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Opinión

El poder bruto en la ciudad del software

22/02/2020
Por: Fabio Humberto Giraldo Jiménez, profesor jubilado Universidad de Antioquia

«...El fin es legítimo y bien intencionado porque estamos de acuerdo en que la autonomía universitaria se pervierte cuando se confunde con extraterritorialidad y extralegalidad; pero el medio no solo tiene una mermada legitimidad de origen sino que en la práctica es ineficaz...»

El novicio alcalde decide realizar expediciones punitivas hacia la Universidad pública con un protocolo previo que las suaviza. Las justifica con el propósito de acabar las violentas expediciones pretenciosamente revolucionarias de los capuchos y con el armerillo de explosivos que estos esconden dentro de los predios universitarios.

El fin es legítimo y bien intencionado porque estamos de acuerdo en que la autonomía universitaria se pervierte cuando se confunde con extraterritorialidad y extralegalidad; pero el medio no solo tiene una mermada legitimidad de origen sino que en la práctica es ineficaz.

Es muy difícil creer que el Alcalde o sus asesores no conozcan el manual político que indica que las decisiones no sólo deben ser legales, de lo cual depende la legitimidad de origen, sino también eficaces, de lo cual depende la legitimidad de ejercicio y que a su vez la eficacia está regulada por el principio de proporcionalidad para no andar por ahí, como si nada, matando mosquitos con misiles sin parar mientes en los efectos colaterales.

Y también es difícil entender cómo el Alcalde  promueve y promete la eficiencia propia de la seguridad inteligente pero al mismo tiempo acuda al método más pedestre de ejercer el monopolio legítimo de la fuerza, el tropel; el mismo que emplean quienes retan ese monopolio. Por eso mi opinión es que el objetivo principal de esas expediciones punitivas con su protocolo no es el que se dice en público. Hay otro.

Nada raro. Los políticos de profesión —y el Señor Alcalde lo es aunque se crea catecúmeno— suelen gobernar como si estuvieran en campaña electoral. Obsequian decisiones gubernamentales para ganar elecciones futuras. Esa es una técnica de poder.

Es mi opinión que el novel Alcalde  obsequió esta decisión para cambiar la opinión de quienes lo consideraron “cómplice” de las protestas ciudadanas y a la Universidad como cuna de esas protestas; y también es mi opinión que, frente a ese “político” pretexto, el improbable éxito de las expediciones sería apenitas una ganancia ocasional.

Lo que no parece calcular el Señor Alcalde y sus asesores es que no va a lograr eficacia en ninguno de los dos propósitos y que puede terminar agravando los dos problemas que pretende solucionar. Los protocolos terminan favoreciendo la impunidad de los capuchones con sus explosivos pero se lleva en calle la estabilidad de la universidad y, por el otro lado,  aquellos a quienes ganó las elecciones, cuya ambición va más allá del mundo natural, van por más porque este obsequio es apenas bocadillo, canapé. Les falta la cena y en ella el alcalde es el “muchacho relleno”.

Veamos, el jueves 20 el señor alcalde ensayó la primera expedición. De acuerdo con el protocolo —muy propio de su apolínea estampa— la anunció a través de altoparlantes helicoportados: disculpe señor capucho, procedo a actuar contra usted de acuerdo con las siguientes reglas de urbanidad y cortesía; dentro de una hora ingresará mi infantería a los predios donde usted campea; por tanto le sugerimos que se esconda, es decir,  que se quite la capucha y guarde bien sus explosivos.

¿Todo listo? Permítanme, ahora si, preguntar, ¿dónde pueden los infantes limpiar sus botas para no ensuciar su bruñido y honorable templo de la sabiduría? Jóvenes, ¿ustedes son capuchos?¿Alfabetos o analfabetos? Permítanos depositar por aquí y por allí estos calurosos y humeantes parabienes y repartir entre todos los presentes unas suaves carantoñas. ¿Puede alguno de ustedes, cualquiera, acompañarnos como testigo de la buena voluntad de esta visitación? Si nuestra obsequiosa presencia los ha incomodado, solicitamos de vuesas mercedes la más devota exculpación. Nos despedimos con toda consideración y aprecio y esperamos volver pronto.

No me crean tan guamón. ¿Qué se llevaron los expedicionarios? ¿Qué dejaron? ¿Hicieron lo que dijeron que venían a hacer? Dejaron un problema más grave que el que pretendieron solucionar, que a su vez será más grave después de la próxima expedición que ya está anunciada. Y los capuchones ahí. Con sus petardos.

Y se completa el espectáculo difundiendo en lenguaje de paternal misericordia que se quiere recuperar la autonomía para devolvérsela a la Universidad. Ni el más agudo sofista lograría esta excelsa muestra de retórica retorcida que revive el concepto romano de dictadura: interrumpir la democracia para restaurar la democracia, diríamos hoy. No me crean tan aguapaneludo.

Quien dijo que tenemos la autonomía perdida. Fruto de ella es esta magnífica obra de ilustración y racionalidad científica. Más evidente es que la quieran mochar, limar, esquilmar y prostituir. Mil veces hemos repetido que la violencia, cualquiera, la oficial o la subersiva o la antisocial es contraria al ethos universitario. La hemos resistido. De lo contrario ya se habrían matado las veinte mil personas comunes que conviven y circulan diariamente sin vigilancia y sin policía en este semicerrado predio. Ese solo hecho empíricamente constatable honra la autonomia legal que se le ha conferido a la Universidad pública.

¿Soluciona el ingreso del Esmad el irresponsable accionar de los encapuchados violentos? Por lo visto no. Al contrario empodera su violencia. ¿Solucionan las acciones violentas de los encapuchados los problemas de desigualdad y de injusticia social? Por lo visto no. Al contrario, los agravan.

Créame Señor Alcalde, que si esa fórmula fuera eficaz para solucionar el gravísimo problema que crean los violentos encapuchados y otros de orden público que padecemos en la Universidad, tendría mi apoyo, porque sé, como la inmensa mayoría de los universitarios, que autonomía no es extraterritorialidad ni extralegalidad, como ya dije, sino la salvaguarda de un espacio-tiempo en el que no haya lugar no ideológico desde el cuál se pueda hablar de ideologías. Y que por eso nos oponemos tanto a este tipo de expediciones punitivas a las que con vergonzante fingimiento llama protocolos para “cuadrar caja” con contendientes políticos, como a las expediciones de los capuchos que usan a la universidad como portaviones y armerillo.

Y por el otro lado ¿quedarán satisfechos los opositores del Alcalde con este obsequio? No creo. Si urdió esta estrategia mediática para congeniarse con los madrugadores agoreros de su administración, esos mismos que hoy lo aplauden porque les da gusto, lo querrán “asado” cuando sus expediciones punitivas produzcan más daño del que pretendieron arreglar.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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