Opinión

Colombia está en un momento histórico, entre transitar hacia la paz o volver a la guerra. Por eso estamos en un proceso de negociación. El resultado del plebiscito realizado el 2 de octubre, en el cual el No ganó por un estrecho margen, cambió el escenario de la contienda política, varió la correlación de fuerzas.

En primera instancia se ha pensado que los mayores favorecidos con ese resultado son los promotores del No, sin embargo la estrecha ventaja obtenida y el pésimo ambiente internacional que generó ese resultado hicieron, paradójicamente, que quienes rechazaban el modelo de negociación terminaran ahora participando de él y del Acuerdo logrado por ese medio pero en una situación comprometedora para ellos porque existe un agravante: si el proceso culmina con el retorno a la guerra, en ese eventual escenario, para medio país y para la comunidad internacional los mayores responsables de ese “traspié” tienen nombres propios. Además, de retornar a la guerra no volveríamos estrictamente a la vieja, dolorosa y desgastada guerra colombiana.

Que los principales promotores del No estén preocupados porque no se afecte en nada el cese bilateral al fuego es diciente. Los principales promotores de la guerra como solución, están ahora preocupados porque pueda desatarse el conflicto armado con las Farc. Ahora, les preocupa lo que les pueda pasar a “los señores de las Farc”, como ahora los llaman. Ahora quieren que la ONU realice la verificación, ahora no objetan que haya en esa comisión de verificación algunos soldados cubanos, ahora incluso proponen que mientras se sale del “impasse” el Estado pague a los guerrilleros por el tiempo que sea necesario.

Ahora les parece comprensible que se necesite tiempo para negociar, ahora les parece entendible que sea el gobierno quien tramite sus intereses en La Habana ante las Farc, cuando antes el gobierno de “mermelada” solo representaba al Castro-chavismo. Ahora les parece que es necesario un Acuerdo nacional, que es justamente lo que se ha tratado de hacer con el proceso de negociación, el cual los principales promotores del No rechazaron durante más de 6 años.

Estas preocupaciones de los principales promotores del No están en buena medida marcadas por la posibilidad de retornar al escenario de la guerra. Esta posibilidad resulta hoy más posible incluso que el sorpresivo triunfo del No. Esta seria preocupación porque no regrese la guerra obedece no solo a que haya convencimiento de que la paz es lo mejor, como lo han dicho los principales promotores del No, sino y ante todo porque si regresamos a la guerra la escena y los actores han variado, la relación de fuerzas se modificó. De la idea de una guerra del Estado contra las Farc, que muy seguramente dirigirían con gusto algunos de los principales promotores del No, podríamos pasar, dadas las actuales circunstancias, a un conflicto armado entorno a un país dividido en cuanto al trato que debe darse a un actor político y con ello a la manera de lograr la paz.

Que el país retorne a la guerra puede ser entendido como la guerra por los Acuerdos de La Habana o los Acuerdos de Cartagena. Este podría ser el peor de los escenarios, hipotéticamente habría un sector que tendría a su favor medio país y la comunidad internacional. El otro sector hipotéticamente contaría con medio país y el desprestigio internacional por haber negado los Acuerdos. Esta peligrosa posibilidad, hace que los principales promotores del No difícilmente “pateen la mesa”, la correlación de fuerzas no les favorecería. Sin hablar de lo que podrían hacer aquellas personas que votaron por el No convencidas de que era posible ajustar los Acuerdos sin volver a la guerra, tal como sus líderes les dijeron en campaña.

Para salir de la incertidumbre, o sea de la situación de saber si marchamos hacia la paz o hacia una nueva guerra, el punto de partida político tiene que ser “Se acabó la guerra”, sin titubeos. Y ese mensaje deberían enviarlo a toda la sociedad especialmente los principales promotores del No porque, si retornamos a la guerra, para medio país y para la comunidad internacional serán ellos los responsables de la debacle.

Ese debe ser un punto común del Acuerdo nacional: las diferencias no se resolverán con la violencia, tal como está en el Acuerdo de paz. Para ello, habrá que aceptar responsabilidades y disponerse a privilegiar lo colectivo, el sueño de los jóvenes y de las víctimas de vivir en paz, que es el sentimiento de todos los colombianos. Sin duda que tal logro compromete la responsabilidad de los líderes políticos del país, especialmente a los promotores del No, y ante todo a los ciudadanos que hemos sido las principales víctimas de las disputas del poder y de los egos e intereses de ciertos políticos.

Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.