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Opinión

Pensar y actuar para el bien común

30/05/2019
Por: Juan Esteban Vásquez Mejía, Dirección de Comunicaciones UdeA

« ... creo que el pensamiento crítico, rizomático y no meramente utilitarista se desarrolla en un alto porcentaje a través de nuestros modelos educativos y desde el entorno cotidiano y que una vez se despiertan inquietudes y no se incentivan respuestas predeterminadas al mundo que estamos descubriendo y comprendiendo, empezamos una transformación potente ...»

En conversaciones con conocidos y desconocidos, presenciales y en redes sociales, me he encontrado con que algunas personas hacen ejercicios de interpretación de la realidad que parecen no asociar problemáticas complejas con aspectos puntuales de su vida cotidiana. Cuando hablamos de política, cultura, salud, educación, economía, estamos hablando de lo mismo, en términos prácticos obviamente, no teóricos o epistemológicos. Esencialmente estamos hablando de un sistema que nos incluye de manera individual y colectiva a la vez, no de una serie de acontecimientos desafortunados.

Esto tiene que ver, entre muchos otros factores, con el modelo educativo que la mayoría de nosotros ha seguido y que el país está en mora de revisar a profundidad. Dicen algunos pedagogos o investigadores de la educación que desde la primera infancia es necesario incentivar un desarrollo cognitivo que busque la experimentación constante y la apertura de nuevas preguntas en medio de tantas respuestas que se concentran, por ejemplo, en un juguete y su funcionamiento.

Dice la profesora Elda Maud de León de la Universidad de Panamá que la asociación se desarrolla gracias a varias habilidades: el cuestionamiento, la observación, el trabajo grupal, la experimentación y la conexión de ideas, objetos, experiencias o disciplinas opuestas. Si este modelo fuera central en la educación básica y media colombiana, tal vez tendríamos ciudadanos con una forma de pensar y de actuar menos lineal y con una capacidad de discernimiento más cualificada respecto a los asuntos de interés público.

Siempre me he preguntado por ejemplo, ¿por qué hay personas que votan por un político confiando en promesas grandilocuentes y luego lo quieren lapidar? ¿Por qué pese a que cada cuatro años parece suceder lo mismo con el ejercicio electoral muchos no logran cambiar su forma de pensar y actuar? ¿Qué hace que sea difícil encontrarle salida a un problema que parece tener un ciclo sin fin?

Sin ser pedagogo o educador en el más estricto sentido de la palabra, me atrevo a decir que el pensamiento rizomático o los modelos de aprendizaje asociativo podrían ser un factor crucial en el desarrollo de un país como Colombia, donde muchas personas tienen un concepto de sociedad limitado y por tanto no son suficientemente conscientes de que la participación electoral se relaciona con los pasados, actuales o futuros principios rectores que adopta una sociedad.

Pese a tantos años de fracasos en nuestro escenario político y social, muchas personas siguen respondiendo por necesidad de subsistencia, o en otros casos de manera egoísta o ingenua a pirámides de corrupción y clientelismo de las cuales ellos mismos son víctimas, o aún peor, todos somos víctimas.

Haciendo un ejercicio muy simple de pensamiento, precisamente asociativo, considero que la violencia histórica, la precariedad de nuestra economía (preponderantemente dependiente) y la adopción de modelos foráneos de educación que se concentran en formar para la producción de bienes de intercambio y no para la comprensión de los fenómenos naturales y sociales en busca del bien común, han juntado sus lazos para que hoy tengamos en Colombia un amplio segmento de la sociedad que no reconoce en su vida la empatía y eso está relacionado precisamente con la visión individualista y competitiva del mundo que nos han provocado las circunstancias que ya mencioné.

Estoy de acuerdo en que la educación no es la respuesta a todos nuestras dificultades para concebirnos como una sociedad próspera, con altos niveles de calidad de vida y en paz, porque además un nivel de desarrollo educativo y cultural óptimo depende, entre otros, de las condiciones socioeconómicas del niño, joven o adulto, pero sí creo que el pensamiento crítico, rizomático y no meramente utilitarista se desarrolla en un alto porcentaje a través de nuestros modelos educativos y desde el entorno cotidiano y que una vez se despiertan inquietudes y no se incentivan respuestas predeterminadas al mundo que estamos descubriendo y comprendiendo, empezamos una transformación potente.

Por eso creo que las instituciones que influyen en las nuevas generaciones (la escuela y la familia, principalmente) deben, desde la primera infancia generarnos preguntas: ¿Qué sucedería si pruebo esto? ¿Qué puede causar que esto no funcione? ¿Y si ensayamos que sucede si? Para, como dice la profesora Maud, adquirir una mentalidad de prueba de hipótesis para aplicarla en la vida, pero no sólo en nuestros contextos académicos y productivos sino en todas las decisiones que tomamos.

Termino con una reflexión de esta profesora panameña que me gustó mucho leer de manera desprevenida mientras navegaba buscando información para otros asuntos laborales. “Si la sociedad fuera una red, los hilos de la economía, de la educación y de la política se complementarían y estaríamos formando personal para lograr la soberanía alimentaria, para atender la salud de todos, para incentivar el desarrollo cultural que es quien determina la cohesión social y, por tanto, la ética humanista”.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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