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Opinión

Dióxido de carbono, su impacto y el acuerdo de París

13/11/2020
Por: Fanor Mondragón, Profesor Emérito de la UdeA, Miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales

«... los Estados y desde el sector privado se necesitan muchas acciones: por un lado para reducir las emisiones de CO2, y por el otro para lograr una transición energética efectiva en los próximos 30-40 años hacia fuentes renovables que permitan cumplir con los objetivos planteados, …»

Los combustibles fósiles han sido la forma espontánea de la naturaleza para almacenar energía solar. Ese enorme reservorio de energía se construyó lentamente a expensas del proceso de fotosíntesis que durante millones de años convirtió el carbono inorgánico (CO2) en carbono orgánico. Posteriormente ese carbono orgánico sufrió procesos de transformación durante millones de años para producir lo que identificamos como energía fósil: carbón, gas natural, petróleo y esquistos bituminosos.

Hoy conocemos registros que indican que la humanidad hace más de 6.000 años, empezó a utilizar la energía almacenada en los enlaces químicos de los recursos fósiles para suplir sus necesidades de calentamiento y procesamiento de alimentos. 

El uso de esta energía fósil de fácil acceso ha continuado hasta nuestros días, y gracias a ella se han desarrollado grandes potencias económicas como Inglaterra, Alemania, USA, Japón, China, y hoy en día, India. Todos estos países han consumido y aún consumen enormes cantidades de carbón, gas y petróleo.  Algunos de estos países plantean dejar el uso de carbón reemplazándolo por otro combustible fósil, el gas natural.

El uso acelerado de la energía fósil en los últimos 150 años ha implicado revertir el proceso geológico que dio lugar a su acumulación, es decir, volver a generar principalmente CO2 sin considerar las consecuencias ambientales asociadas a la rápida acumulación de este gas en la atmósfera.

Evaluar la concentración de CO2 en el aire no es un procedimiento nada fácil. Solo a partir de 1958 el laboratorio NOAA en Mauna Loa, Hawai, situado lejos de las principales fuentes emisoras de CO2, empezó a hacer mediciones del CO2 atmosférico. Hoy, los datos de varios laboratorios en diferentes partes del mundo se procesan con modelos matemáticos que dan como resultado la fracción molar de CO2 en aire seco expresada en partes por millón.

A octubre, 2020 el valor promedio publicado fue de 411.2 ppm de CO2, mientras que en mayo 2020 el valor fue alrededor de 417 ppm, con lo cual se puede ver el efecto del Covid-19 en la reducción del uso de combustibles fósiles. Estos valores son casi el doble de la concentración de CO2 en la tierra en los últimos 800.000 años, lo cual es evidencia de la enorme alteración que se está haciendo de la atmósfera.

Y hablando de cantidades, hoy se emite a la atmósfera alrededor de 38.000 millones de toneladas de CO2 anualmente; de esta inmensa cifra el mar absorbe 25%-30%, los bosques absorben 8%-10%, y el resto del CO2 se acumula en la atmósfera. Las emisiones de CO2 que causan el cambio climático tienen un efecto indirecto sobre la tierra. Por ejemplo, los humanos no adicionan calor a la atmósfera, pero los gases de efecto invernadero, por la re-radiación infrarroja hacia la tierra, hacen que el aire que está cerca de la superficie terrestre se caliente y genere olas de calor que son mortíferas.

Otro efecto es la expansión de los océanos causada principalmente por el aumento de la temperatura y en menor proporción por el derretimiento de los polos. Se estima que desde 1993 el nivel del mar ha venido aumentando a una velocidad de 3 mm/año. Las proyecciones para el 2100 indican incrementos que van desde 20 cm hasta 160 cm, según sea el control que la humanidad tenga sobre las emisiones de gases a la atmósfera. Las consecuencias sobre las ciudades costeras son impredecibles. 

El CO2 también tiene un efecto directo sobre ecosistemas marinos debido a la acidificación del océano por la reacción con el agua, lo cual hace que baje el valor del pH del mar, afectando el crecimiento de corales y el proceso de fotosíntesis. Otro efecto directo es sobre los humanos, ya que los informes apuntan a un deterioro de la capacidad cognitiva cuando se está en ambientes cerrados con poca circulación de aire, y donde la concentración de CO2 puede llegar hasta 700 ppm, lo que puede ocurrir en algunos salones de clase.

Por estas razones las Naciones Unidas promovieron el Acuerdo de París en el año 2015, en el cual piden a todos los países evitar que la temperatura promedio de la tierra aumente 2°C por encima de los valores de la época pre-industrial. Hoy se estima que la temperatura ha aumentado 1.1°C con respecto a ese valor de referencia. Entre los Objetivos del Desarrollo Sostenible se plantea que para llegar a un aumento de 1.5°C en el 2050, hay que reducir la emisión de CO2 en un 45% antes del 2030, y que para el 2050 debemos tener cero emisiones netas de CO2 a la atmósfera. Actualmente hay cientos de científicos en todo el mundo buscando alternativas para reducir las emisiones de CO2 lo mismo que investigando formas de utilizarlo para producir otros productos. 

Sin embargo, dadas las gigantescas cantidades que hay que eliminar se considera que inicialmente el mejor mecanismo es la eficiencia energética que puede evitar rápidamente la emisión de miles de millones de toneladas de CO2, esta acción debe ir acompañada de la implementación de procesos de descarbonizacion. Para apoyar a los países en desarrollo las Naciones Unidas establecieron un fondo de 100.000 millones de dólares anuales hasta el 2020. A pesar de estos esfuerzos, las estadísticas indican que en el 2019 la energía primaria que utilizamos en todo el mundo viene en un 75%-80% de energía fósil.

Es decir que desde los Estados y desde el sector privado se necesitan muchas acciones: por un lado para reducir las emisiones de CO2, y por el otro para lograr una transición energética efectiva en los próximos 30-40 años hacia fuentes renovables que permitan cumplir con los objetivos planteados, y de esa manera evitar consecuencias catastróficas.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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