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Mensaje de gratitud de la profesora Gladis García Restrepo

 

Buenos días para todos.  Muchas gracias por estar acá.

En estos días me dispuse a escribir un mensaje de gratitud para la Universidad, para la Escuela y por supuesto para Ustedes, con la firme convicción de que aquello sería cuestión de minutos. ¡Vaya sorpresa! solo atiné a escribir “Universidad de Antioquia, tantas razones para amarte” les cuento que la emoción me ganó aquel día.  Retomé la escritura después y resultó esto que hoy les entrego con inmenso cariño.  Serán unas palabras solo para agradecer, acudiendo a lo bello y bueno que me ha dado la Universidad, la Escuela y Ustedes.

Siempre me gustó la Universidad al despuntar el día, el deleite estético que ofrece en las primeras horas de la mañana, cuando entre todo lo bello que conjuga, está por ejemplo ese espectáculo de ver el tránsito de la quietud al movimiento y mucho más.  Me divierte sentir la Universidad cuando de su mano asisto nuevamente y en comunión, al acontecimiento de un nuevo día y que por esto repetidamente y con razón, aquel paisaje me evocaba siempre una canción de Serrat: “Tu, enciende el sol.  (…) y tú, descorre el velo que oscurece el cielo” canción que en su metáfora me recuerda que aquí todos tenemos una misión clara que cumplir.  Encender el sol en alguna medida es soñar y hacer posible, cada vez, una Universidad nueva, es intentar despertar en el estudiante amor y expectativa por el conocimiento.  Descorrer el velo que oscurece el cielo es quizás ir en búsqueda del asombro, ante el abanico de posibles nuevos conocimientos.  Entregarnos en nuestro saber y servicio a esta sociedad que nos sustenta y nos cree, es legitimar la misión extensionista para la que también está hecha la Universidad. Es liderar desde los cargos administrativos procesos que evidencien que los planes a todo plazo pueden pasar de la utopía a la realidad. Todo esto posible, gracias a la Universidad que “invicta en su fecundidad” lo hace casi todo posible. 

Dice Miguel de Unamuno que “cada cual lleva en sí un Lázaro que solo necesita de un Cristo que lo resucite” la Universidad para mí y quizá para muchos de Ustedes, ha sido el Cristo que nos ha resucitado y nos continúa resucitando, porque nos ha cambiado la vida, porque nos abrió la puerta de la posibilidad, porque nos dio la oportunidad de cambiar nuestro destino y el de nuestras familias. Muchos de nuestros sueños acá se han hecho realidad.  La universidad nos da la posibilidad de ser en conciencia de lo que somos y proyectamos. En ocasiones sentí la Universidad como un teatro, entendiendo por teatro lo que significa en griego, es decir “un lugar para mirar” yo agregaría algo más, un lugar no solo para mirar, sino para activar en su tono máximo todos nuestros sentidos.  Un espacio para mirarme y evaluarme permanentemente.  Es decir, un sacro espacio para la introspección, que no es otra cosa que el preguntarse por el sí mismo, por el nosotros, por nuestro devenir, por lo que hacemos, pensamos y proyectamos. 

 La Universidad es también un espacio para la conversación académica y no académica, para la interlocución, para la contradicción, para el debate y esto, entre otras cosas, es lo que la hace grande.  He aprendido y vivido que la universidad es un espacio para el encuentro, para la palabra en su máxima significación, en esta línea justamente dice Irene Vallejo en su más reciente libro El infinito en un junco que “Somos los únicos animales que fabulan, que ahuyentan la oscuridad con cuentos, que gracias a los relatos aprenden a convivir con el caos, que avivan los rescoldos de las hogueras con el aire de sus palabras, que recorren largas distancias para llevar sus historias a los extraños.  Y cuando compartimos los mismos relatos, dejamos de ser extraños” (p.401, 2021).  Nosotros, todos acá en la Escuela, desde una u otra perspectiva, desde tal o cual quehacer, compartimos un mismo relato y es el de la Microbiología.  Por esta sencilla razón, no somos ni seremos extraños el uno para el otro, porque algo que es articulador en nuestras vidas, en alguna medida toca la existencia del otro, cuando por ser así, cohabitamos en un mismo espacio físico y en un mismo terreno disciplinar y laboral.

Por todo lo anterior y mucho más, subrayo con inmensa gratitud que la Universidad me lo ha dado casi todo.  Me dio, entre tantas cosas, la posibilidad de hacer laboralmente lo que quería.  Forjé con esmero este sueño, trabajé por él, porque era el lugar en el que estaba segura de poder ser, con una significativa dosis de libertad, flexibilidad y respeto.  Por eso Universidad de Antioquia, por esta magia de hacer posibles mis sueños, por regalarme tantas cosas bellas, por poderme rodear durante todos estos años de personas maravillosas como Ustedes, es que tengo muchas, pero muchas razones para siempre amarte, agradecerte y defenderte. ¡Se les quiere, recordará y agradecerá por siempre…Muchas gracias!

Mensaje de gratitud por Gladis García Restrepo.  Febrero 27 de 2024.

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