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Opinión

La para-normalidad

28/11/2019
Por: Wilson Orozco, profesor Escuela de Idiomas UdeA

« ...Porque aquí, por una extraña y perversa razón, el criminal pareciera gozar (y hacer gozar) de un cierto e incomprensible disfrute. Y lo más grave es que si eso ocurre con lo simbólico, pues no sorprende que el horror aún campee en la realidad... »

Bajaba yo el sábado por la calle 10 de El Poblado, con aire de vegetariano taciturno, y tal vez frotando mi barba como conviene a dicho aire; debatiéndome si usar esa noche la paila para alimentarme o para hacer la revolución (¡pero pailas, primero lo segundo!), cuando me despertaron de mi condición hamletiana un par de sujetos ansiosos de etiquetarme por mi susodicha barba. Dijeron ambos, amangualados:

-¡Mirá, este es Iván Márquez!

La destemplada exclamación pretendía ser una burla o un insulto. No sé, pero igual no lo logró. Ya que por lo menos no me dijeron que me parecía a Iván (Duque) Márquez, porque ese, con lo desprestigiado que anda hoy y siempre, eso sí que me habría parecido preocupante (“¡qué rabia, parce, qué rabia, qué rabiaaa!”).

Por otra parte, los de la descachada chanza eran de esos que se disfrazan en la zona del Lleras y que invitan a beber y a bailar en cualesquiera de sus ensordecedoras fondas. De tal manera que uno realmente no sabe si se halla en Miami o en Jardín, o en ambas partes a la vez, como si uno se hubiera convertido en ubicuo Dios.

Pero, sus disfraces, sí que eran de pavor. Uno de ellos iba de traqueto, armado de chiviada cadena de oro y de sendas pistolas al cinto como corresponde a su vil y viril naturaleza. Del otro lado, su amangualado compañero lucía de tenebroso paramilitar, y todo ello como si fuera muy chistoso.

Yo proseguí el camino junto con mis amigos, pero lo anterior fue motivo de nuestro regocijo gracias a las burlas que hicieron de mí. Pero ya hoy, en medio de la aflicción que produce el guayabo dominguero, es bueno reflexionar sobre el grotesco momento, y que ya ha perdido toda posibilidad de broma, por supuesto.

Porque, piensa uno, es tanta la naturalización del paramilitar y del traqueto que, en lugar de que su aparición (así sea en la forma del disfraz) produzca estupor, lo que termina generando –o intentando generar– es tristemente la risa. Y lo peor, una risa que pareciera borrar de tajo tantas masacres, tantos crímenes de lesa humanidad, tantos desplazamientos y demás horrores perpetrados por esos actores del conflicto armado.

Aunque lo más cuestionable es que la anterior anécdota no es más que un pequeño ejemplo de un fenómeno mayor: libros como Mi confesión que circulan y son ampliamente leídos por muchos, pero no como posibilidad de la indignación, sino, tristemente, como si este fuera un manual de procedimiento.

O un asesino confeso que anda y anduvo por ahí, convertido de un momento a otro en cínico youtuber, y enaltecido hasta los límites de una grotesca pop star.  Y lo que hace pensar si, aparte de su inmoralidad, no son igualmente inmorales aquellos que anhelan tomarse una selfie con ese criminal de turno.

Y, finalmente, exageremos. Es decir, recurramos a otras tierras, tal vez donde no reina ese folclor un tanto superficial como aquí. Tomemos el caso de Alemania donde la esvástica, el saludo hitleriano, el himno del partido nazi, así como el uso y la distribución de los símbolos y canciones nazis están prohibidos (según la Deutsche Welle).

Porque aquí, por una extraña y perversa razón, el criminal pareciera gozar (y hacer gozar) de un cierto e incomprensible disfrute. Y lo más grave es que si eso ocurre con lo simbólico, pues no sorprende que el horror aún campee en la realidad. Y si seguimos así, vamos a seguir pailas. O tal vez, quién quita, sean esas mismas pailas las que nos den algún día la salvación.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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