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Opinión

Haití: una Venezuela en las Antillas de la que nadie habla

07/02/2019
Por: James Rodas Serna, estudiante Licenciatura en Ciencias Sociales UdeA

« ... Haití, después de nueve años del terremoto más devastador sufrido en su historia, ha tenido que llevar también en sus espaldas el peso de la corrupción, de la intervención norteamericana, del bloqueo económico, la falta de una democracia (no solo reducida a elecciones periódicas), del hambre, el cólera, el maltrato de sus recursos naturales y de las revueltas al borde de una nueva guerra civil ...»

Existen eventos que no solo alteran el curso de la vida de un pueblo, sino que se extienden a toda la humanidad. Tienen, por su significado un valor universal y se convierten en inmortales. Por ejemplo, la Revolución Francesa del siglo XVIII y la Revolución Rusa en el siglo XX. Dichos eventos, dentro de todo su accionar, ilustran nuevos rumbos en la historia universal. Los legados que dejan, representan hilos conductores, los cuales, proporcionan confianza, alimentan el imaginario popular y sirven como trampolín para la acción histórica.

Uno de estos sucesos fue sin lugar a dudas la Revolución Haitiana del siglo XVIII; con un alto grado de complejidad en los aspectos racial, social, anticolonial y antiesclavista, marcaría indudablemente la vida de los tres continentes sumergidos en el tráfico comercial de esclavos: Europa, donde se desarrollaba el capitalismo; África, proveedora de los esclavos y América, la conexión de éstos dos para la fundación de las nuevas colonias europeas.

Nombres como el de Toussaint Louverture, Jean-Jacques Dessalines y Henri Christophe, quedaron para siempre grabados no solo en los libros, y en sus procesos de configuración histórica, podemos comprender qué tan importante fue el levantamiento de esclavos negros para las futuras independencias.

Estos procesos de subversión al orden colonialista, imperial e incluso racial, han sufrido tan pobre puesta en escena, que es sorprendente analizar cómo la historiografía, a lo largo de sus muchos estudios, no conciben dimensionar el tamaño de tal evento; exceptuando a José Luciano Franco y al escritor cubano Alejo Carpentier, quienes con sus trabajos académicos y literarios, sacaron a la luz la complejidad y grandeza de la Revolución Haitiana.

Hoy, vivir en la isla es navegar en un mar de escombros, pobreza, corrupción y la xenofobia de su vecino pero rival político, económico e incluso cultural: la República Dominicana. A los ojos de los visitantes hay unos matices, que varían, no solo geográfica, sino antropológica y culturalmente.

Los escombros parecen más simbólicos que físicos, en el sentido de que, si bien, el terremoto de 2010 destruyó prácticamente todo el país, sus ruinas obedecen al resultado de sistemas políticos corruptos, fruto de perversas estructuras de poder y de las grandes inconsistencias de la globalización neoliberal, que no busca crear una sociedad planetaria, sino mercados planetarios.

Según datos del Banco Mundial (2014), Haití es el país más pobre de América (al menos el 31% de la población vive con menos de USD 1 al día), menos del 60% de la población logra llegar al último grado de enseñanza primaria (siendo el nivel educativo unos de los factores determinantes para el desempleo); tiene el más alto índice de adultos sin educación, cerca de 2,5 millones de haitianos no pueden darse el lujo de cubrir sus necesidades básicas de alimentación y un millón se encuentran en peligro de caer en la pobreza extrema. Haití sigue siendo el país con mayor
desigualdad en el continente, y uno de los países más desiguales del mundo. El 20% más rico de los hogares posee el 64% de los ingresos totales en el país y el 20% más pobre tiene sólo el 1%.

Enumerar los males que se mezclan allí -en el país dueño de hermosas playas en Isla Tortuga, Gonâve y Cayemite; Palacio de Sans-Souci y La Citadelle- sería tarea de infinidad de páginas y su análisis y comprensión, de días y noches. Pero ¿por qué nadie habla de ello? ¿por qué ningún medio de comunicación titula sus noticias con estos acontecimientos? Parece ser, que el interés de algunos medios de comunicación, no reside en la difusión y búsqueda de una posible solución a la pobreza la desigualdad social, sino en la colaboración con ciertas posturas políticas, favorables a grupos hegemónicos ansiosos de permanecer en el poder, al costo que sea necesario.

La actual crísis en Venezuela, ha convertido la guerra en el mayor imperativo moral para terminar con un régimen acusado de ilegítimo, tirano, dictatorial, corrupto y violento, paradoja en una región donde la insultante opulencia de unos pocos, al lado de la más intolerable pobreza, han sido también balas cotidianas en contra de la dignidad humana. Esto ya lo había señalado, a modo de denuncia hace dos siglos, el pensador francés Frederick Bastiat: “Cuando el saqueo se convierte en un modo de vida para un grupo de hombres que viven en sociedad, estos crean para sí mismos en el transcurso del tiempo un sistema legal que lo autoriza y un código moral que lo glorifica.”

Haití, después de nueve años del terremoto más devastador sufrido en su historia, ha tenido que llevar también en sus espaldas el peso de la corrupción, de la intervención norteamericana, del bloqueo económico, la falta de una democracia (no solo reducida a elecciones periódicas), del hambre, el cólera, el maltrato de sus recursos naturales y de las revueltas al borde de una nueva guerra civil.

Llegar a la frontera domínico-haitiana es sentir el calor en los corazones de los migrantes buscando una sombra al otro lado de la puerta, que los abrace y no los deje vivir abrasados por las circunstancias que subyacen al oriente de la isla, más allá de los grados centígrados. Pasearse por Puerto Príncipe al ritmo del Kompa, disfrutar de sus coloridos vestidos, sorprenderse con los rituales vudú, observar de cerca el color de su piel y hasta contemplar la gran morada de Enrique I en Cabo Haitiano, hacen que Haití se vea como un “África en América”.

Finalmente, es lamentable decir, que Haití atraviesa desde hace mucho, una crisis en todos los aspectos políticos y sociales, pero de la que nadie emite comunicados, ni se buscan soluciones para llevar la “democracia y libertad” al país caribeño o superar los altos índices de pobreza; quizás porque no hay petróleo ni recursos naturales que justifiquen una intervención y acompañamiento de la comunidad internacional. Haití, es una Venezuela en Las Antillas de la que nadie habla.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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