia Payares de Almanza, quien recibiera físicamente el reconocimiento durante el Día Clásico. 

Así, Almanza demuestra que la ciencia también puede ser un acto de humanidad; que detrás de cada dato hay una historia, y que el cuidado sigue siendo la mejor vacuna contra la indiferencia.

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