Opinión

No nos digamos mentiras: en Colombia, triste e inmoralmente es así, a los muertos los dividen entre muertos buenos y muertos malos. Yo propongo otra categoría: aquella de los muertos descritos y los muertos ignorados.

Los primeros, sobre todo aquellos padres asesinados, porque tienen hijos con poder, influencia, plata o talento, a saber: Castaño habla de su padre asesinado en Mi confesión; Uribe habla de su padre asesinado en No hay causa perdida; Abad Faciolince habla de su padre asesinado en El olvido que seremos. Eso sí, de mérito el tercero, que sí sabe escribir o que, por lo menos, sí que escribió el libro, él solito...

Y a propósito de Abad Faciolince, este tiene una hija que se llama Daniela Abad Lombana. Se hizo conocida con un documental, Carta a una sombra, que es más bien la versión fílmica (e igual de edulcorada) del libro de su padre. Porque el abuelo de Daniela, el señor Abad Gómez, persiste en ser ese hombre pulcro, íntegro, bondadoso, solidario, carismático, es decir, casi un santo. O mejor, debido a todos los anteriores adjetivos y dada su violenta muerte, un mártir.

Recientemente Daniela Abad se ha dado a conocer de nuevo con un documental titulado The Smiling Lombana. Y si el primer trabajo fue sobre su abuelito paterno, esta vez como que le tocó al abuelito materno. Total que se aventura uno a pensar sobre cuál miembro de la familia recaerá el próximo trabajo. Pero, en suma, este es un documental mucho más interesante tanto desde lo formal (las imágenes, la música, el suspenso, por ejemplo), pero, sobre todo, por el personaje retratado en cuestión.

En pocas palabras, Tito Lombana, un costeño de origen humilde, logra casarse con una italiana pudiente, y, pudiendo vivir tranquilamente en Europa, se devuelve para Medellín, para este “país de mierda” como lo llamaba él. También la cuestión es, como bien insiste la voz de niña de la narradora (entiende uno que es de la misma Daniela), Tito Lombana fue un tipo del todo enigmático e interesante: joven prodigio de la escultura, arquitecto empírico, negociante, decorador de las casas kitsch de los mafiosos, mafioso él mismo, presidiario en Los Estados Unidos, especie de anacoreta alejado de este ruidoso mundo hacia el final de sus días…todo ello, eso sí, siempre con una sonrisa de publicidad de dentífrico a flor de boca. Porque bien lo anuncia el cartel de la película: “Sonríe y reinarás”.

Queda un sabor amargo, eso sí, cuando Daniela hacia el final, se  pone a filosofar con esa insistente voz de niña, y sale con cosas como que no sabemos lo que seremos, ni lo que hemos sido, y que todo ello no son más que las tensiones de lo que somos. Algo así. “Un texto como si se lo hubiera escrito el papá”, y aclaro que lo anterior es cosecha de mi mujer. También, la nota en falso en un buen documental, aclaro, es cuando recurre al bendito moralismo en torno al narcotráfico, y a su estética mafiosa y a su corrupción de las costumbres.

Pero eso, hay que entenderlo, viene muy bien a esa mentalidad burguesa, que siempre ve con nostalgia un pasado idealizado, pero que se termina, ya que siempre viene algo externo a corromperlo. Solo dos ejemplos de esa misma estrategia narrativa: el mismo Abad Faciolince y Fernando Vallejo, dos escritores preferidos del lector burgués medellinense…Y ojo: no niego que el narcotráfico haya sido una lacra para nuestra sociedad, pero todo ello ha sido precisamente por la prohibición del negocio de las drogas, que tarde o temprano será legalizado. Y el día que eso suceda, se acabará la violencia que es inherente a cualquier monopolio ilegal no regulado, como es precisamente la situación hoy.

Total, que cansa ver a los pobres y sus miserias en el cine tipo La vendedora de rosas. Pero cansa ya un poco también esas historias burguesas donde se revelan los obras y milagros de la gente conocida, por parte de gente que tiene los medios para hacerlo. Porque es hora ya de que tantos anónimos padres y madres asesinados en Colombia, tengan por fin también sus dolientes que los describan.

Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.