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“Nos podrán robar los sueños pero no la voluntad”

10/08/2020
Por: ​​​​​​​Rosa Angélica Zapata Gutiérrez, egresada y empleada UdeA

«... mi reflexión va dirigida a aquellos líderes que teniendo la posibilidad de mejorar a su personal antiguo proporcionándole una mejor estabilidad, los despiden eventualmente y sin ningún pre aviso,...»

“El mundo recompensa antes las apariencias del mérito que al mérito mismo” François de la Rochefoucauld          

Mientras crecía podía observar con admiración en los medios de comunicación y en mi propia formación podía estudiar a los grandes científicos, artistas e intelectuales y me impresionaba saber como eran capaces de hacer transformaciones y de revolucionar el mundo, al mismo tiempo percibía como eran capaces de darle al universo un equilibrio cambiante con tantas teorías y proyectos. 

Mi ilusión comenzó desde la escuela primaria en torno a los maestros, los coordinadores, el personal administrativo y los directivos del colegio a quienes siempre observaba. Comencé interiorizando que algún día tendría “un cargo de esos” en aras de proyectarme para hacer aportes a la sociedad.

En mi caso, perteneciendo a una familia numerosa, siendo la décima de 13 hijos y siendo mi padre un hombre recatado obrero (polifacético) de una empresa textil (Fabricato) y mi madre una dedicada ama de casa emprendedora que creó una tienda en su misma casa para ayudar un poco a la economía familiar, lo que hizo que con el tiempo cuando mi padre se jubilara a sus 51 años, pudiera trabajar con ella por más de dos décadas en su propio negocio familiar.

Reconozco que tuve un buen ejemplo al crecer, también me sirvió mi hogar como referente para lograr con el tiempo tener una estabilidad que me permitiera trabajar por esa ilusión de pertenecer a una gran organización académica como es la Universidad de Antioquia y lograr superar dificultades para poder jubilarme en un futuro. 

La misma vida nos va llevando por el camino correcto hasta ver ese deseo materializado. La vida también nos enseña que no es fácil subir cada peldaño que nos va llevando a la cima del éxito. Siendo el éxito para muchos tener títulos, cargos, relaciones, poder y dinero, etc. y para otros, significa en términos más románticos  tener una estabilidad que nos permita vivir honestamente y poder salir por la puerta grande mirando a los ojos a quienes se quedan, una vez hallamos cumplido nuestro ciclo activo laboral.

Tanto nos esforzamos por una vida que ha sido modesta y digna, y por hacer un aporte aunque sea pequeñito para la transformación de la sociedad. Entonces es cuando descubrimos que el mundo no lo transforman solo los grandes científicos, artistas e intelectuales sin la ayuda de los que desempeñan labores de más bajo perfil, pero que siempre están ahí aportando incondicionalmente para lograr que esos “proyectos” se puedan finiquitar. 

El ejemplo lo podríamos ver materializado en una gran construcción, en donde los albañiles, maestros de obra, tecnólogos, ingenieros, arquitectos, etc., forman una cadena para alcanzar el objetivo final que es esa obra civil terminada. Otro ejemplo, es el de la educación, en donde tanto el personal administrativo, como el personal docente y directivo, logran alcanzar los objetivos misionales basados en unos esfuerzos comunes.

Considero por otra parte, que de no ser por las personas que aportan las ideas y por sus desarrolladores, este mundo no estaría en constante transformación.  Sin embargo, el problema en la actualidad es que existen muchas contradicciones y algunas veces se distorsionan los roles de poder, mezclando  una serie de patrones convencionales que lastimosamente encasillan a sujetos que son capaces de ver los detalles que otros no ven para crear e innovar y son explotados desconsideradamente por no tener una palanca.

En ese orden de ideas, considero que hay un factor determinante que debe tenerse en cuenta a la hora de juzgar a un individuo y de tomar decisiones substanciales en torno a las personas con capacidades intelectuales por encima del nivel.   Ese ingrediente es la “objetividad”.  Sería muy importante que se tuviera ese componente en cuenta, a la hora de juzgar a una persona digna de ser considerada, en lugar de enviarla despiadadamente a engrosar las estadísticas de desempleo local.

Actos como ese se está presentando en algunos lugares del mundo en medio de la Pandemia del COVID 19, cuando se supone que según el Ministerio de trabajo en Colombia no debe haber despidos en este tiempo. 

Indudablemente, mi reflexión va dirigida a aquellos líderes que teniendo la posibilidad de mejorar a su personal antiguo proporcionándole una mejor estabilidad, los despiden eventualmente y sin ningún pre aviso, remitiéndose a una serie de supuestos sucesos, que van en contra de personas que tienen grandes capacidades de crear y potenciar sus organizaciones, pero que lamentablemente están inmersas en un entorno viciado por el control de aquellos que apoyados en unos roles de poder logran maximizar sus habilidades manipuladoras y se llenan de motivos contra aquellos humildes servidores que no han hecho más que aportarle a la institución, muchas veces ad honorem y sin ningún protagonismo. 

Finalmente, quiero invitar a los lectores a reflexionar sobre la siguiente frase de Montesquieu: “La injusticia hecha a uno solo es una amenaza dirigida a todos”.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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