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La paz es sinónimo de salud, la violencia de enfermedad

06/10/2016
Por: Germán Darío Valencia Agudelo - Revista Experimenta - Profesor del IEP. Coordinador de la línea de investigación Conflicto armado, paz negociada y posconflicto del grupo de investigación Hegemonía, guerras y conflictos

Desde el Instituto de Estudios Políticos, IEP, se ha intentado contribuir -como científicos sociales- a la explicación y comprensión de fenómenos complejos como la paz y los conflictos, realizando estudios que permitan diagnosticar la compleja realidad colombiana, entender el origen de la guerra y las tensiones sociales, para sugerir caminos que nos ayuden a construir una paz sostenible.

Ilustración: Juan Felipe Martínez Tirado

La analogía con la medicina

Durante los siglos XVII al XIX, cuando se asistía al nacimiento de las ciencias sociales y humanas, pensadores como Bernald Mandeville, William Petty o Francis Quesnay ayudaron mucho a comprender los fenómenos económico-políticos. Estos médicos plantearon que la sociedad se comportaba de manera muy similar al funcionamiento que tiene el cuerpo humano. Que el corazón, el riñón o el cerebro, entre otros órganos, cumplían funciones parecidas a las que tienen otros componentes en los sistemas sociales. De allí que construyeron modelos explicativos de la sociedad análogos a los que se utilizan en la medicina y las ciencias naturales.

A Francis Quesnay, médico oficial de la corte francesa a mitad del siglo XVIII, se le ocurrió proponer un modelo explicativo basado en el comportamiento que tiene nuestro organismo. Construyó un esquema que servía para entender la división social de las actividades económicas, al cual llamó Cuadro Económico o Tableau Économique. En este se concibe la sociedad dividida en tres sectores (artesanos, agricultores y propietarios de la tierra) y se muestra la forma como circula la riqueza entre ellos. Este simple modelo basado en la anatomía del cuerpo humano tuvo una enorme importancia para la naciente ciencia económica, pues se convirtió en el primer modelo macroeconómico para explicar los circuitos que recorren las rentas (salarios, ganancias e impuestos, entre otras).

Más tarde, esta idea inspirada en el cuerpo humano sirvió también para que la ciencia económica definiera sus problemas centrales de investigación, como la inflación, la pobreza y el desempleo. A la inflación se le asociaba con una hinchazón del cuerpo sin aparente causa; a la pobreza con la falta de los nutrientes necesarios para la salud y el bienestar; y al desempleo con la invalidez o inutilidad de una parte o todo el organismo. De allí que una de las tareas prioritarias para el economista, como médico social, debería ser el diagnóstico de dichas enfermedades  y la búsqueda de las curas para estos males económicos. 

Las investigaciones de paz

En el siglo XX los científicos sociales de nuevo acudieron a la metáfora del cuerpo humano para explicar sus sistemas. Presentaron la paz como sinónimo de bienestar y equilibrio, y la violencia como semejante a una de las enfermedades del cuerpo social. De allí que, al igual que el economista, el politólogo y los otros científicos sociales, deberían dirigir su interés a descubrir los orígenes de la violencia, sus dinámicas y sus consecuencias. Defendieron así a la paz como un valor, en el que debe trabajarse y ayudar a construir; mientras que a la violencia la asumían como un antivalor, al que es necesario atacar y desterrar. Así, la paz –ya sea que se piense como un estado de salud del cuerpo social o como una medicina para alcanzar su bienestar (tal como la veía Mahatma Gandhi)– debe ser un objetivo a edificar y defender. 

Esta concepción de la paz y de la violencia como salud y enfermedad fue muy útil al inicio del siglo XX. En este momento histórico la humanidad tuvo que enfrentar uno de los mayores males de su historia. En 1914 se inició La Gran Guerra. Los perjuicios causados a la sociedad fueron gigantescos: millones de personas muertas y los daños a la infraestructura y al patrimonio cultural de la humanidad fueron incalculables. Esto provocó un remezón en la academia. Las ciencias sociales, que para ese entonces se habían desarrollado sorprendentemente, asumieron la responsabilidad de hacer estudios sistemáticos sobre violencia y paz. Las diversas disciplinas (entre ellas la sociología, la economía y la ciencia política) buscaron indagar sobre las causas de la violencia entre estados (llamadas guerras) y sus dinámicas, y a partir de allí proponer acciones para evitar futuras confrontaciones. 

A pesar del trabajo juicioso que se realizó desde los centros de estudio, un par de décadas después la historia se repitió. En 1939 explotó otra gran guerra, llamada con posterioridad la Segunda Guerra Mundial. La pérdida en vidas y daños sociales se incrementó exponencialmente, en comparación con la anterior guerra. Millones de personas sucumbieron en combate y en los campos de concentración. Esta reincidencia en la guerra provocó un gran giro en los estudios de paz y conflictos. En el escenario de la posguerra las investigaciones se dirigieron, además de profundizar en la explicación de las causas de los conflictos y sus dinámicas, a identificar acciones que ayudaran a la construcción de la paz. Se tuvieron en cuenta entonces factores culturales, educativos, cooperativos y de solución negociada de conflictos.  

Esta dinámica de trabajo -que intenta ver la paz y los conflictos de manera integral- se ha mantenido hasta la actualidad. En cerca de un siglo que llevan estas investigaciones, se pasó de realizar estudios que pensaban la paz como simple ausencia de violencia armada (paz negativa) a grandes trabajos que tienen en cuenta los múltiples factores que intervienen en la construcción de la cultura de la paz (paz positiva). El resultado es hoy una comunidad científica con un inmenso arsenal de teorías y enfoques con los cuales se puede tener una comprensión y un tratamiento más integral y amplio de conflictos, violencia y paz. Estudios que han permitido, incluso, reconocer el importante papel que cumple la conflictividad en la dinámica social, pues estos posibilitan el ejercicio de la política al reconocer la diferencia de intereses entre personas y grupos sociales, y la necesidad de usar la razón y el diálogo para resolverlos, y no la guerra y la violencia como era habitual.

