Opinión

El día miércoles 05 de mayo, con la complicidad de la noche, fueron vandalizadas las instalaciones de la sede de extensión de la Universidad de Antioquia y la sede de la IPS Universitaria. Duele en lo más profundo que edificaciones que tienen una gran carga simbólica; en tanto, representan el esfuerzo de nuestra sociedad por mantener la vigencia de lo público y generar equidad, pierdan su potencia para contener la rabia y el impulso al daño, de lo que sea, por actores que se esconden en la penumbra.

Duele aún más la muerte de nuestros jóvenes, los cuerpos apaleados, los ojos estallados, las mujeres vejadas y violadas, por causa de estar encarnando el malestar de una sociedad y hacerse la voz de la protesta, la indignación y la impotencia. También nos duelen los heridos y los muertos de la fuerza pública, empujados a contener lo incontenible de la insatisfacción derivada del empobrecimiento, el desempleo, la discriminación y la ausencia de espacios de expresión y de participación. Todas las muertes y daños físicos y morales nos pesan como sociedad.

Hacemos un público llamado a buscar caminos de entendimiento, a deponer los odios y demás sentimientos derivados del acallamiento de las voces que, en todo su derecho, encuentran en la calle, en el caminar incesante, en la danza y otras expresiones artísticas, la vía de la protesta. Si se alza la voz, es porque no se encuentra interlocutor o el interlocutor es transitorio, mientras se apaciguan los ánimos. No se puede dar tratamiento de guerra a la inconformidad en una sociedad democrática y un Estado Social de Derecho. Ya no son solo las voces de los recintos y de las elites las que hay que escuchar, son también las voces de la calle, del espacio público, del pueblo.

Rechazamos de manera contundente, los ataques que han venido padeciendo los defensores de derechos humanos y pedimos la acción y veeduría internacional para que se cumplan los protocolos establecidos por el derecho internacional humanitario. Unimos nuestras voces al clamor de un pueblo, que reclama una posibilidad justa de vida, en la que se pueda soñar y luchar por esos sueños sin morir en el intento.

Como Egresados, somos la presencia viva de la universidad en nuestra sociedad y portadores del ADN cognitivo que nuestra Alma Máter nos transfirió durante nuestra maravillosa etapa de formación, sus hijos podemos estar con diferencias en algunos escenarios del debate social, pero, es inaceptable que actuemos con indiferencia ante los ataques, originados por ciudadanos, sea quien fuere, a nuestra amada UdeA.

Medellín, mayo 07 de 2021 

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