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Entrega de la cartilla Leer y escribir entre pescadores: aprendiendo la vida con el Río Magdalena y la ciénaga de Barbacoas, en Yondó. En la foto la comunidad participante del proceso y equipo de trabajo de la Universidad de Antioquia, junio de 2015.

“La alfabetización no es un juego de palabra, sino la conciencia reflexiva de la cultura, la reconstrucción critica del mundo humano, la apertura de nuevos caminos, el proyecto histórico de un mundo común, el coraje de decir su palabra”: Paulo Freire

Narraré mi experiencia como parte del equipo de trabajo de la Universidad de Antioquia en una experiencia de educación popular en el Magdalena Medio, a través del proyecto Alfabetización de Pescadores en la Ciénaga Barbacoas, que se desarrolló en el marco de la maestría en Educación de la seccional y con la cual realizamos la entrega de la cartilla Leer y escribir entre pescadores: aprendiendo la vida con el río Magdalena y la ciénaga de Barbacoas (Yondó). 

Esta cartilla recogió la experiencia de alfabetización vivida con la comunidad de pescadores de Bocas de Barbacoas, ubicada sobre el margen izquierdo del Río Magdalena, en la salida del caño de Barbacoas. Veinte minutos más abajo en canoa se puede apreciar la belleza de la ciénaga, hogar de diferentes especies de flora y fauna, en la que desovan especies como el bochachico, el bagre y el barbudo típico de la región.

Desde el programa de Licenciatura en Educación Básica con énfasis en Ciencias Naturales y Educación Ambiental de la Seccional Magdalena Medio desarrolló la propuesta de práctica pedagógica denominada: Procesos educativos ambientales, la relación del sujeto con el desarrollo endógeno, que se justifica en la pedagogía del cuidado para la preservación de los recursos naturales como una apuesta para concienciar a las comunidades ribereñas sobre el cuidado, conservación y preservación de los recursos de su espacio vital. También se justifica desde una pedagogía para la toma de conciencia crítica individual y colectiva respecto del ambiente, no como recurso, sino como parte indisociable del mundo del ribereño. 

Esta experiencia se inició en el 2012 con la identificación y caracterización de los diferentes grupos poblacionales de Puerto Berrío: afrocolombianos, madres cabeza de hogar, adolescentes, población en situación de discapacidad y las víctimas del conflicto armado. Luego se priorizó a la población de pescadores y cascajeros por su incidencia en la economía de subsistencia del municipio y por su poca participación en las estrategias de la administración pública municipal.

Un primer acercamiento a estas comunidades implicó entablar diálogos con los líderes de las asociaciones para iniciar la caracterización de las necesidades educativas de estas comunidades, lo cual permitió identificar unos altos niveles de analfabetismo a causa de la difícil situación económica y la ausencia de programas específicos dirigidos al aprendizaje de adultos: un 14,28 % de la población no tenía algún grado de escolaridad y el 39,28 % solo había cursado un año en la básica primaria. Además se evidenció que de un total de 142 hijos de los pescadores y cascajeros que participaron del estudio, el nivel más alto de escolaridad era el tecnológico, con menos del 1% de la población.

Este proyecto fue beneficiado con la convocatoria Buppe 2013, que inicialmente se realizaría con la comunidad de pescadores de Puerto Berrío, pero finalmente se desarrolló con la comunidad de Barbacoas, ante la insistencia del líder de la Asociación de Pescadores Asopebocoa, quién manifestó el deseo de una comunidad ribereña interesada en aprender a leer y a escribir sin ningún tipo de retribución económica, sólo por el placer de resolver una asignatura pendiente: “aprender a firmar”. 

A partir del desarrollo de talleres, la propuesta buscó la movilización de la comunidad de pescadores de Bocas de Barbacoas, utilizando diferentes técnicas como juegos de roles, performances, análisis de imágenes y canciones, tertulias; bajo la metodología de alfabetización de Paulo Freire que les posibilitó reconocerse como sujetos a partir de la palabra hablada y escrita como una herramienta para describir su mundo y contar su historia, la historia de los otros, la de su oficio y de su tradición ribereña al lado del Río Magdalena. 

Como equipo de trabajo comprendimos que el futuro de estas comunidades se encuentra en el acompañamiento constante a sus procesos de formación y desarrollo social, y a título personal me llevó a reconfigurar el sentido de la educación popular como una apuesta académica, política y social, fuera de los sistemas tradicionales de educación, donde el saber reside solamente en el docente. 

La educación popular parte de los principios de co-creación del conocimiento, donde todos y todas están en la posibilidad de aportar y generar niveles de autonomía y sensibilidad en las comunidades oprimidas para promover lecturas críticas del contexto social y político. En esta lógica, la educación popular debe apuntar a la movilización, transformación y lucha por sus intereses comunes, partiendo del reconocimiento de los saberes locales, necesidades apremiantes y condiciones de inequidad. 

El contexto de esta propuesta de educación se vio determinado por el río Magdalena y la cultura ribereña a la cual Fals Borda (2008) se refiere como: “la cultura del río se ve amenazada por la mentalidad capitalista acumulante de los ribereños más pudientes, y para llegar a la profundidad de esta cultura ribereña, hay que apartarse de este grupo privilegiado y andar, nadar y remar con los pescadores de la zona que combinan lo acuático con lo de tierra, ellos son los que nos dan la explicación de cómo es la cultura ribereña”. 

La anterior descripción me lleva a comprender la letra de José Barros: "el pescador habla con la luna, el pescador habla con la playa, el pescador no tiene fortuna solo su atarraya”, y es que este proceso de alfabetización fue en dos sentidos: para ellos que de alguna manera aprehendieron su mundo de otra manera, haciendo una lectura de su propia palabra y de un código de escritura del que ahora son conscientes, y para nosotros que se convirtió en un tejido semejante al de su atarraya, con el que aprendimos a comprender su propio lenguaje, e incluso a reírnos de manera confidencial cuando escuchamos la expresión: “el profe sí es un mondonguero”, porque comprendimos que el lenguaje de la pesca es un universo maravilloso, que poco a poco también nos enseñó a hablar con el río y con la playa.