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Sociedad

El alimento: una excusa para la memoria y la identidad

09/05/2019
Por: Johanna Pino Quiceno— Coordinadora Emisora Cultural Universidad de Antioquia

Los habitantes de la vereda El Vergel en el municipio de San Carlos, en el Oriente antioqueño, encontraron en el alimento la excusa para hacer memoria y estrechar sus lazos en torno a la alimentación, el territorio y las memorias del conflicto armado en la vereda El Vergel, San Carlos. 

Fotografía: cortesía Marcela Ocampo Buitrago.

Rodeados de montañas verdes con cercas y enredaderas para la caña, el café, las hortalizas y las frutas, aproximadamente 30 habitantes de la vereda El Vergel en San Carlos recibieron a un grupo de docentes, estudiantes y empleados de la Universidad de Antioquia para hacer el cierre y socialización de resultados de la investigación «Alimentación, territorio y memorias del conflicto armado».

Marcela Ocampo Buitrago, docente e investigadora de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Seccional Oriente, presentó el proyecto a la convocatoria CODI Regiones 2017 con el objetivo de «identificar las transformaciones que el conflicto armado generó en la alimentación, en toda su cadena: producción, distribución y consumo». Al ser aprobada, la docente inició su puesta en marcha.

Para lograrlo utilizó la metodología Investigación Acción Participativa —IAP— que incluyó la realización de talleres, grupos focales, entrevistas y línea de tiempo «donde se identificaron tres momentos en la historia de la vereda: un primer momento de bonanza, previo al desplazamiento y la agudización del conflicto armado. Un segundo momento entre el 2000 y 2002, como los años con mayor número de acciones violentas y, finalmente, la época del 2015 hasta aquí, donde se reconoce un florecimiento de la vereda». 

De acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica, San Carlos condensa la historia del conflicto armado que se vivió en el país: «33 masacres en un periodo de diez años, 30 de las 74 veredas del municipio fueron abandonadas en su totalidad y más de veinte de manera parcial, cerca de 5 mil atentados a la infraestructura, asesinatos selectivos de líderes cívicos (…) extorsión y cuatro periodos de grandes desplazamientos. El municipio estuvo a punto de desaparecer».

Y aunque desde 1994 se iniciaron los desplazamientos en la zona, es el 29 de noviembre de 2002 la fecha marcada en la memoria de esta población. Ese día cerca de 400 personas del Centro Zonal El Chocó, compuesto por las veredas El Chocó, El Vergel, Hortoná y Capotal, salieron de sus casas.

En ese entonces, Luis Enrique Giraldo se encontraba con su esposa y sus seis hijos varones en su finca, «el mayor tenía 9 añitos y pues obviamente ya era que se percibía complicado el ambiente porque estaban tratando de decir que como tiene tantos hijos puede aportar a la causa uno o dos; lo que generó tensión en la población que se desplazó masivamente en noviembre de 2002. Yo me había desplazado desde 1994».

La investigación evidenció los cambios entre el momento previo al desplazamiento y la actualidad. Explicó la docente que «en la década de los 90 había mucho apoyo por parte de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria —UMATA— para la tecnificación de los entables paneleros comunitarios, acompañamiento de la Federación de Cafeteros, la circulación de cuatro escaleras el fin de semana para el transporte de alimentos como yuca, plátano, pancoger, pollos y marranos. También se destaca el consumo familiar de alimentos, sobre todo el desayuno y la comida, alrededor del fogón». 

La producción se detuvo durante el recrudecimiento de la guerra por el miedo, la zozobra y las minas antipersonal. Es a partir de 2015, momento en que retorna el mayor número de familias, cuando se empieza a recuperar la tierra para su siembra. Por ejemplo, después de haber trabajado por 16 años como taxista en Medellín, Enrique retornó a su vereda «hace 30 meses más o menos, en compañía de mi esposa y dos hijos, los otros se acomodaron en la ciudad; uno es profesional, a los otros no hubo forma de darles estudio, pero son buenas personas y se defienden». 

El retorno de apenas el 50 % de la población es la causa de algunas de las dificultades que ahora se viven en la vereda. «Si retornó la mitad de la población, significa la mitad de la mano de obra de antes, por esta razón la producción también se ha visto reducida y solo ingresa una escalera para el fin de semana. Durante la investigación también nos dimos cuenta de que la vereda está habitada en su mayoría por hombres, pues las esposas e hijos, en algunos casos, decidieron quedarse en el lugar de recepción, por esta razón también el consumo de alimentos se individualizó y la costumbre de pilar el maíz se perdió», agregó Ocampo. 

Otros resultados parciales que dejó la investigación es que las arvejas y lentejas son dos granos que los habitantes de El Vergel asocian con el desplazamiento, pues fue el alimento ofrecido en los albergues. También asocian las porciones pequeñas y hasta la sensación de hambre, así como la dieta monótona, pues en sus tierras ocurría todo lo contrario: tenían gran variedad de alimentos y comían a libertad de la saciedad.

Continuando la tradición, las familias siguen con la producción de panela y café, solo que ahora las moliendas y entables están individualizados, por eso uno de los resultados que destaca Enrique Giraldo de estas reuniones para la investigación es la asociación de productores de café de la vereda: «ya estamos trabajando 11 familias comprometidas con un modelo de vida y aspiramos que se amplíe. Estamos pensando en ir apropiándonos de las posibilidades que tiene la sociedad de forma organizada, para poder desarrollar por qué no, una marca de café especial, ojalá orgánico».

Si bien este no era un objetivo específico de la investigación, el de propiciar asociaciones productivas, sí se trazó brindar a los habitantes de El Vergel talleres formativos certificados en Agroecología, Educación alimentaria y nutricional y Asociatividad; resultado de esto, Lucía Montoya Marín, presidenta de la JAC El Vergel, contó que «de los de la universidad aprendimos a cultivar cosas que creíamos no se daban por aquí, nos trajeron siembra orgánica: tomate, cebolla, zukini, maíz y fríjol nativo; yo sembré unos zukinis grandes amarillos, verdes… Más ricos».

Durante la socialización de los resultados parciales de la investigación en la Escuela El Vergel, 15 personas de la comunidad recibieron, gracias a su asistencia, la certificación de sus procesos formativos por parte del Centro de Investigación de la Escuela de Nutrición y Dietética. También les fue entregado un documental realizado por Juan David Ceballos Carvajal titulado «Volver a la tierra», con el que se dejó memoria visual del proceso.

Al cierre de la jornada se escucharon los agradecimientos de ambas partes: «Por aquí no había venido ninguna institución, después de ISAGEN. Ustedes hicieron un trabajo muy bonito», mencionó Franklin Marín, docente de la Escuela El Vergel que desarrolla su labor de enseñanza en básica primaria con 12 niños de la zona. Asimismo lo resaltó Lucía Montoya, esperando que «sea la primera, más no la última vez que vienen por aquí».

Finalmente, para Marcela Ocampo fue un proceso en el que «no solo investigamos sino que junto a la comunidad construimos las respuestas investigativas y además, generamos acciones que propenden por el bienestar de la comunidad».

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