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Ciencia

Meteoritos: nómadas del universo

09/07/2019
Por: Natalia Piedrahita Tamayo- Periodista

En el Museo Universitario —Muua— se encuentra una de las principales colecciones de meteoritos del país. Conocer cómo llegan a la Tierra también hace parte del interés de los investigadores de la Universidad de Antioquia. Un reciente estudio sobre el tema fue publicado en la prestigiosa revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.

Ilustración: cortesía Eliana Calvachi Hernández. 

¿Le ha pedido un deseo a una estrella fugaz? Para muchos, el avistamiento de una de estas tiene una carga mística, otros, incrédulos, simple-
mente se maravillan con el fenómeno. Lo cierto, sin embargo, es que ese destello aparentemente lejano, tiene mucho que ver con la Tierra.

Una lluvia de estrellas —suceso astronómico cuyo nombre tiene un tinte poético— es un fenómeno que ocurre cuando la Tierra, en su recorrido orbital por el sistema solar, coincide con una nube de fragmentos de asteroides o cometas.

«Cuando los fragmentos rocosos que vienen del espacio —llamados también meteoroides— logran traspasar la atmósfera terrestre, soportando las condiciones de presión y temperatura generadas por la fricción y golpean el suelo planetario, hablamos de la llegada de meteoritos», explicó el investigador Pablo Andrés Cuartas Restrepo, uno de los autores del artículo Can we predict the impact conditions of metre-sized meteoroids?, en el que también participaron Jorge Zuluaga Callejas, Jonathan Ospina Moreno y Mario Sucerquia Areiza, investigadores del pregrado en Astronomía de la Universidad de Antioquia.

La publicación se dio en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, una de las más importantes revistas científicas del mundo en astronomía y astrofísica. El artículo se basó en dos eventos que se dieron en Cheliábinsk, Rusia, y en Viñales, Cuba, el 15 de febrero de 2013 y el 1 de febrero de 2019, respectivamente. Con él se trata de alertar sobre la necesidad de rastrear la trayectoria de los bólidos para intentar prever un impacto sobre la Tierra.

En ambos casos, las comunidades registraron videos de bólidos o «bolas de fuego» pasando por el cielo, lo cual permitió la reconstrucción de su trayectoria a partir de un código computacional desarrollado por Zuluaga Callejas y Sucerquia Areiza, denominado «gravitacional ray tracing» —trazado de rayos gravitacional— a través del cual se puede generar una simulación de las trayectorias orbitales de estos cuerpos celestes.

«Todos los días la Tierra y la Luna son impactadas por rocas del espacio», advirtió Cuartas Restrepo, quien reconoce que uno de los principales motivos para observar estos fenómenos reside en las huellas que pueden dejar: basta con mirar la superficie lunar para notar los cráteres generados por la llegada de fragmentos rocosos a su suelo.

Los objetos espaciales de uno o dos metros se desvanecen en la atmósfera, pero los que son de cientos de metros sí pueden ser potencialmente
peligrosos: «Hay dos familias de asteroides muy amenazantes para la Tierra, los "Atens" y los "Apollos"; asimismo, desde el cinturón principal de asteroides pueden llegar rocas nefastas».

El Museo Universitario de la Universidad de Antioquia —Muua— custodia una colección de meteoritos de diferentes procedencias. Estos son algunos:


1 y 2. Meteoritos hallados en Marruecos, África.
3. Acondrita brecha lunar / Pieza completa. Peso: 4.8 gramos.
4. Meteorito de Cheliábinsk, Rusia / Pieza completa. Peso: 17.7 gramos.


El estudio de las rocas extraterrestres

Las raíces de la palabra meteorito se pueden rastrear hasta el griego antiguo: «μετέωρος» (metéōros «que está en el aire, en la atmósfera, o en el cielo»), compuesta por el prefijo μετα (meta- «más allá»), y el verbo ἀείρω (airo «yo levanto»). En la lengua española, su estructura y significado están relacionados con el proceso de vaporización por el que pasan estos cuerpos al entrar en la atmósfera, el cual hace que se desintegren parcial o totalmente antes de caer en tierra.

