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Plantas para el rescate de los saberes ancestrales

12/10/2018
Por: Juan Diego Restrepo Toro y Laura Montoya Sanabria – UdeA Noticias

Investigadores de la UdeA encontraron que de 110 plantas alimenticias, medicinales y ornamentales que emplean los habitantes del corregimiento de San Cristóbal, en la periferia rural de Medellín, 45 son nativas. Una cifra que da cuenta del cuidado del patrimonio natural y cultural en pleno siglo XXI.

“Las plantas me enseñan algo distinto cada día, hacen parte de nuestro patrimonio”, dice Omar de Jesús Correa, un agricultor que ha dedicado su vida al cultivo de las plantas medicinales en el corregimiento de San Cristóbal.

Estas son una medicina tan cercana para los habitantes de este corregimiento, que sus usos son conocidos por niños, jóvenes y adultos, quienes no siempre tienen los recursos suficientes para desplazarse al centro médico.

Por eso acuden al conocimiento de Omar. “Vienen donde mí y yo les explico cómo hacer remedios con plantas medicinales, por ejemplo, para aliviar el colon: medio vaso de agua con sábila y clara de huevo”.

Foto principal: cortesía Permanencia con Equidad. Fotos secundarias: talleres en San Cristóbal.

¿Cómo se transmite el saber botánico ancestral?

Foto: cortesía Omar Correa.

Omar obtuvo este conocimiento de su papá, que a su vez lo aprendió del abuelo. Como la mayoría de conocimientos heredados se transmite por tradición oral, existe el riesgo de que haya pérdida o transformación de estos saberes. 

En esto influye la cercanía con la ciudad y con la medicina occidental, la migración de las poblaciones, el desinterés de las personas más jóvenes, el despojo de las tierras de los indígenas y los afrocolombianos, la deforestación, la minería y las explotaciones pretoleras”, menciona Héctor Estrada Giraldo, biólogo y docente de la Facultad de Educación. 

Con el propósito de verificar qué tanto sabían los habitantes de cuatro veredas de San Cristóbal sobre plantas alimenticias, maderables, medicinales u ornamentales, el profesor Giraldo emprendió hace cuatro años el proyecto de extensión ‘Plantas ancestrales: la revolución del conocimiento ancestral’, junto al también biólogo Bladimir Vera Marín; proyecto que fue financiado por el Banco Universitario de Programas y Proyectos de Extensión –BUPPE– Convocatoria 2014.

El objetivo era identificar los conocimientos de tres generaciones distintas —adultos mayores, jóvenes y niños— sobre nombres, usos y preparaciones de las plantas en las veredas El Llano, El Uvito, Las Palmas parte alta y Las Palmas parte Baja. Estas veredas se caracterizan por los cultivos de flores y porque muchas personas se dedican a la economía informal, como son los jornaleros o quienes se dedican al cuidado avícola o de huertas. 

Los hallazgos fueron impresionantes para los investigadores, pues en vez de pérdida de conocimientos, encontraron ganancia, sobre todo en el caso de los niños.

“No esperábamos encontrar que los niños y jóvenes de estas veredas conocían las distintas plantas en todas las categorías de uso”, indica Bladimir Vera. 

Además, de las 110 plantas evaluadas, 45 eran plantas nativas, lo que desde el punto de vista biológico es muy importante. “Lo tradicional es lo propio, lo autóctono, y encontrar que casi el 50% de las plantas que se usan en estas veredas son del trópico es un asunto clave para la conservación de esas áreas”, señala Héctor Estrada, para quien este hecho implica una defensa del patrimonio natural y cultural. 

Los campesinos de San Cristóbal preservan su patrimonio

A través de una serie de 6 talleres ambientales, los investigadores hallaron distintas formas de transmisión del conocimiento. De manera vertical, expresado en testimonios como “esa planta la utiliza mi mamá para alimentar las vacas” o “aquella la cultiva mi papá en la casa y usa las semillas para hacer artesanías”.

En los talleres, cada persona realizó el reconocimiento de las plantas. Luego identificaron sus partes —hoja, flor, tallo, bulbo, raíz—, y sus usos. En este punto hablaron de la parte usada, su preparación y posología. La dinámica se facilitó con el taller de preparados, donde las personas experimentaron diferentes recetas, por ejemplo emplastos o infusiones. 

De este trabajo quedaron unas cartillas educativas que fueron entregadas a las distintas instituciones educativas del corregimiento, cuyos contenidos fueron hechos por la comunidad.

La devolución de la información es una regla de oro de las investigaciones en etnobotánica. Un área del saber que se caracteriza por tener en cuenta a las comunidades y su cultura. De ahí su carácter colectivo.

Una medicina cercana

Cuatro años después de este trabajo investigativo con la Universidad de Antioquia, el campesino Omar Correa resalta que quedó con buenos recuerdos de esta experiencia. “Nos reunimos en comunidad y compartimos el conocimiento. Incluso yo, que toda la vida he cultivado plantas medicinales, aprendí de las demás personas”

Trabajar la tierra es la labor diaria de Omar, a quien los investigadores describen como una persona abierta, tranquila, fluida y transparente. Cuida su huerta y cultiva las plantas que luego vende en plazas como La Minorista o la Placita de Flórez. 

De su labor rescata que el campo le brinda la comida y la medicina a la ciudad. También recuerda que lo invitaron a un laboratorio de la Universidad para que hiciera un reconocimiento de distintas plantas. 

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