Los estudios sobre conflictos, violencia y paz en el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia

Esta perspectiva investigativa de la paz y la violencia se viene desarrollando en el Instituto de Estudios Políticos −IEP− de la Universidad de Antioquia dentro de sus dos grupos de investigación, Estudios políticos y Hegemonía, guerras y conflictos. En este último grupo, la Línea de investigación Conflicto armado, paz negociada y posconflicto ha buscado dar continuidad al marcado interés que han tenido en esta institución -desde su creación en octubre de 1988- los estudios sobre la violencia, las guerras y la paz en Colombia. Los trabajos de investigación se han dirigido básicamente a estudiar los orígenes, la naturaleza y las consecuencias de los conflictos y la violencia; a indagar por las formas como puede alcanzarse la paz, ya sea negociada o como dinámica propia del sistema social; y a proponer estrategias que posibiliten mantener la paz una vez se llegue a la situación de posconflicto. 

En algunos estudios, por ejemplo, la línea ha intentado analizar los micro-motivos y explicar las macro-conductas de los actores involucrados en acciones violentas y criminales. Investigaciones que han mirado la violencia en sus múltiples manifestaciones, destacando el origen diverso y los variados efectos que tiene en las personas y la sociedad. Pues hay violencia política (la que se da entre grupos armados con el Estado en la disputa por el poder), pero también la hay en los hogares y en las calles, siendo esta última la que provoca mayores muertes y daños al país. Estudios que tienen en cuenta las causas objetivas de la violencia, como la pobreza, la miseria, la desigualdad social o el desplazamiento intra-urbano; pero también considera las causas subjetivas, la explicación del cálculo racional de los delincuentes, que ven lejana la cárcel por ineficiencias en el sistema de justicia y la debilidad institucional. 

Estos estudios, por ejemplo, han servido para mostrar cómo existen variaciones en la violencia urbana en Colombia y particularmente en la ciudad de Medellín. Hasta la década de 1990 se ha evidenciado que el principal foco de violencia fue el narcotráfico; luego, hasta mediados del decenio de 2000, fueron las milicias urbanas y los grupos paramilitares los que elevaron la tasa de homicidios y otros indicadores de violencia; y finalmente, hasta el presente son las bandas criminales las principales generadoras de violencia en la ciudad. Estas bandas criminales vienen incrementando su accionar debido a luchas entre ellas por apropiarse del territorio para obtener rentas del microtráfico de estupefacientes y las diversas formas de extorsión y control social que ejercen sobre el territorio.

De este modo las investigaciones realizadas desde el IEP muestran que la violencia tiene un origen multicausal y adopta diversas formas. Pero, sea uno u otro el factor detonante, su accionar afecta la calidad de vida y el desarrollo humano y puede tornarse en una seria amenaza para el cuerpo social y su viabilidad. De allí que también se insista en las investigaciones en la necesidad de trabajar desde todos los ámbitos por generar oportunidades económicas, políticas, sociales y culturales que ayuden a reducir la violencia en nuestras ciudades y áreas rurales. Políticas públicas y programas sociales que ayuden a cambiar la situación de pobreza y marginalidad, que aumenten las oportunidades laborales de los jóvenes y la calidad de vida de las comunidades. De esta manera podría ampliarse la cohesión social y fortalecerse las instituciones.

Tales sugerencias, en las que también coinciden muchos investigadores sociales en el país, han servido de guía en varias ocasiones a quienes toman decisiones en política de seguridad y convivencia. Las autoridades locales y nacionales han buscado de manera reiterada y variada combatir los focos de violencia. Para eso, unas veces se ha luchado de manera frontal contra los narcotraficantes, como ocurrió en la década de 1980; en otras, se ha explorado la salida negociada al conflicto, como pasó con las Milicias Populares en 1994 y las Autodefensas Unidas de Colombia entre 2003 y 2006. Pero también en la ciudad, durante las últimas administraciones, se han realizado programas integrales de equipamiento urbano y de urbanismo social, junto con el apoyo a la educación, la salud y la generación de empleo, configurando con todo esto una decisión política y presupuestal de hacer de estas variables herramientas esenciales en el desarrollo social.

Así, los estudios sobre los conflictos, las violencias y las criminalidades que se hacen desde el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia han permitido analizar, explicar y comprender varios de los fenómenos sociales que más nos afectan como sociedad. Estos estudios han posibilitado diagnosticar las enfermedades del cuerpo político, y a su vez han permitido sugerir líneas de acción –al estilo de tratamientos que se hacen los médicos– que posibiliten de manera integral atacar las causas y las consecuencias del mal. Por ejemplo, mediante programas sociales que mejoren el bienestar de las personas y comunidades con servicios sociales (salud, vivienda y educación) o mejoras en los niveles de ingresos. 

En conclusión, la construcción de la paz es un proyecto ambicioso que va mucho más allá de la firma de un acuerdo de paz o de desarmar a los combatientes. Las múltiples violencias que se presentan en la sociedad deben ser atacadas con acciones del gobierno y de la ciudadanía, deben ir más allá del uso de la coerción. La construcción de una sociedad más saludable –en términos de armonía, justicia y equidad– exige un proceso de fortalecimiento de la confianza mutua y la construcción de un sistema político, económico y social más abierto e incluyente. Esta era y debe seguir siendo una de las responsabilidades que como científicos sociales debemos tener con la salud del cuerpo social. 

Este texto hace parte de la revista Experimenta

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