Es fácil hallarlos en algunos desiertos. Sin embargo, su conservación requiere de unas condiciones especiales. En el contexto colombiano, por ejemplo, se destaca la zona de La Guajira como lugar con mayores opciones para rastrearlos, «ya que la roca del desierto tiene un color más claro y los meteoritos son casi todos muy oscuros. Sin embargo, en otros contextos similares, como el desierto de La Tatacoa, no se conservan fácilmente por sus altas condiciones de humedad», explicó Ospina Moreno, quien ha coleccionado y estudiado en los últimos años las rocas que caen del cielo.

Pero para determinar que una roca es extraterrestre hace falta un análisis detallado de sus características físicas y químicas, que se logra a través de análisis petrográficos —estudio de imágenes del interior de una roca—. Otra característica notoria, sobre todo en los meteoritos metálicos o remaglifos, son las prominentes ondulaciones que delatan que se quemaron cuando atravesaron la atmósfera, generando una costra de fusión que se ve más acentuada cuando su conformación es reciente.

«Cuando una roca está cauterizada puede ser un meteorito—explicó Cuartas Restrepo—, los cuales son más densos que las típicas rocas de la corteza terrestre. Estas últimas son, en su mayoría, granitos y silicatos de densidades de 3.0 a 3.5 gramos por centímetro cúbico. Si un meteorito es rocoso y metálico, es más denso. No es tan difícil reconocerlo».

El otro paso para reconocer estas rocas es evaluar su composición química, que puede dar pistas de su origen. «Si tienen una alta carga de metales como iridio o cobalto, es probable que vengan de lugares diferentes a la Tierra». 

De todos los meteoritos que se han hallado en el planeta, las condritas son las más comunes y representan el 83 % del total. La mayoría se formaron antes que la Tierra, hace aproxima damente 4500 millones de años. Son fragmentos rocosos que no lograron hacer parte de algún planeta, fueron los primeros sólidos que se formaron en la nebulosa presolar. El restante 17 % de meteoritos hace parte de dos series: la metálica, que proviene de grandes asteroides, y las acondritas, que son de la Luna, Marte y del asteroide Vesta.

El origen de los que vienen de otros cuerpos estelares solo puede determinarse en los casos de los que hayan sido estudiado previamente. Por ejemplo, la Luna, de la que las misiones Apolo trajeron elementos que permiten establecer puntos de comparación.

«Si algún día vamos a Venus o Mercurio — afirmó Ospina Moreno sobre los meteoritos aún no clasificados—, sabremos si provienen de ellos. Ya se tienen acondritas de Vesta, objeto del cinturón de asteroides, porque tenemos el análisis químico de ese lugar».

El evento reciente que mayor impacto ha tenido en ciudades fue el de Cheliábinsk, cuando un objeto de 30 metros liberó energía de cerca de 500 kilotones —treinta veces la bomba nuclear de Hiroshima—, dejando a más de 1400 personas heridas. En predios cercanos de Cheliábinsk también se han registrado impactos, aunque no de esa magnitud.

Impactos en Colombia

  • Un meteorito cayó en la población de Santa Rosa de Viterbo, en Boyacá, encontrado en la colina de Tocavita por Cecilia Corredor, el 20 de abril de 1810; pesó 612 kilogramos.

  • Los habitantes de Puya Medio, cerca de Turbo, Antioquia, presenciaron un gran estruendo el 16 de febrero de 2017, este fue producido por un gran bólido. Días después fue hallado un meteorito de varios kilos en San Pedro de Urabá.

  • En el Valle del Cauca, un suceso alertó a las comunidades de nueve municipios, el 6 de julio de 2007: una bola de fuego cruzó el cielo. Fragmentos de meteoritos impactaron los techos de varias casas en el sur de Cali.


Investigaciones científicas han revelado que el impacto de un fragmento de roca espacial desencadenó la extinción de los dinosaurios y de más de la mitad de las especies vivas en la Tierra hace 66 millones de años.

En contraposición de lo anterior, algunos plantean que los ingredientes esenciales de la vida quizá viajaron en el interior de los meteoritos desde otro lugar del espacio hasta la Tierra, esta hipótesis es conocida como Litopanspermia. «Cuando están quemándose en la atmósfera, la parte interna del meteoroide no se da cuenta de que está siendo quemada—explicó Cuartas Restrepo—, eso nos dice que es posible que la vida y otros fenómenos se hayan guardado allí. En ese sentido, nuestro origen podría ser marciano o de orillas más lejanas».

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