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Opinión

Redes Sociales, protesta y democracia

16/12/2019
Por: Rodrigo Piedrahíta Villa, abogado y estudiante de Ciencias Políticas UdeA

« ...La protesta social prolongada, con unidad de razón y de emoción, tiene poder para convertirse en instancia de Democracia Directa con “poder de veto” contra las decisiones gubernamentales que precaricen y desfavorezcan a las mayorías; y así, instaurar un saludable periodo de mayor equilibrio social...»

En el presente año se han desatado protestas sociales en varios países del mundo en las que se evidencia una característica común: la comunicación permanente de los actores colectivos a través de las redes sociales.

Hay unas protestas inspiradas en motivos preponderantemente políticos como las de Bolivia, Hong Kong y Cataluña, y hay otras motivadas en reivindicaciones predominantemente económicas como en El Líbano, Irak, Chile, Ecuador y Colombia; no obstante, las unas y las otras se equiparan en que todas usan la tecnología móvil como instrumento de comunicación a través de las redes sociales.

Hay otro factor que también es común a la mayoría de protestas: el hecho que el liderazgo político tradicional esté visiblemente ausente de la convocatoria y el direccionamiento de la protesta.

El aporte de este factor, unido al uso de las redes sociales vía tecnología, puede residir en que la comunicación entre inconformes a través de las redes sociales es más visceral, tiene menos filtros racionales y por ende es más emocional; en consecuencia, esta mensajería más propicia para generar identidades viscerales como la indignación, el rechazo, la inconformidad, el descontento, el enojo, el repudio, etc. y desde ahí es más fácil convocar y prolongar la protesta, a la marcha, a la movilización, haciendo de la calle el escenario natural para la expresión contenciosa de todas esas emociones.

El aporte de la comunicación por las redes a la protesta social es doble, por un lado, permite viralizar el descontento inicial contra las medidas económicas o políticas que los gobiernos han adoptado o están por adoptar, difusión masiva que genera multitudinarias olas de opinión favorables hacia una primera protesta detonante. Por el otro, la tecnología se ha constituido en un eficaz mecanismo para mantener vivo el fervor, la inconformidad y el enojo de la multitud durante prolongados periodos.

La ausencia de liderazgos tradicionales y la aplicación reciente de la tecnología para comunicar a los inconformes, les han permitido estimulantes triunfos tácticos a los diferentes actores; por ejemplo, en Colombia el estallido tan fuerte, que logró incluir la conversación sobre lo social en la agenda gubernamental, en Chile ese estallido desmontó el incremento al tiquete del metro, El Líbano reversó el impuesto WhatsApp, Ecuador freno el alza en los combustibles, y en Irak, el Parlamento acaba de aceptar la renuncia de su primer ministro, Adel Abdelmahdi.

Basado en las consideraciones anteriores, considero posible caracterizar este momento como de transición entre un largo pero poco eficaz periodo de participación e intervención social contenciosa; y otro, el que hoy vivimos, que comienza a ser muy eficaz. También pienso que, si los actores colectivos saben aprovechar esta coyuntura, la protesta podrá instaurar un periodo de protagonismo de las mayorías en el acontecer político local, nacional e internacional.

Ello va a suceder cuando los actores de la protesta atiendan y entiendan el mensaje que hay tras los triunfos tácticos que están obteniendo, y que a mi modo de ver se concreta en lo siguiente: La comunicación y la generación de acción entre las mayorías (la multitud, diría Thomas Hobbes), sin el concurso de liderazgos tradicionales, es posible y, además, ¡funciona!

La protesta social prolongada, con unidad de razón y de emoción, tiene poder para convertirse en instancia de Democracia Directa con “poder de veto” contra las decisiones gubernamentales que precaricen y desfavorezcan a las mayorías; y así, instaurar un saludable periodo de mayor equilibrio social.

No entiendo por qué los inconformes se están preguntando si el paro ha servido de algo, pues a mi modo de ver – como ya lo expresé – la protesta actual ha demostrado su poderosa eficacia en la mayoría de países en que ha habido paro social mediado por la comunicación por las redes vía tecnología.

De hecho, creo que ese vínculo entre tecnología y poder colectivo es un mensaje que tendría que empezar a difundirse de inmediato por las redes sociales para poner la balanza en favor de la permanencia y de la intensidad de las movilizaciones.

Habría que verificar el poder que puede tener (para el caso colombiano, pero adaptable a cualquier contexto) un eventual trino o un post con un: repitamos lo que funciona, protestamos una vez y logramos que incluyeran la conversación sobre lo social en la agenda presidencial, protestemos diez veces y tumbamos el paquetazo de Duque.

Ello puede impulsar a los actores sociales a amanecer cada día con más ganas de protestar más; una nueva modalidad Democracia Directa está en juego y vale la pena intentarlo.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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