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    Solidaridad ante la pandemia

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    Solidaridad ante la pandemia

    Por: Judith Nieto

     

    ¿Cómo no apiadarse de ese número incontable de hombres y mujeres que han sido infectados por el virus causante del mal de la neumonía y que acaba por lanzar a sus víctimas a la noche no pedida, a la cifra oscura que gana lugar en el conteo frío y creciente de las estadísticas? ¿Cómo no conmoverse frente al grupo de médicos, especialistas y demás trabajadores de la salud que intentan salvar a quienes ponen en sus manos el cuerpo enfermo y a punto del último aliento? Las imágenes aterradoras que pasan todos los días en las pantallas obligan a preguntas solidarias como estas.


    Son interrogantes que surgen en estos días de resguardo, miedo y cuidado, en los que el apuro virtual apenas da tregua para pensar en la presencia y el poder silencioso y devastador del virus letal que se apoderó de la atención mundial en un momento inesperado, que puede registrarse para la historia del siglo XXI como un acontecimiento. Y un acontecimiento tiene que ver con algo que produce efectos significativos en quien lo vive; algunos de ellos, visibles en quienes se ocupan de la búsqueda del pronto alivio; otros, no tan inmediatos, aunque promisorios, en tanto procuran desde laboratorios y espacios de investigación que la enfermedad sea pensada en los términos orgánicos, ambientales y afectivos que la ocasionaron. 


    Sí, una de las ventajas de la enfermedad, cualquiera que sea, es que llama a la reflexión. Disponerse a meditar en una enfermedad declarada pandemia conlleva un elevado gesto de solidaridad que trasciende la tarea médica, tan asociada con lo estrictamente técnico y de alcance preventivo y curativo, y pocas veces ligada a los retos de pensamiento que esto demanda, en lo más profundo de las personas afectadas.


    A cavilar sobre la enfermedad nos convoca el antropólogo belga Claude Lévi Strauss desde su Antropología estructural (1970). Mandato atendido por quienes siempre y en momentos como el actual han considerado todo tipo de males, máxime los que han tomado el carácter de pandemia. Y lo hacen también ahora, en medio de la confusión y la vicisitud, en el encierro y la esperanza que apenas asoma. Son los médicos y los científicos de diversas disciplinas quienes han volcado su misión curativa e investigativa sobre la siniestra enfermedad que parece no detenerse. Buscan afanosos la vacuna y tras esta la cura contra el virus que tuvo el poder de parar el planeta y ¡de qué forma! Y lo hacen sin suspender la mirada que intenta mostrar, más allá del cuerpo, adentro en el alma, lo que aqueja, lo que causa el padecimiento en un enfermo que ante todo es persona.

     

    Son los médicos y los científicos de diversas disciplinas quienes han volcado su misión curativa e investigativa sobre la siniestra enfermedad que parece no detenerse. Buscan afanosos la vacuna y tras esta la cura contra el virus (…) Y lo hacen sin suspender la mirada que intenta mostrar, más allá del cuerpo, adentro en el alma, lo que aqueja, lo que causa el padecimiento en un enfermo que ante todo es persona.

    Es lo primordial en el aprendizaje y el ejercicio médico; ello explica que para desempeñarse en el campo de la salud la prioridad exige ser objetivo ante lo que ve, y, al mismo tiempo, no olvidar que se está tratando con personas. Es, pues, una relación con enfermos, por lo que se comprende que al acto médico le subyacen dosis altas de sensatez y solidaridad. Vemos así que la acción médica consiste en intentar encontrar la armonía entre el necesario distanciamiento y la compasión, entre la esperanza y el realismo. Un equilibrio visible en el esfuerzo que hoy hace la comunidad médica mundial para, a riesgo de contagio, atender y en lo posible salvar a los afectados por este virus, causante de muertes incontables y de una desolación impensada.


    Cuán solidario y profesional es el trabajo de quienes atienden, despiden y curan del coronavirus a sus víctimas. Y lo hacen sin interrumpir su labor investigativa, sobre la que avanzan en bien de la humanidad y en medio del silencio; aquel en el que nos instaló el virus sin rostro que, desde el amanecer del 2020, nos hizo visible la cara de una guerra.

     

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