Opinión

Los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible, más conocidos como ODS, contenidos en el documento “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, generaron desde el 2015 una reflexión y un compromiso por la acción que ha convocado por igual a los sectores públicos, privados, sociales y académicos del mundo entero.

Para que el ODS número 10, reducción de las desigualdades, sea una realidad y no un mero deseo encerrado en un cuadrito rojo, se deben dar unas condiciones que también se deben cumplir para los demás objetivos: requiere de una adecuada financiación que permita cumplir con cada una de sus metas; demanda un ecosistemas de datos confiables que, una vez convertidos en información abierta y conocimiento, permita la realización de diagnósticos sobre la desigualdad en el mundo y la toma de decisiones eficientes y eficaces para reducirla; exige que las organizaciones de cualquiera de los sectores dispongan de una gobernanza que les permita contribuir a su realización; pide ciudadanos formados e informados que reivindiquen políticas públicas, acciones organizacionales y comportamientos cotidianos que impacten positivamente en la reducción de la desigualdad.

Las metas que permitirían el cumplimiento del ODS10 se pueden agrupar en cuatro campos:

En el de gobernanza: propiciar la participación de todos los países en vía de desarrollo en las decisiones que se toman en las instituciones económicas y financieras internacionales para que sean eficaces, confiables, responsables y legitimas.    

En el económico: lograr y mantener un crecimiento en los ingresos del 40% de la población más pobre; es necesario la adopción de políticas fiscales, salariales y de protección social que propicien condiciones de igualdad; una de las metas que más expectativas genera es la de controlar y vigilar las instituciones y los mercados financieros; aplicar un tratado diferencial en sintonía con los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio para aquellos países en vía de desarrollo; motivar la asistencia oficial para el desarrollo y las corrientes financieras para aquellos países que lo requieran siempre en concordancia con sus planes y programas nacionales; reducir en un 3% los costos de transacción de las remesas de los inmigrantes y eliminar los canales a través de los que se envían que tengan un costo superior al 5%.

En la social: promover una inclusión social y política de la población vulnerable sin importar su edad, sexo, género, discapacidad, etnia, religión, pertenencia social u otra condición accidental y, en consecuencia, no esencial.

En el marco de oportunidades: establecer y asegurar las que sean necesarias y suficientes para reducir las desigualdades mediante la eliminación de leyes, políticas y prácticas culturas que propicien o legitimen la desigualdad en cualquiera de sus manifestaciones. A las naciones se les encomienda la tarea de generar sistemas jurídicos y acciones que propicien la igualdad en todas sus formas.

En el marco de la solidaridad: ante el auge del fenómeno migratorio es necesario facilitar la migración y la movilidad ordenada, regular y responsable de las personas que requieran desplazarse de un lugar a otro y más cuando se trata por situaciones humanitarias.

Entre las metas que no aparecen en el Documento y que serían oportunas están la de disponer los sistemas educativos nacionales para que formen a los gobernantes, directivos y ciudadanos en las capacidades humanas que les permita, desde su desempeño diario, erosionar las condiciones que posibilitan el incumplimiento del ODS10; dirigir las plataformas tecnológicas propias de la Cuarta Revolución Industrial para cerrar las brechas en las que se plasman las desigualdades globales.

Desde una dimensión sistémica es necesario comprender que el cumplimiento del ODS 10 impactará positivamente en el cumplimiento de otros tantos objetivos.