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Opinión

Las encuestas son líquidas

06/11/2019
Por: Adrián Restrepo Parra, profesor Instituto de Estudios Políticos UdeA

« ... Sepultar las encuestas no resolverá la situación porque el asunto de fondo no está en ellas, lo cual no niega que puedan mejorar, sino en el nuevo contexto político y cultural en el cual operan y son usadas: la sociedad líquida ...»

Están en discusión las certezas que las encuestas daban porque antes los resultados pronosticados sobre las elecciones efectivamente sucedían. Pero, ahora, el argumento reiterado es que las encuestas ya no sirven porque el resultado final difiere del pronóstico.

Las encuestas de hoy son mucho mejores que las de antes debido al desarrollo de las tecnologías de la comunicación y la información, pero, se les endilga que perdieron poder de asertividad, capacidad de dar certeza. Por tal motivo, distintos sectores claman acabar con ellas.

Sepultar las encuestas no resolverá la situación porque el asunto de fondo no está en ellas, lo cual no niega que puedan mejorar, sino en el nuevo contexto político y cultural en el cual operan y son usadas: la sociedad líquida.  La era de la globalización tiene entre sus signos la incertidumbre. Las certezas quedaron atrás.

Sociólogos y filósofos denominan a esta situación la modernidad líquida, “los solido se desvanece en el aire”. La lid electoral no es ajena a esta propensión. Por eso, las encuestas aplicadas para monitorear las tendencias electorales tienen profundas variaciones en plazos de tiempo relativamente cortos al punto que las tendencias estadísticas estallan frente al resultado final.

Antes de la globalización, el resultado electoral era altamente previsible porque en ese escenario los partidos políticos eran pocos, con disciplina de partido y con limitados medios de comunicación que podían controlar. Así, era casi imposible que las tendencias establecidas por las encuestas variaran. Un cambio abrupto en el resultado era excepcional, para que pasara era necesario que los partidos tomaran decisiones de última hora.

La regla era mantener la disciplina de partido y los compromisos adquiridos por los jefes políticos. Y el votante en consecuencia esperaba a que su directorio político le dijera por quién votar. Además, una vez conocida las tendencias marcadas por las encuestas que permitían avizorar el posible ganador, difícilmente los otros actores involucrados en la competencia electoral contaban con los recursos tecnológicos de comunicación para reaccionar e incidir en el resultado.

En el mundo líquido, los partidos siguen existiendo, pero han perdido peso, candidatos de diferentes vertientes aparecen como independientes o de movimientos políticos sin adscripción partidista. Un sector de los ciudadanos participa de las elecciones sin la mediación de un partido, por tanto, tienen mayor capacidad de decisión sobre su propio voto.

El ciudadano de estos tiempos defiende la individualidad, su derecho a decidir en el último momento y, de ser el caso, tomando distancia de su partido. Pueden cambiar de opinión desde que son encuestados hasta el día de las elecciones, sin tener que solicitar autorización a un jefe político.

Igualmente, este tipo de ciudadanía tiene a su disposición las nuevas tecnologías de la comunicación y la información que permiten, en tiempo real o relativamente corto, reaccionar ante las tendencias prefiguradas por las encuestas.

Las encuestas muestran la “foto” de quien puede ser el posible ganador (describen), pero con esa información los actores de poder, como los ciudadanos, pueden decidir si aprueban o no a ese futuro ganador. La encuesta así opera como un termómetro, marca números que representan distintos estados de salud, cuando los números representan “fiebre”, el médico debe tomar decisiones para detener esa tendencia y modificar el escenario pronosticado.

Medellín ilustra esta situación, las encuestas marcaban como posible ganador al candidato del Centro Democrático, pero el alcalde electo fue Daniel Quintero. Las encuestas estuvieron mostrando la temperatura de la contienda electoral y advirtiendo sobre el posible ganador, Ramos.

Entre la información aportada por las encuestas, aparecía que Ramos punteaba, pero tenía en contra un alto porcentaje de imagen negativa, mientras que Quintero tenía en contra un alto porcentaje de ser desconocido por parte de los ciudadanos. El uno tenía que cambiar la imagen y el otro darse a conocer.

Entre los alicientes para salir a votar por Quintero estuvo que las encuestas mostraran reiteradamente como posible alcalde a Ramos. Retomando la metáfora del termómetro, podríamos afirmar que, teniendo en cuenta el amplio margen por el cual ganó Quintero, una parte de la ciudadanía y de los grupos de poder encontraron en la eventual alcaldía de Ramos un escenario de “fiebre” e intervinieron para evitarlo.

La reacción incluyó, entre otros factores, la propuesta política de Daniel Quintero y la capacidad de trabajo de su equipo de campaña, pero la efectividad y la eficacia de la comunicación se deben a las nuevas tecnologías de la información y comunicación y al papel central de los ciudadanos sin adscripciones partidistas o que teniéndolas desacataron la disciplina de partido.

En la sociedad líquida, entre los escenarios políticos futuros mostrados por las encuestas, la incertidumbre sobre quién ganará solo la resuelve el individuo ciudadano el día de la votación.

Este texto fue publicado en La Silla Vacía el viernes 1° de noviembre de 2019


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

 

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