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Opinión

Elecciones en EU: Triunfa la sensatez del establishment

17/11/2020
Por: Marco Antonio Vélez Vélez, docente y Jefe del Departamento de Sociología, UdeA

«...Termina el aislacionismo proteccionista y el repliegue sobre sí misma de la potencia del Norte. El trumpismo quedará como la marca de una política construida al filo de las emociones y el ansia de espectáculo del público.»

Culminó el proceso electoral en la nación del Norte que tuvo en vilo al mundo. La expectativa era grande, pues, se trataba de saber si el desastroso mandato de Donald Trump, continuaría por 4 años más, con el riesgo de desestabilizar y polarizar aún más a la democracia norteamericana.

Pero, luego de ganar los votos electorales de Pensilvania, finalmente, Joe Biden se proclama ganador. No sin antes haber pasado por la autoproclamación de Trump, en el sentido de reclamar la victoria, cuando aún no se habían contabilizado la totalidad de los votos, sobre todo, los votos por correo que se sabía eran mayoritariamente demócratas. La posibilidad de no reconocer su derrota, se había anticipado, ya que en el proceso previo, Trump anunciaba el fraude a través de los votos vía correo.  

Afincado en su triunfo en el colegio electoral, el binomio Biden-Harris, reclama su victoria –que también lo fue en el voto popular: 74 millones, contra 70 de Trump–. Y su discurso tranquilizó a todos aquellos que en el mundo esperaban el retorno de la sensatez y las formas de lo político, en la potencia norteamericana. Es claro que Biden es un producto clásico del establishment político. Aquello que precisamente, Trump trataba de poner en cuestión con su desparpajo de negociante despreocupado de las formas de lo político –de allí que hablara de los 47 años de vida política de Biden–.

Con Biden retornan algunos los temas clásicos de los demócratas y otros exigidos por la coyuntura,  ya lo ha dicho: el cambio climático, la mejora salarial, la recuperación de la economía y la lucha frontal contra la pandemia del covid-19 y por encima de todo: la unificación de la nación. La crisis económica mundial producto de la pandemia será un tema central de su gobierno. La potencia del Norte aspira a recuperar su dinamismo económico y poder situarse en condición de competitividad con su rival, China, hoy mejor posicionado, luego de controlar los contagios del virus.

Sin embargo, no es tranquilo el panorama para el nuevo presidente de los Estados Unidos, las demandas legales de Trump contra las elecciones, en estados claves –Michigan, Winsconsin, Pensilvania, Arizona–, ponen en jaque relativo una transición normal de la presidencia. Ya hoy mismo, el equipo de Trump, se niega a abordar el proceso de transición del mandato. Es de esperar que hasta el mismo 20 de enero, cuando se dé la transmisión oficial del mando, no haya un reconocimiento por parte de Trump, de su derrota y es muy factible que su agitación poselectoral no termine allí.

No se puede subestimar el resultado en votación de Trump, de hecho las encuestas lo llegaron a poner 9 puntos por debajo de Biden y la diferencia real fueron solo 3 puntos. Richard Sennet ha dicho que hay una Base, adicta a Trump y su estilo, aquellos a los cuales iban dirigidos sus tuits radicalizados –los trabajadores dejados de lado por la globalización, los “proud boys (supremacistas blancos), los contestadores del establishment político, sectores de la llamada “América profunda”–, y es por ello, que se espera una lucha poselectoral encarnizada por su parte. No entra en el estilo de Trump el aparecer como perdedor.

Para América Latina, se viene un cambio de acento político y diplomático con un gobierno demócrata. Mayor énfasis en la democracia y los derechos humanos, defensa de la causa ambiental –y, allí, el perjudicado mayor: Bolsonaro, pues, Biden demandará un cuidado de la Amazonia y control sobre su desforestación–, seguramente continuará la cruzada contra el gobierno Maduro, pero con un cambio en las formas: mayor énfasis en la ayuda humanitaria. Y para el caso colombiano, la insistencia en la protección en derechos humanos y democracia, serán una exigencia permanente –se enfatizará en demandar el control y la garantía de seguridad para líderes sociales–. 

No fue del todo afortunado que miembros del partido de gobierno en Colombia, tomaran abiertamente partido por Trump y su campaña. Un ex embajador norteamericano insistió en que no era bueno involucrarse en los asuntos electorales del país del Norte. Se defendía una política bipartidista como tradición en la relación Colombia–Estados Unidos.  Eso hubiese sido lo correcto, las dudas quedaron sobre esa neutralidad frente al bipartidismo. Seguramente, Biden, podrá presionar a Colombia en la lucha antidrogas –tal vez, insistiendo menos en el glifosato–, y presionará por la garantía de protección de líderes sociales y de derechos humanos. La agenda económica quizá retorne a las sendas del libre mercado y el énfasis en el tratado de libre comercio.  

Con Biden-Harris, retorna la calma y la previsibilidad del establecimiento político, el cultivo de las formas en la actuación pública, el multilateralismo y la presencia renovada en los organismos internacionales, una vuelta al Acuerdo de Paris sobre el cambio climático. En fin, el papel de una potencia hegemónica –o en disputa de hegemonía con los chinos–, en el escenario mundial. Termina el aislacionismo proteccionista y el repliegue sobre sí misma de la potencia del Norte. El trumpismo quedará como la marca de una política construida al filo de las emociones y el ansia de espectáculo del público.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. 

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