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Ciencia

Insectos, testigos no tan silenciosos

09/04/2019
Por: Natalia Piedrahita Tamayo- Periódico Alma Mater

A más de 150 casos forenses le han aportado pistas los investigadores del Laboratorio de Entomología de la Universidad de Antioquia. Sus estudios sobre los tipos de insectos y de sus sistemas olfativos se han convertido en llave maestra para resolver procesos judiciales.

Chrysomya albiceps (Wiedemann, 1819). Esta especie no es natural de América Latina, proviene de África. Es de gran importancia sanitaria y médica, su principal distintivo es que sus larvas se comen las de las especies nativas y pueden hacer que los entomólogos forenses que tratan casos para la determinación del tiempo de muerte o IPM, incurran en errores en dicha datación del tiempo de muerte. Foto: Yeniffer Andrea Carreño / Grupo de investigación en Entomología de la Universidad de la Amazonía.

«En el reino animal, todos los órganos se paran desde el mismo momento en que se presenta la muerte. Las bacterias intestinales comienzan a descomponerse y generan un olor que es tan leve al comienzo que un humano no podría percibirlo. Pero una mosca sí», explicó Marta Isabel Wolff Echeverri, directora del Laboratorio de Entomología de la Universidad de Antioquia, pionero en entomología forense en Colombia.

De acuerdo con la investigadora y docente, los 400 millones de años de evolución de los insectos se evidencian en su sistema olfativo: a través de este toman las decisiones que le garantizan continuidad y equilibrio a su descendencia. Por ello, los cuerpos en descomposición son uno de los lugares preferidos para las moscas. Allí pueden depositar sus huevos; sus larvas al nacer tienen asegurado el alimento necesario para desarrollarse.

Por ejemplo, ante el hallazgo de una persona muerta, los funcionarios de las entidades encargadas de realizar el levantamiento —para el caso colombiano el Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía—, toman evidencias necesarias para obtener pistas sobre el responsable y las circunstancias en las que se dio el deceso. Entre esas evidencias, si los investigadores lo consideran oportuno, pueden estar los insectos.

Los investigadores han sabido aprovechar esa obsesión natural de las moscas por el olor a sangre y a materia orgánica descompuesta. Es allí donde interviene la entomología forense, una disciplina que estudia esa relación de supervivencia para desentrañar información sobre los cadáveres.

Para ello se observan y analizan los insectos que habitan los cadáveres. Mediante ese ejercicio puede determinarse, por ejemplo, el tiempo trascurrido desde el deceso, la toxicología —por ejemplo, las sustancias que pudo haber consumido la persona muerta— y las características de clima o vegetación del lugar en el que ocurrió el deceso.

El uso de los insectos en el dictamen post mortem permite establecer el tiempo que lleva el insecto en el cuerpo, no el tiempo que lleva el cuerpo muerto, para saber esto con certeza, debe extrapolarse este factor. «Determinamos cuál es la especie pionera, es decir la que lleva más tiempo en el cuerpo y, por tanto, la que me da información más reciente sobre el cadáver»,detalló Wolff Echeverri.

Las investigaciones forenses a partir de insectos siempre se establecen en relación con factores como la temperatura, la humedad y la precipitación.

En gran medida, el trabajo de este equipo ha consistido en estudiar cuáles son las especies pioneras en diferentes lugares de Colombia. En Medellín, por ejemplo, la especie de mosca más frecuentemente hallada es la Lucilia eximia, mientras que en Bogotá es la Calliphora vicina.

«Para las indagaciones entomológicas y forenses identificamos los insectos asociados a cada uno de los pisos térmicos del país: los del clima templado de la zona Andina, luego pasamos a trabajar en la región costera, sobre todo en la isla de Tintipán. También hemos realizado estudios en los páramos, en los bosques y en zonas periféricas», contó Wolff Echeverri. Estas indagaciones constituyen un mapeo para la entomología forense en Colombia, gracias a ello es posible investigar asuntos relacionados con cadáveres.

Cochliomyia macellaria (Fabricius, 1775). Es conocida como mosca de la carne, sus larvas son abundantes en los primeros estados de descomposición del cadáver. Pueden poner más de mil huevos en pedazos de carnes pequeños, los cuales hacen eclosión aproximadamente en dos horas, y en estado de larva, maduran en un periodo entre 6 y 20 días. Foto: Yeniffer Andrea Carreño / Grupo de investigación en Entomología de la Universidad de la Amazonía.

El olfato delator de la Calliphoridae

La familia de moscas más común en el ámbito forense es la Calliphoridae. En el país se han encontrado más de 30 especies y cuatro subfamilias, las más frecuentemente reportadas en estudios en cadáveres humanos son Lucilia eximia, L. sericata, Calliphora vicina, C. nigribasis, luego están la Sarcophagidae (Peckia chrysostoma, P. ingens) y la Muscidae (Musca domestica, Atherigona orientalis). Cada una hace presencia en los cuerpos dependiendo de su fase de descomposición.

Pero hay más insectos que intervienen en los cuerpos después de la muerte, como los escarabajos Silphidae (Oxelytrum discicolle), Dermestidae (Desmestes maculatus) y Cleridae (Necrobia rufipes), que llegan al cadáver cuando queda poca piel adherida al hueso. También están algunas hormigas y avispas del orden Hymenoptera y otros ocasionales como la Hemiptera (chinches) y la Odonata (libélulas).

«El sistema olfativo de un insecto es millones de veces más sensible que el del humano. Este dato favorece al humano habitante de las ciudades, ya que si tuviera una sensibilidad similar no soportaría muchas de las emisiones que causa y se extinguiría», explicó el biólogo Yardany Ramos Pastrana, docente de la Universidad de Amazonía.

El investigador —coequipero de la profesora Wolff en los estudios entomológicos en la Universidad—, destacó también que los olfatos de las moscas son el modelo que utiliza la nanotecnología y la robótica para componer robots, ya que sus antenas son sensores que captan olores y señales a grandes distancias y con increíble agudeza. El olfato garantiza la supervivencia de las especies, y en acciones tan comunes como un saludo, se dan interacciones mediante moléculas químicas que el otro solo puede recibir a través del olor.

Las cualidades de insectos trascienden los asuntos forenses. Estos pueden ser útiles, incluso, para la salud humana. «La entomología forense nos ha enseñado a conocer la biología de los insectos —explicó Ramos Pastrana— y a utilizarlos como herramienta para mejorar la salud de los seres humanos. Por ejemplo, existe la terapia larval, una manera de sanar heridas crónicas de más de cuarenta años a partir de larvas que sabemos que solo van a alimentarse de tejido descompuesto». Ante los requerimientos que el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses tenía en 1999, se creó el grupo de Entomología Forense de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Antioquia, para generar un engranaje entre la academia y la Rama Judicial para la aplicación legal del análisis de los insectos en Colombia. Hasta ahora se han investigado 150 casos.

Lucilia eximia (Wiedemann, 1819). Es una mosca de ocurrencia urbana, actúa como pionera en los cadáveres que son hallados en Medellín. Adicionalmente es utilizada en la terapia larval para el tratamiento de úlceras y osteomielitis. Foto: Yeniffer Andrea Carreño / Grupo de investigación en Entomología de la Universidad de la Amazonía.

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