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La Corte, los niños y las adicciones…

25/06/2019
Por: Fabian Jaimes MD. MSc. PhD. Profesor Titular, Departamento de Medicina Interna, Facultad de Medicina, UdeA

« ...el consumo excesivo/adictivo de cualquier cosa, bien sea redes sociales, pornografía, vino o marihuana, es un problema de salud. Si afecta, además, a la sociedad en su conjunto, es también un problema de salud pública... »

En primer lugar, debo declarar varios y algo contradictorios conflictos de interés: estoy ideológicamente bastante a la izquierda, tuve el hábito del tabaquismo durante unos 20 años, he consumido socialmente y ocasionalmente moderadas cantidades de alcohol y marihuana, mucho más el primero que la segunda, y tengo dos maravillosas hijas que ya son profesionales.

Las dos han tenido en sus dos y media décadas de vida al menos un par de ocasiones en las que el licor las tuvo más alegres de la cuenta, lo suficiente para perder un poquito la consciencia del ridículo sin perder la consciencia de sí mismas, y ninguna ha fumado tabaco ni marihuana o consumido cualquier sustancia de ese tipo.

Lo anterior, a pesar de haber estado expuestas toda su vida a usuarios en todas las versiones (sociales, moderadas o intensas) de alcohol, cigarrillo y marihuana en muy diversos entornos como familia, amigos (as), compañeros (as) de colegio y compañeros (as) de universidad. Ni siquiera les he preguntado explícitamente si “¿has fumado algo?”, pero construimos una relación de confianza de tantos años y desde hace tanto tiempo que ni siquiera vale la pena preguntar. Estoy absolutamente seguro de eso. Y la mamá de las chicas está de acuerdo conmigo, por si tienen alguna duda.

Con todo este contexto previo, creo que la acalorada discusión actual (más que acalorada para algunos actores sociales, como muchas de las cosas exaltadas y extrañas de este país) acerca de los espacios públicos, el consumo de lo que sea y los niños, está completamente equivocada, descontextualizada y definitivamente desenfocada del verdadero problema: el consumo excesivo/adictivo de cualquier cosa, bien sea redes sociales, pornografía, vino o marihuana, es un problema de salud. Si afecta, además, a la sociedad en su conjunto, es también un problema de salud pública.

Entiéndase por excesivo aquello que se hace de manera constante y por adictivo como aquello que genera incapacidad de llevar una vida razonablemente tranquila sin su presencia (¿han oído hablar de “amores adictivos”?). La complejidad del problema de las drogas, su uso y comercialización, está demasiado lejos de la simple presencia de expendedores en las calles o de ver que en la esquina están fumando marihuana. Igualmente, el vino para una tarde de tapas en un parque o la cerveza que se toma en la acera de una calle cualquiera, le pueden hacer tanto efecto al alcoholismo de los niños como montar en triciclo los pone en riesgo de morir por insolación.  

Suponer que se pueden volver adictos a las redes sociales los niños que ven a sus mayores perdiendo el tiempo en Facebook o se pueden convertir en alcohólicos los niños que ven borrachos a la salida del colegio, es tan gracioso como el chiste viejo y malo del esposo que vende el sofá porque se dio cuenta que la esposa se acuesta con otro hombre en ese mueble.

Más allá de lo molesto que puede ser para algunos el olor de la marihuana en un parque público, creer que los derechos de los niños se violan por ese olor o por ver al personaje en “vuelo libre” me parece tan absurdo como esperar que desaparezca el SIDA si se prohíbe la prostitución.

Si en los primeros años de vida a un niño no le han explicado con detalle y sinceridad lo que son los complejos sentimientos humanos, el respeto por los demás, la solidaridad, el sexo, las enfermedades de trasmisión sexual, el alcohol, las drogas y todas las cosas reales de vivir en comunidad, con todos sus devenires, complejidades, ventajas y desventajas; a ese niño le faltaron otras cosas más sentidas y valiosas.

No le faltan leyes que hagan “respetar sus derechos sobre los de otros”, ni cortes que ajusten o interpreten la constitución de un país para el “bien común”. Quizás le faltaron padres o cualquier cosa parecida, educados y razonables, con sentido común y responsabilidad por lo que les espera a quienes vienen a este mundo y particularmente a esta Colombia extraña y diversa. Y esos padres o similares, respetados lectores, no los suministra ni la constitución ni las leyes de ningún país.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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