Opinión

Nadie es patria, pero todos lo somos. J.L. Borges

En los últimos meses nos ha llegado la información a borbotones y la recibimos casi con ansia, porque cada vez hay datos nuevos —y a veces contradictorios y a veces aleatorios y a veces, pocas veces, satisfactorios— que van consolidando un manual para la subsistencia, pues hasta hace poco sabíamos qué hacer dentro y fuera de la casa, pero ahora salir y entrar son acciones de altísima complejidad que exigen un gasto considerable de tiempo y energía, ya que implican rituales cada vez más intrincados.

Encendemos, entonces, el televisor o la radio, o nos adentramos en la red social de mayor confiabilidad… o popularidad para saber qué hacer o a dónde ir o, lo más importante, si se puede hacer algo o ir a algún lado.

Buscamos también en esas fuentes de información —menguadas, a veces— datos sobre la confiabilidad que representa el entorno, así que revisamos gráficos y mapas interactivos que nos digan si la gente de nuestro barrio o de la ciudad entera es digna de nuestra confianza, lo que ahora se juzga por la obediencia o el desacato de normas como el uso del tapabocas, el gel antibacterial y el infalible detergente.  Y he aquí todo un nuevo código de moral y civismo.

Así habitamos este nuevo—viejo mundo, mundo posmoderno y medievalista al tiempo. Pero en medio de este trabajo adaptativo seguimos reclamando la Patria, y entonces buscamos que nos hablen de otra cosa, y de esto otro borbotean menos datos, porque son más silenciosos, acallados más bien.

Buscamos  —ahora en fuentes secas— que no se olviden y que se nombren los acontecimientos que se han hecho marginales ante la inconmensurabilidad de un virus.

De repente, brotan gotas, y nos empiezan a contar, con cierta cautela, que el asesinato de líderes sociales continúa, que le han robado a alguien la bicicleta y la vida, que otra vez los recursos para ayuda humanitaria no llegaron a su destino, que la desigualdad, que la segregación, que el maltrato, que la contaminación…  que no hay ninguna tregua.

Y esas pocas gotas de información, bajo una lógica paradoja, responden al reclamo de la memoria y de la esperanza.

Nota