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Opinión

¿Seguiremos permitiendo que los encapuchados ataquen a los estudiantes?

19/03/2024
Por: Alejandro Naranjo Cortés. Estudiante de Ciencia Política de la UdeA

«No es justo que sigamos permitiendo que el fantasma de la violencia siga persiguiéndonos, y nosotros, los que deberíamos apropiarnos de la Universidad, no planteemos un pensamiento crítico alrededor de estos actos que no tienen justificación, y seamos tan indolentes y reticentes a configurar acciones factuales que propugnen por un cambio de paradigma frente a cómo habitamos la Universidad y qué valores estamos defendiendo».

Por lo menos, un estudiante herido por arma traumática resultó del tropel realizado el viernes 15 de marzo de 2024 en el campus central de la Universidad de Antioquia. En horas de la tarde, un grupo de encapuchados ingresaron a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas donde generaron un caos total en los pasillos; en ese momento ya se auguraba la tragedia. Un sinfín de destrozos por parte de estos grupos a las instalaciones de la Facultad, al erario público y a las pertenencias que los estudiantes tenían guardadas en los casilleros vandalizados por los encapuchados, fue el saldo, si se quiere, más económico que tuvimos que pagar por una jornada de «manifestaciones» sin sentido que llevaron a cabo estos grupos clandestinos. Lamentablemente, el saldo más caro lo tuvo que pagar un estudiante de la propia Facultad al que uno de estos encapuchados, en una actitud reprochable y cobarde, le disparó con un arma traumática, generándole una fractura en el fémur.
 
Realmente, no es descabellado pensar que la Universidad de Antioquia está pasando por una grave crisis de seguridad e institucionalidad, que afecta a los diferentes grupos y personas que la cohabitan, y lo peor de todo, es que este asunto ya se nos salió de las manos. Estos grupos de encapuchados utilizan una retórica vacía sobre la protesta, que pretende generar un adoctrinamiento, para defender las acciones que emprenden en contra de la paz y la seguridad de los que diariamente habitamos la Universidad. Y si, es cierto que en la Constitución política se consagra el derecho a la protesta, pero este derecho y las acciones violentas emprendidas por los encapuchados, no tienen nada que ver la una con la otra, simplemente son actos que pretenden fungir como audaces y llenar de orgullo a un grupo clandestino cuasi-ideológico y acrítico. 

La verdad es que es lamentable que este tipo de acciones sigan sucediendo en la Alma Máter, es como si el fantasma de la violencia que nos azotó en los años 80 y 90 siguiera presente y reacia a desaparecer. Los métodos de coerción, violencia y sometimiento que, durante décadas, se han usado para llamar la atención y silenciar a las voces más críticas de la Universidad, han sido un factor de continuidad que los grupos de encapuchados utilizan para generar presión y zozobra, con el propósito de obtener unos objetivos banales y triviales que en nada representan a los estudiantes de la Universidad y sus intereses. Frente a esta situación, cabe preguntarnos lo siguiente: ¿acaso estamos condenados como comunidad universitaria a seguir padeciendo estos actos de violencia sin un mínimo de oposición? No es justo que sigamos permitiendo que el fantasma de la violencia siga persiguiéndonos, y nosotros, los que deberíamos apropiarnos de la Universidad, no planteemos un pensamiento crítico alrededor de estos actos que no tienen justificación, y seamos tan indolentes y reticentes a configurar acciones factuales que propugnen por un cambio de paradigma frente a cómo habitamos la Universidad y qué valores estamos defendiendo. 

Por otro lado, siempre se ha tenido la idea de que estos grupos realizan una «defensa o representación» de los intereses del estamento estudiantil, pero aquella hipótesis, lejos de ser verdad, ha demostrado ser una profunda mentira. El ataque violento, sea por las razones que sea, de un encapuchado —o cualquier otro actor— a un integrante de la comunidad universitaria dentro de las instalaciones de la Universidad, constituye, primero, un acto reprochable y lamentable; segundo, un grave riesgo a la institucionalidad y la integridad de la comunidad que frecuenta las instalaciones de la Universidad, que no son sólo profesores, personal administrativo y estudiantes, sino también niños, mujeres embarazadas y animales de compañía; y tercero, debemos generar una reflexión sobre la normalización de las conductas violentas de estos grupos y, quizá, la legitimidad que, consciente o inconscientemente, les estamos dando. 

Lo que queda por decir es que estos grupos clandestinos han demostrado ser actores desprovistos de cualquier racionalidad y crítica, por ende, en extremo peligrosos, y anacrónicos a nuestra realidad heterogénea. Han propendido por atacar los valores más esenciales de cualquier universidad como es la libertad de pensamiento, de expresión, la tolerancia, la institucionalidad y el respeto. El ataque del 15 de marzo, lo que hizo fue agudizar una crisis que, durante décadas, hemos padecido en la Universidad. La toma violenta del campus por estos grupos es una problemática que ya escaló a niveles alarmantes y, lamentablemente, los estudiantes temen hablar sobre esto porque sienten que, al levantar la voz de protesta frente a los actos mezquinos de estos grupos clandestinos, podrían ser silenciados, como lo pudimos presenciar el pasado viernes 15 de marzo con el ataque irracional a un estudiante de la Universidad. Los grupos de encapuchados se han convertido en formas de totalitarismos, en un cáncer para la civilidad y la tolerancia, y una amenaza manifiesta para la comunidad de la Universidad de Antioquia. Es hora de que los diferentes estamentos universitarios planten cara a esta problemática y comiencen a construir, a través del pensamiento crítico y de acciones fácticas, un campus más seguro para todos, donde el miedo, la intolerancia y la violencia no sean aceptados por ningún motivo. 
 


Notas:

1. Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. Los autores son responsables social y legalmente por sus opiniones.

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